Jesucristo me dio esperanza para vivir
La autora vive en Japón.
Hace unos años, no quería seguir viviendo, pero el evangelio de Jesucristo me mostró el significado de la vida.
Hace seis años, traté de quitarme la vida.
Hacía poco que me habían diagnosticado un trastorno esquizoafectivo, que es una enfermedad mental difícil, y estaba desolada. Sentía que no tenía amigos. Me sentía desconectada de mi familia. Estaba deprimida y nunca me había sentido tan sola en mi vida. También me sentía desesperanzada porque no le veía ningún propósito a la vida.
Empecé a pensar que todos estarían mejor sin mí y ya no quería vivir. Así que, una noche, traté de quitarme la vida en silencio.
Pero, de forma misericordiosa, mi familia se dio cuenta y me llevó a un hospital donde me recibieron para brindarme ayuda con mi salud mental.
Durante algunas semanas, todavía no le veía ningún propósito a la vida y no sentía gozo ni luz alguna. Mi corazón se enfrió. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que no estaba realmente sola y de que no quería morir. Al recibir ayuda profesional, comencé a ver claramente que mi familia y mis amigos me amaban, y mi salud mental mejoró hasta que tuve una esperanza renovada por la vida. Quería volver a hallar gozo y sentido en mi vida. Ahora siento firmemente que fue el Padre Celestial quien me dio otra oportunidad y llenó mi corazón de esperanza.
El Señor siempre nos ofrecerá Su luz
Comencé a asistir a la universidad, donde me reuní con un viejo conocido. No lo conocía bien, pero él tenía algo diferente. Tenía un semblante sumamente brillante y alegre. Me enteré por otros compañeros de clase que acababa de regresar de servir en una “misión”. No tenía idea de lo que era, pero cuando me explicó que eso implicaba dejar a sus amigos y familiares durante dos años, me sentí muy confundida. Parecía tan feliz y gozoso, pero si yo hubiera estado en sus zapatos, me habría sentido muy sola.
Conforme nos hacíamos amigos, él comenzó a hablarme acerca de su iglesia. Debido a mi experiencia al tratar de poner fin a mi vida, tenía un claro sentimiento de que Dios podía ser real. Había oído a la gente mencionarlo a Él y a Jesucristo antes, pero no estaba segura de qué creer. Así que, un día, le pregunté a mi amigo: “¿Crees en Dios?”. Al instante, él me compartió un testimonio apasionado y que me cambiaría la vida, pues plantó semillas de fe en mi propio corazón. Pude ver cuánto gozo y luz le brindaba el Evangelio, y yo también quería experimentar ese gozo.
Conforme continuaba haciéndole preguntas, me dio un Libro de Mormón y me dijo que este me proporcionaría respuestas sobre la vida. Me presentó a los misioneros. También comencé a acompañarlo a la reunión sacramental, donde las personas, con una luz brillante en su semblante, me demostraron amor y me recordaron la bondad que hay en el mundo.
Aprendí acerca de Jesucristo, de mi identidad y propósito divinos, del amor de Dios y del sacrificio expiatorio del Salvador y lo que eso significa para mí. Luego de tres semanas, fui bautizada y confirmada miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El Evangelio me ha dado un nuevo sentimiento de gozo y paz que nunca antes había sentido. Después de enterarme de que tenía una enfermedad mental, pensé que nunca volvería a ser feliz. Sin embargo, darme cuenta de que nunca estoy sola en mis dificultades llenó mi vida de luz.
Aprendí que, más allá de cualquier oscura dificultad, el Señor siempre nos ofrecerá Su luz.
La vida es una dádiva
Después de unos años, recibí las bendiciones del templo y me casé con el amigo que compartió el Evangelio conmigo. Nos sellamos en el Templo de Sapporo, Japón. Estoy muy agradecida por la luz, el amor y la esperanza que Jesucristo ha traído a mi vida y a mis relaciones. Al buscar y profundizar mi fe en Él y en las verdades del Evangelio por medio de la oración, el estudio de las Escrituras y la asistencia al templo, he podido darme cuenta plenamente de cuán grandiosa dádiva y privilegio es mi vida.
Significa mucho para mí que Cristo diera Su vida para que yo pudiera vivir. Ese conocimiento en verdad cambió mi perspectiva de mis dificultades con mi salud mental, y estoy muy agradecida cada día por poder experimentar la vida con Él a mi lado.
Hago eco de las palabras del élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, quien dijo:
“A cualquiera […] que tenga dificultades, le digo: sean cuales sean tus preocupaciones o dificultades, claramente la muerte por suicidio no es la respuesta. No aliviará el dolor que estás sintiendo o que piensas que estás causando. En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese. Habla con alguien, pide ayuda. No destruyas una vida por la que Cristo dio la Suya para preservarla. Puedes soportar las dificultades de esta vida terrenal porque te ayudaremos a soportarlas. Eres más fuerte de lo que piensas. Hay ayuda disponible, de otras personas y, sobre todo, de Dios. Eres un ser amado, valorado y necesario. ¡Nosotros te necesitamos!”1.
Todavía enfrento desafíos, pero ahora sé que mi vida tiene un propósito. Mi Padre Celestial y muchas otras personas me aman profundamente. Sé que puedo procurar ayuda temporal y espiritual. A menudo me recuerdo a mí misma que debo mantener una perspectiva eterna, recordar que el Salvador comprende todo dolor e injusticia que siento, y considerar la forma en que Él puede ayudarme a llegar a ser más semejante a Él ante las pruebas.
Creo en Jesucristo y en Su evangelio. Sé que, con Él, siempre puedo superar los momentos oscuros y volver a hallar luz. Gracias a Él, he descubierto que realmente es posible amar la vida y tener gozo y paz, incluso en medio de los desafíos. Estoy muy agradecida cada día por el sentido y la esperanza que Él le brinda a mi vida. Sé que, si confiamos en Él, Él siempre traerá esperanza a nuestra vida.