En Ghana, el amigo de David, Courage, compartió el Evangelio siendo valiente y amigable. “Mientras pasaba en bicicleta por una iglesia, vi a muchas personas bailando”, dijo David. “Llamé a un joven (de nombre Courage) y le pregunté qué habían estado haciendo. Me dijo que habían ido a unas clases llamadas Seminario; añadió que iba a haber una actividad en la capilla, y me preguntó si quería ir con él. Courage, como el amigo que es, en verdad me cambió la vida al ayudarme a conocer el Evangelio”.
Abigail, de Uruguay, le mostró a un amigo cómo el Evangelio podía ayudarlo. Ella dijo: “Nos estábamos preparando para un examen y me dijo que estaba muy nervioso. Sentí que tenía que enseñarle a orar, y entonces inclinamos la cabeza y oramos en silencio para pedir ayuda para el examen. Estoy agradecida de que la oración pudiera ayudar a tranquilizar a mi amigo”.
En Noruega, Ruben encontró fortaleza en la oración para compartir el Evangelio. “Mi hermana y yo somos los únicos miembros de la Iglesia en nuestra escuela. Las personas se dan cuenta de que somos distintos y siempre nos hacen preguntas. Al principio me ponía nervioso al hablar con ellos, pero oré para poder decir lo correcto, y han escuchado y respetado mis decisiones”.
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