En Mateo 20, el Salvador relató una parábola que, al principio, puede parecer realmente injusta. Este es el resumen:
- Un propietario contrata a algunos obreros, diciéndoles por adelantado cuánto dinero obtendrán por el día de trabajo.
- Once horas después, cerca del final de la jornada, el jefe contrata a más obreros.
- ¡El propietario paga a esos obreros la misma cantidad que las personas que trabajaron todo el día!
¿Es eso justo? Bueno, lo es porque todos recibieron lo que se les prometió. A los obreros que trabajaron todo el día se les dijo lo que se les pagaría, aceptaron el trato, hicieron el trabajo y se les pagó. Así también lo hicieron los otros obreros.
El élder Jeffrey R. Holland nos ayuda a entender cómo se relaciona esto con nuestra vida.
“… habrá ocasiones en nuestra vida cuando otra persona reciba una bendición inesperada o algún reconocimiento especial. Ruego que no nos sintamos heridos, y desde luego que no sintamos envidia cuando la buena fortuna le llegue a otra persona. El que otro reciba, no nos quita nada a nosotros”1.
Nuestra relación con Dios es personal y no es algo que pueda compararse o cuantificarse en relación a otras personas. Así que amémonos y apoyémonos unos a otros y concentrémonos en el gozo de lo que se nos ha dado, en lugar de quedarnos atrapados en las comparaciones y los celos. ¡El amor de Dios es suficiente para abarcarnos a todos!
Bendiciones que se dan libremente
NOTAS
1. Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Conferencia General de abril de 2012, cursiva agregada.
Esta publicación apoya las lecciones de “Ven, sígueme” de Mateo 19–20, Marcos 10 y Lucas 18. Puedes encontrar la lección completa aquí.