“Algunas personas perciben su sentido interior de género como un género que no concuerda con el sexo biológico que tenían al nacer. La Iglesia no ha adoptado una postura sobre las causas de esos sentimientos. Algunas personas que experimentan esos sentimientos se identifican como transgénero” (“Personas que se identifican como transgénero”, Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.6.23).
Sí, Dios le ama. Él conoce y ama a todos Sus hijos, y es consciente de las dificultades que afronta. El presidente Thomas S. Monson explicó: “Ese amor nunca cambia […]. Está allí para cuando se sientan tristes o felices, desanimad[os] o esperanzad[os]. El amor de Dios está allí ya sea que sientan que [lo] merezcan […] o no; simplemente siempre está allí” (“Nunca caminamos solos”, Liahona, noviembre de 2013, pág.124).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Más que nada, nuestro Padre desea que Sus hijos elijan regresar a casa con Él. Todo lo que Él hace está motivado por Su deseo anhelante” (“The Love and Laws of God [El amor y las leyes de Dios]”, devocional en la Universidad Brigham Young, 17 de septiembre de 2019, speeches.byu.edu).
La hermana Sharon Eubank enseñó: “Testifico que son amados. El Señor sabe cuánto se esfuerzan; ustedes están progresando. Sigan adelante. Él ve todos sus sacrificios que nadie más ve y los cuenta para su bien y el bien de aquellos a quienes aman. La obra que realizan no es en vano, no están solos (“Cristo: La luz que resplandece en las tinieblas”, Liahona, mayo de 2019, pág. 76)
El género es una característica esencial del plan de felicidad del Padre Celestial (véase Génesis 1:27). El significado que se quiso dar a la palabra género en “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” es el sexo biológico al momento de nacer.
“[Aquellas] personas [que] perciben su sentido interior de género como un género que no concuerda con el sexo biológico que tenían al nacer […] suelen afrontar desafíos complejos. A ellas, así como a sus familias y amigos, se les debe tratar con tacto, bondad, compasión y amor cristiano. […]
“Las personas dignas que no buscan una transición quirúrgica, médica o social del sexo biológico que tenían al nacer pueden disfrutar de todos los privilegios de ser miembros de la Iglesia.
“Los líderes de la Iglesia aconsejan no buscar una transición quirúrgica, médica ni social para dejar el sexo biológico que se tenía al nacer. (Realizar una transición social significa identificarse y presentarse intencionalmente como alguien diferente del sexo biológico que se tenía al nacer, y puede incluir cambiar la forma de vestir, el arreglo personal, los nombres o los pronombres). Los líderes advierten que realizar tales acciones resultará en algunas restricciones a la condición de miembro de la Iglesia. Dichas restricciones incluyen el recibir o ejercer el sacerdocio, el recibir o utilizar la recomendación para el templo, y el servir en algunos llamamientos de la Iglesia. […]
“Los miembros que hayan iniciado el proceso de hacer la transición y que luego hagan la transición de nuevo para volver al sexo biológico que tenían al nacer, y que sean dignos y asuman el compromiso de guardar los mandamientos de Dios, pueden disfrutar de todos los privilegios del ser miembros de la Iglesia.
“Las circunstancias varían mucho de una persona a otra y pueden cambiar con el tiempo. Se anima a los miembros que perciben que su sentido interior de género no concuerda con el sexo biológico que tenían al nacer o que se identifican como transgénero, así como a los padres o tutores de los menores de edad que afronten tales circunstancias, a buscar el consejo de su obispo. Los obispos consultan al presidente de estaca a fin de tratar las circunstancias individuales con tacto y amor cristiano. Los presidentes de estaca y de misión consultan a la Presidencia de Área” (Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.6.23).
Sí. Los miembros de la Iglesia le necesitan y le aman. Si usted se define como una persona transgénero, sabemos que afronta desafíos complejos. Usted y su familia y amigos son tan merecedores del amor cristiano como cualquiera de los hijos de Dios y se les debe tratar con sensibilidad, bondad y compasión.
La Iglesia está para “perfeccionar a los santos” (Efesios 4:12). Los miembros aún no son perfectos, pero se están esforzando por llegar a ser más como el Salvador.
No todos los que le rodean serán perfectos en expresar amor, compasión o sensibilidad. En el mundo de hoy, es fácil sentirse ofendido o causar ofensas, y los desafíos importantes pueden hacernos vulnerables a ofensas no intencionadas debido a palabras inapropiadas o comentarios erróneos. Como miembros de la Iglesia, todos estamos aprendiendo y progresando.
Se le alienta a asistir, ser activo y buscar oportunidades de compartir sus talentos y habilidades al prestar servicio en su barrio y estaca.
“Las personas que hacen la transición del sexo biológico que tenían al nacer son bienvenidas a asistir a las reuniones sacramentales y a participar en la Iglesia de muchas otras maneras. Se alienta a estas personas y a sus familias a deliberar con sus líderes locales en cuanto a la participación en la Iglesia. Los líderes de la Iglesia enseñan la verdad del Evangelio y ministran a la manera de Cristo. Consideran las necesidades de todas las partes” (Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.6.23).
Todos los hijos de nuestro Padre Celestial son bienvenidos en la Iglesia.
La hermana Michelle Craig enseñó: “Los Santos de los Últimos Días vienen en muchas formas y tamaños, pero ‘todos son iguales ante Dios’, ‘sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres’, solteros o casados, ricos o pobres, jóvenes o mayores, miembros de toda la vida o conversos recientes. No importa quiénes son o con qué estén lidiando, están invitados a la mesa del Señor” (“La capacidad espiritual”, Liahona, noviembre de 2019, pág. 21).
Dios promete que, si obedecemos Sus leyes, tendremos gozo eterno, y él siempre cumple Sus promesas. Si usted se define como una persona transgénero, puede hacer promesas a Dios y cumplirlas; puede caminar en Su luz y participar en Su Iglesia.
El élder D. Todd Christofferson ha observado:
“Todos tienen dones; todos tienen talentos; todos pueden contribuir al desarrollo del plan divino en cada generación. […] Muchos de ustedes hacen todo lo posible; y cuando los que llevan las cargas más difíciles de la mortalidad levantan su voz en defensa del plan de Dios para exaltar a Sus hijos, todos estamos listos para apoyarlos. Con confianza testificamos que la Expiación de Jesucristo ha previsto, y al final compensará, todas las privaciones y pérdidas para aquellos que se vuelvan a Él. Nadie está predestinado a recibir menos que todo lo que el Padre tiene para Sus hijos” (“El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, Liahona, mayo de 2015, págs. 52−53).
Si se siente cómodo para hablar con uno de sus padres, con otro miembro de la familia, con un amigo o con un líder de la Iglesia, considere la posibilidad de compartir sus sentimientos con ellos. Ayúdeles a comprender por lo que está pasando para que ellos puedan brindar el apoyo que necesita.
Sea paciente con la gente a su alrededor y recuerde que todos están aprendiendo juntos. Si sus seres queridos tienen dificultad para comprenderle o para apoyarle, tal vez necesiten su ayuda; trate a sus padres y a sus líderes con la misma bondad y respeto que usted espera de ellos.
Los sentimientos de incongruencia de género no constituyen una medida de su fidelidad. Muchas personas oran durante años y hacen todo lo posible por ser obedientes en un esfuerzo por reducir estos sentimientos y, sin embargo, descubren que todavía sienten conflicto. Eso no es inusual. El espectro de intensidad de esos sentimientos varía de una persona a otra, y de un momento a otro en la misma persona. También puede variar en niños, jóvenes o adultos.
Tal vez no pueda controlar la intensidad ni la duración de esos sentimientos; sin embargo, puede elegir cómo responde a ellos. A algunas personas les resulta útil centrarse en el modo en que sus experiencias les ayudan a aprender y progresar. El alinear nuestra voluntad con la voluntad de Dios es un importante acto de fe que conlleva grandes bendiciones ahora y aún mayores bendiciones en el mundo venidero. (véase Doctrina y Convenios 59:23).
El Salvador comprende perfectamente nuestras circunstancias particulares. Como seres mortales, nuestra comprensión es limitada. Podemos declarar con Nefi que “[sabemos] que ama a sus hijos; sin embargo, no [sabemos] el significado de todas las cosas” (1 Nefi 11:17).
Al buscar respuestas y guía en su trayectoria personal, usted puede confiar en el Padre Celestial y en el poder inherente al sacrificio expiatorio de Su Hijo. Cuando Jesucristo tomó sobre Sí los pecados del mundo, también soportó todo dolor y aflicción que cualquier ser humano podría llegar a sentir (véase Alma 7:11–12).
Recuerde que lo primero y más importante es que usted es hijo de padres celestiales. Comprenda lo que significa ser hijo de Dios. La forma en que se percibe a sí mismo puede cambiar a lo largo de su vida.
La hermana Joy D. Jones enseñó:
“El Espíritu nos confirmará de manera personal a cada uno de nosotros nuestro valor divino. Saber verdaderamente que son hij[os] de Dios influenciará cada aspecto de su vida y l[os] guiará en el servicio que ofrezcan cada día. El presidente Spencer W. Kimball lo explicó con estas gloriosas palabras:
“‘Dios es su Padre y l[os] ama. Tanto Él como su Madre Celestial l[os] valoran más allá de toda medida. […] Ustedes son muy especiales; son únic[o]s en su tipo, hech[o]s de una inteligencia eterna que les da la total posibilidad de alcanzar la vida eterna.
“‘No deben tener ninguna duda acerca de su valor individual. La intención primordial del plan del Evangelio es la de proveer a cada un[o] de ustedes la oportunidad de alcanzar sus más altos potenciales, los cuales significan el progreso eterno y la posibilidad de alcanzar la divinidad’ [véase “Privilegios y responsabilidades de la mujer”, Liahona, febrero de 1979, pág. 145]. […] Al elevarnos el Señor a terrenos más altos, podemos ver más claramente no solo quiénes somos, sino que estamos más cerca de Él de lo que jamás hayamos imaginado” (“Un valor inconmensurable”, nullLiahona, noviembre de 2017, págs. 14–15 (cursiva eliminada).
Sí. Los miembros fieles cuyas circunstancias no les permitan recibir las bendiciones del matrimonio eterno y de la paternidad o maternidad en esta vida recibirán todas las bendiciones prometidas en las eternidades, siempre y cuando guarden los convenios que hayan hecho con Dios.
El rey Benjamín enseñó: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado” (Mosíah 2:41).
Si cree que podría hacerse daño, busque ayuda de inmediato. Llame a un proveedor de servicios de emergencia o a una línea telefónica de ayuda gratuita ante crisis de su localidad. Se pueden encontrar algunas líneas telefónicas de ayuda en “¿En crisis? Habla ahora” (laiglesiadejesucristo.org).
Los sentimientos de depresión son reales y pueden ser abrumadores y debilitantes. Si se siente deprimido o piensa en hacerse daño, hable con alguien en quien confíe. Si se encuentra en los Estados Unidos, llame a la National Suicide Prevention Lifeline [Línea telefónica nacional de prevención del suicidio]. Consulte los recursos de la Iglesia sobre el suicidio, tales como Pensamientos suicidas, en Ayuda para la vida y Autosuficiencia, en laiglesiadejesucristo.org o en la aplicación Biblioteca del Evangelio. La terapia profesional y la atención médica también pueden ser de ayuda.
Las investigaciones muestran que, si experimenta sentimientos transgénero, puede tener un mayor riesgo de depresión o suicidio. Si está deprimido o está pensando en suicidarse, busque la ayuda de un profesional de la salud mental competente. Doctrina y principios y otros recursos se pueden encontrar en la sección sobre el suicidio de Ayuda para la vida y Autosuficiencia, en laiglesiadejesucristo.org o en la aplicación Biblioteca del Evangelio.
En la Conferencia General de octubre de 2019, la hermana Reyna I. Aburto habló de su propia experiencia de vida con el dolor asociado con la depresión y el suicidio. Explicó que la “depresión, [la] ansiedad y otras aflicciones mentales y emocionales […] p[ueden] distorsionar la forma en que nos vemos a nosotros mismos, a los demás e incluso a Dios […].
“Como otras partes del cuerpo, el cerebro está sujeto a enfermedades, traumas y desequilibrios químicos. […]
“En algunos casos se puede determinar la causa de la depresión o ansiedad, pero en otros podría ser difícil de discernir. […] Podrían necesitarse terapia o medicamentos bajo la dirección de profesionales capacitados.
“Si no se atienden, las afecciones mentales o emocionales pueden causar aislamiento, malentendidos, ruptura de relaciones, daño autoinfligido y hasta el suicidio. […]
“Penosamente, muchos que sufren casos graves de depresión se distancian de los demás santos porque sienten que no encajan en un molde imaginario. Podemos ayudarles a saber y sentir que sí tienen un lugar entre nosotros. Es importante darnos cuenta de que la depresión no se deriva de la debilidad y normalmente tampoco del pecado. Más bien, ‘aumenta si se mantiene en secreto y se mitiga con la empatía’ [Jane Clayson Johnson, Silent Souls Weeping, 2018, pág.197]” (“En sol y sombra, Señor, acompáñame”, Liahona, noviembre de 2019, págs. 57–58).
El presidente Jeffrey R. Holland habla con compasión sobre cómo lidiar con la depresión: “Sea cual fuere su lucha, mental, emocional, física o de otro tipo, ¡no nieguen el preciado valor de la vida acabando con ella! Confíen en Dios. Aférrense a Su amor. Sepan que un día el alba brillará intensamente y todas las sombras de la mortalidad huirán” (“Como vasija quebrada”, nullLiahona, noviembre de 2013, pág. 42).