“Abuso, adopción y sanación”, Liahona, enero de 2023.
Jóvenes adultos
Abuso, adopción y sanación
Mi familia era abusiva e inestable, pero por medio de Cristo ahora tengo esperanza para mi futura familia.
Me crie en un entorno inestable. Mis padres biológicos abusaron de mí y me descuidaron, y tuve muchos desafíos difíciles. Tuve problemas de ansiedad, de imagen corporal, anorexia y depresión situacional que se apoderaron de mí durante años.
Mis padres biológicos habían sido sellados en el templo, pero poco después de que yo fuera bautizada a los ocho años, empezaron a alejarse de la Iglesia. Y cuanto más se alejaban de sus convenios, más empeoraba nuestra situación.
A los catorce años, yo cuidaba a mi hermano autista y a mi madre. Yo estaba perdida y fuera de control. Me odiaba a mí misma y odiaba mi situación, y creía que mi vida nunca cambiaría.
Sin embargo, entonces sucedió un milagro. Mi madre biológica se dio cuenta de que no podía cuidar de mí y llamó a su hermano en Singapur para preguntarle si quería adoptarme. Con mis maletas y lágrimas en los ojos, me subí a un avión para comenzar una nueva vida, una vida libre de abuso. Pero adaptarme a mi familia adoptiva y a una nueva cultura era difícil, y me costaba seguir adelante.
Mis padres adoptivos hicieron todo lo posible por ayudarme. Acudí a terapeutas y médicos; también empecé a ir a la Iglesia otra vez, pero aprender acerca de un Padre Celestial que me ama y tiene un propósito para mí me resultó difícil, porque no lo creía después de todo lo que había soportado.
Yo no era feliz. No sabía cómo sanar del pasado y todavía me sentía desesperanzada con respecto al futuro.
El deseo de sanar
Un día, estaba meditando acerca de lo corta que es la vida terrenal. No quería pasar la vida sintiéndome infeliz. Necesitaba aprender de mis pruebas, aplicar los principios del Evangelio que me habían enseñado e invitar a Cristo a mi vida.
Di un salto de fe y comencé a arrodillarme y a pedir al Padre Celestial, cada día, poder para perdonar a mis padres biológicos, para cambiar mi temor por fe, para encontrar sanación y felicidad y para reconocer el amor en mi vida. Fui a Instituto y comencé a estudiar las Escrituras y a aplicar las verdades del Evangelio en mi vida.
Verdaderamente busqué el poder sanador de Jesucristo y de Su expiación. Y, con el tiempo, mi vida comenzó a cambiar. Con paciencia, con tratamientos médicos y terapéuticos y llenando mi vida con el Espíritu cada día, comencé a sanar: me sentí menos retraída y más como yo misma. Me sentí segura, presté servicio a otras personas, me amé, perdoné y me acepté a mí misma; establecí relaciones sanas y amorosas; comencé a sentir el amor que Dios siente por mí y, por primera vez en mi vida, sentí verdadero gozo.
Cristo ofrece esperanza para nuestro futuro
No puedo cambiar mi pasado, pero como dice Doctrina y Convenios 122:7: “… todas estas cosas [m]e servirán de experiencia, y serán para [mi] bien”. Ahora sé que el Salvador me sostuvo durante mis dificultades. Y, a pesar de ellas, he progresado mucho debido a mi deseo de cambiar y porque sigo acudiendo a Él.
Si se encuentran en una situación familiar difícil, sepan que tienen un Padre Celestial que los conoce y los ama y que les abrirá la puerta a un futuro brillante. Antes de ser adoptada, me decía a mí misma que mis circunstancias nunca cambiarían, que nunca me casaría ni tendría hijos porque temía que sufrieran como yo, pero he descubierto que, independientemente de las dificultades que hayamos tenido en nuestra familia, si buscamos a Cristo podemos edificar nuestros futuros hogares y familias eternas con esperanza, las verdades del Evangelio y amor.
El élder Clark G. Gilbert, de los Setenta, enseñó: “Todos […] empezamos en distintos lugares, dotados de diversos entornos vitales. Algunos nacen con intersecciones altas y llenas de oportunidades. Otros enfrentan circunstancias […] que son desafiantes […]. Después avanzamos a lo largo de una pendiente de progreso personal. Nuestro futuro estará determinado mucho más por nuestra pendiente que por nuestro origen. Jesucristo ve el potencial divino, sin importar dónde empezamos […]. Él hará todo lo que pueda por ayudarnos a dirigir nuestra pendiente hacia el cielo”1.
Sean cuales sean sus circunstancias, ¡hay esperanza y sanación en Jesucristo! Él está con ustedes y los guiará a la paz y al gozo a medida que lo busquen, y siempre lo hará.