2022
Mi amiga tenía preguntas sobre el Evangelio: ¿Y si yo no tenía las respuestas?
Noviembre de 2022


Mi amiga tenía preguntas sobre el Evangelio: ¿Y si yo no tenía las respuestas?

No sabía si tenía alguna respuesta que pudiera ayudar a mi compañera de cuarto, pero el Espíritu me ayudó a encontrar las respuestas que necesitaba.

Imagen
dos mujeres sentadas conversando

“Simplemente creo que nunca he sentido el Espíritu ni el amor de Dios por mí”.

Esas palabras de mi compañera de cuarto de la universidad me destrozaron. Estábamos teniendo un profundo análisis del Evangelio en el que ella parecía tener más preguntas de las que yo podía contestar.

¿Cómo podía explicarle la forma en la que yo sentía el amor de Dios a alguien que pensaba que nunca lo había sentido? ¿Cómo podía ayudarla a encontrar respuestas a preguntas sobre el Evangelio cuando yo tampoco tenía todas las respuestas? ¿Y si decía algo que pudiera malinterpretarse?

Desesperada por ayudarla, hice una oración en silencio pidiendo ayuda. A medida que nuestra conversación avanzaba, me inundaron la mente varios pasajes de las Escrituras relacionados con un tema (me sentí muy agradecida por mi estudio de las Escrituras y mi clase de Instituto en ese momento). Tenía el corazón y la mente llenos de tantas verdades que pensé en compartirlas todas con ella, pues deseaba muchísimo mostrarle evidencias y convencerla de la veracidad del Evangelio. Sin embargo, sentí que el Espíritu me inspiraba a escoger solo un par de cosas que compartir que se aplicaran mejor a sus preguntas.

Le relaté algunas de mis propias experiencias para dar contexto a mis respuestas y, de alguna manera, también pude compartir mi testimonio. Hubo algunas preguntas que no me sentía preparada para responder, y admití que no lo sabía todo, pero sabía que sí tenía fe.

Sentirse incapaz

Me pareció que fue una conversación exitosa, pero pasé el resto de la noche preguntándome si mis esfuerzos habían valido la pena. Me sentía incapaz. En verdad no conocía todas las respuestas y sentía que no había hecho lo suficiente para ayudarla.

Sin embargo, antes de acostarme, leí Doctrina y Convenios 100. Los versículos 6 y 7 me llamaron la atención. Decían:

“[P]orque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir.

“… cualquier cosa que declaréis en mi nombre [debe] declar[arse] con solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre, en todas las cosas”.

Reflexioné en nuestra conversación y en verdad me sorprendió cuán rápido me habían venido a la mente las Escrituras y las citas. El Espíritu me habló al corazón y supe que Él me había guiado para saber qué decir. Sentí la seguridad de que había contestado “con solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre”. Sabía que había hecho bien en evitar tratar de utilizar los hechos y las evidencias para convencerla, y en compartir solo las verdades que pensaba que ella debía escuchar en ese momento.

Esa experiencia me ayudó a darme cuenta de lo mucho que Dios se preocupa por mi compañera de cuarto y por todos nosotros.

Podemos confiar en el Espíritu para compartir la verdad

Es posible que esa conversación no haya cambiado nada de forma drástica en su vida, pero sí marcó una diferencia en la mía. No esperaba que mis palabras le infundieran a mi compañera de cuarto un testimonio inmediato e inquebrantable. Y no fue así. Pero sé que ella ahora comprende mejor algunos aspectos del Evangelio y se siente más en paz.

Yo sabía que mis respuestas no eran perfectas. Sin embargo, también sabía que el Padre Celestial conoce y ama a cada uno de Sus hijos, y Él me inspiró a decir lo que a ella le sería de más ayuda. El presidente Henry B. Eyring, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, ha dicho: “El tan solo oír las palabras de la doctrina puede sembrar la semilla de la fe en el corazón”1.

Así que, aunque mi compañera de cuarto todavía tiene preguntas, las verdades que le compartí podrían ayudar a hacer crecer y fortalecer su testimonio más de lo que jamás podré saber. Y para mí, el compartir esas verdades fortaleció mi testimonio de lo mucho que Dios ama a Sus hijos. Sé que, a medida que tengamos valor para compartir lo que tenemos en el corazón y confiemos en el Espíritu, Él nos guiará para saber qué decir a fin de compartir el amor y la luz de Jesucristo con cualquier persona, en especial con aquellas que buscan la verdad.

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