El Señor le dijo a Jacob que regresara a su tierra natal. Jacob estaba nervioso; no tenía una relación amigable con su hermano Esaú cuando se fue. Sin embargo, el Señor prometió que todo saldría bien: “[Y]o estaré contigo”, dijo Él (Génesis 31:3).
Cuando Jacob estaba cerca de su casa, se enteró de que Esaú vendría a recibirlo… ¡acompañado de cuatrocientos hombres! Ahora Jacob estaba muy nervioso. Por lo general, no traes ese tipo de respaldo si estás planeando una reunión amistosa.
En Génesis 32 se describe cómo Jacob hizo lo siguiente:
- Efectuó planes en caso de que el ejército de Esaú lo atacara (véanse los versículos 7–8).
- Oró y reconoció las misericordias del Señor (véanse los versículos 9–10).
- Rogó que su familia fuera protegida (véanse los versículos 11–12).
¿Qué pasó después? ¡Todo salió bien! El comienzo de Génesis 33 habla sobre el dulce reencuentro entre los hermanos.
¡Hay mucho que podemos aprender sobre este relato! Es normal sentirse nervioso al hacer algo difícil. No significa que te falte fe. Si el gran profeta Jacob necesitaba consuelo, ¡no es de sorprender que el resto de nosotros también lo necesitemos de vez en cuando! Cada vez que afrontamos desafíos, es inteligente prepararnos para lo peor y orar para lo mejor.