Cómo Jesucristo me dio paz después de la muerte de mi madre
No tenía idea de dónde buscar respuestas.
Durante mi último año de escuela secundaria, mi madre enfermó. Cuando falleció, fue el período más difícil de mi vida. Su muerte se llevó mi alma y caí en la desesperación. También tenía mucha angustia por mi futuro. Nadie podría pagar mis estudios porque mi padre ya estaba jubilado debido a su salud. Fue difícil terminar el año escolar, pero mi tía y mi hermana mayor me apoyaron hasta el final.
Unos años más tarde, comencé a preguntarme sobre la situación actual de mi madre. ¿A dónde se había ido? ¿Todavía estaba viva en algún lugar? ¿Siempre sería mi madre o nuestra relación era solo para esta vida? Mis preguntas eran complejas y empecé a dudar de si alguna vez podría encontrar respuestas. Ni siquiera sabía dónde empezar a buscarlas.
Un día me reuní con un amigo y, mientras conversábamos, me contó que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero que ya no iba a la iglesia porque quería dedicarse a la música. Le dije que a veces veía pasar a los misioneros por delante de mi casa, pero que no sabía mucho sobre su religión. Le dije que esperaba que hubiera algo bueno en ella porque necesitaba respuestas.
Le rogué que fuéramos juntos a la iglesia el domingo y él aceptó. En la iglesia, de inmediato me conmovió el amor que me demostraron los miembros, me recibieron como si ya nos conociéramos. Tuve la sensación de que allí podría encontrar lo que estaba buscando.
Un cambio en el corazón
Los misioneros empezaron a visitarme. Al principio, no fue fácil aprender sobre el Evangelio restaurado cuando ya se me había enseñado de manera diferente y, durante un tiempo, las lecciones se convirtieron en conversaciones sobre diferentes creencias. Sin embargo, un día me dije a mí mismo que yo era quien tenía preguntas que quería resolver, no los misioneros, así que debía darles tiempo y estar abierto a sus enseñanzas.
Después de ese día, comencé a experimentar un poderoso cambio en el corazón (véase Mosíah 5:2; Alma 5:14). Aprendí que mi madre siempre será mi madre, incluso en la vida venidera. Aprendí que podíamos ser sellados si aceptaba el Evangelio y efectuaba las ordenanzas en el templo por mi madre y por todos los miembros de mi familia que habían fallecido.
Esas verdades penetraron mi corazón. Cuando comencé a estudiar el Evangelio, especialmente el Libro de Mormón, las verdades que aprendí me llenaron de una luz radiante. Esa luz comenzó a reemplazar mi desesperación por las preguntas sin respuesta con una firme seguridad en Jesucristo.
Siete meses más tarde, fui bautizado. Quería hacer todo lo posible para reunirme con mi madre algún día, pero mi familia estaba preocupada. Soy el noveno de una familia de diez hijos. Cuando traté de compartir el Evangelio con ellos, sus corazones no estaban listos para recibir el mensaje; pero tengo la esperanza de que algún día también obtengan un testimonio del Evangelio y de cómo nuestra familia puede ser eterna.
Esperanza en Jesucristo
El Evangelio restaurado me devolvió la esperanza que perdí durante muchos años. Ahora entiendo que la vida tiene significado porque conozco mi identidad como hijo de Dios, como hijo del convenio y como discípulo de Jesucristo1.
El Evangelio también me brindó paz interior y la tranquilidad que necesitaba cuando perdí a mi amado padre en noviembre del 2020. No estaba tan desconsolado como cuando falleció mi madre porque tenía el conocimiento del plan de redención. También me estaba preparando para prestar servicio en una misión de tiempo completo. Mi llamamiento llegó el día después del funeral de mi padre.
A pesar de los efectos devastadores que desgarraron mi corazón cuando perdí a mis seres queridos, ahora siento paz y gozo gracias a Jesucristo, Su Expiación y Su Resurrección porque sé que podemos ser perdonados de nuestros pecados. Podemos reunirnos con quienes nos dejaron en esta vida terrenal y ellos tendrán cuerpos gloriosos y resucitados. Volveré a ver a mi madre y a mi padre y, gracias a las ordenanzas del templo, estaremos juntos por la eternidad.
Como enseñó el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Testifico que el futuro estará tan colmado de milagros y de abundantes bendiciones como el pasado. Tenemos todos los motivos para esperar bendiciones aún mayores que las que ya hemos recibido porque esta es la obra del Dios Todopoderoso, esta es la Iglesia de la revelación continua, y este es el Evangelio de gracia y benevolencia ilimitadas de Cristo”2.
Sé que el futuro ya no será incierto para mí debido a la roca sobre la cual me establecí, la cual es Jesucristo (véase Helamán 5:12). Sé que Su camino lleva a la felicidad en esta vida y a la vida eterna en el mundo venidero.