“Lo escucho” al alinear mi mente con Su voluntad
Estoy tratando de reflejar en mi vida la fe que tengo en el Salvador Jesucristo y en Su evangelio; fe que siempre se nutre al escuchar la palabra de Dios en las Santas Escrituras y en las enseñanzas de los profetas. Este esfuerzo espiritual me ha abierto los oídos y la mente, y me ha ayudado a mejorar mi capacidad de escuchar al Señor con más intensidad.
Permítanme compartir algunas de las maneras en que “lo escucho”.
Lo escucho al alinear mi mente con Él
He estado haciendo un esfuerzo diario por alinear mi mente con las cosas que son buenas, dignas de alabanza y virtuosas. Al mismo tiempo, he hecho un esfuerzo adicional por eliminar de mi mente y de mi corazón todo lo que no sea bueno. Cuando un pensamiento impuro viene a mi mente, trabajo arduamente para que no permanezca allí, porque sé que eso puede llevarme a tomar decisiones inapropiadas y traerme consecuencias indeseables. Trato siempre de reemplazarlo por algo bueno porque estoy seguro de que la luz y la oscuridad no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo.
Lo escucho por medio del Libro de Mormón
Otra manera en que he tratado de llenar mi alma de luz es por medio del Libro de Mormón. En la introducción del Libro de Mormón dice: “Invitamos a toda persona, dondequiera que se encuentre, a leer el Libro de Mormón, a meditar en su corazón el mensaje que contiene y luego a preguntar a Dios, el Padre Eterno, en el nombre de Cristo, si el libro es verdadero. Quienes así lo hagan y pidan con fe lograrán un testimonio de la veracidad y la divinidad del libro por el poder del Espíritu Santo”.
Cuando acepté esa invitación de leer el Libro de Mormón y meditar en él, también acepté la invitación para conocer al Señor. Cuando sigo este modelo, confío en que esta promesa se cumplirá y que escucharé la voz del Señor confirmando la veracidad de lo que he estudiado y leído. Esto se ha dado paso a paso, a medida que he seguido estudiando el Libro de Mormón.
La combinación de leer, meditar y orar formó parte de mi preparación para escuchar al Señor, ya que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo y Su misión divina. Cuando ponemos nuestra fe en las promesas del Señor, también nos estamos preparando para escuchar Su voz, que es suave, dulce, clara e inconfundible.
Lo escucho al hacer compromisos con el Señor
Al poner mi fe en las promesas del Señor y en Su evangelio, he hecho compromisos de amar a Jesucristo por encima de cualquier otra cosa, de renunciar a las cosas que no eran buenas en mi vida y de respetar los mandamientos de Dios. Cumplir con esos compromisos requiere dedicación constante, y he aprendido que puedo llegar a ser más semejante a Cristo, andar en Su luz y reducir la influencia del mal en mi vida. Eso me ha ayudado a aumentar mi sensibilidad espiritual, y ha hecho crecer mi disposición a escucharlo y entender Su voz. Al aceptar la invitación del Salvador de seguirlo, me estoy sometiendo a Su voluntad. Puedo decir con certeza, que eso me ha ayudado a desarrollar una mayor capacidad de escuchar al Señor y seguirlo.
Lo escucho al enseñar el Evangelio y seguir al Espíritu
Recuerdo una experiencia de cuando serví como presidente de misión. Para una conferencia de zona, había preparado un discurso para los misioneros, que pensé que era muy bueno. Estaba completamente preparado y, por la mañana, comencé a tener un sentimiento de duda, como si escuchara la voz del Señor decir: “Esto no es lo que tus misioneros necesitan”.
Me arrodillé, oré y luego el Señor me llevó a la sección 33 de Doctrina y Convenios, que es una revelación dada al profeta José Smith para dos hombres que fueron llamados a predicar el Evangelio. Cambié el discurso por completo y se atendieron las necesidades exactas que los misioneros tenían en esa ocasión. Recuerdo que el sentimiento de paz que vino a mi corazón fue muy fuerte, confirmando en mi mente y en mi corazón que eso era lo que los misioneros necesitaban aprender ese día. Esa decisión de escuchar al Señor cambió la dirección de nuestra misión, cambió la visión de los misioneros y cambió la forma en que llevamos a cabo la obra.
El Señor me da un sentimiento cálido e inconfundible en todo mi cuerpo cuando algo es correcto. El proceso conmigo es paso a paso. Primero, debo hacer mi parte. Cuando voy en la dirección equivocada, me siento confundido y perdido, pero cuando permito que mi mente reflexione, el Señor comienza a iluminar mi mente y las ideas comienzan a venir con más claridad.
Este proceso me ha ayudado a centrar mi vida más en el Salvador y me ha ayudado a escucharlo de un modo más intenso y continuo.