Conclusión
Devocional mundial de la Sociedad de Socorro 2024
Domingo, 17 de marzo de 2024
Hermanas, entramos en la senda de los convenios al bautizarnos. “Luego entramos más completamente en ella en [la Casa del Señor]”1.
Invitamos a cada una de ustedes a prepararse para las bendiciones de la investidura y a recibirlas en la Casa del Señor. Las hermanas dignas que deseen recibir su propia investidura podrán hacerlo si tienen al menos dieciocho años; ya han completado o ya no asisten a la escuela secundaria o equivalente; ha transcurrido un año completo desde su confirmación; y sienten el deseo de recibir y honrar los convenios del templo durante toda su vida2.
El presidente Nelson ha dicho:
“Si pudiera hablar con cada hombre y cada mujer que anhelan el matrimonio, pero que aún no han encontrado a su eterno compañero o compañera, los instaría a que no esperen a casarse para recibir la investidura en la Casa del Señor. Empiecen ahora a aprender y a experimentar lo que significa estar armado con el poder del sacerdocio”3.
Ofrezco mi testimonio de que el presidente Russell M. Nelson es el portavoz del Señor sobre la tierra en la actualidad. Él ha expresado repetida y claramente que cuando nos unimos a Jesucristo mediante convenios sagrados del sacerdocio en la Casa del Señor, podemos recurrir al poder de Dios y nunca tenemos por qué sentirnos solos.
Hermanas, si están investidas, permanezcan recomendadas al Señor manteniendo su recomendación vigente y asistiendo a la Casa del Señor con regularidad. El Señor está propiciando que Sus templos estén más al alcance de todos.
Nuestro amado profeta nos ha invitado a hacer la obra “espiritualmente fortalecedor[a]” de “trabajar con el Espíritu”4 para comprender cómo podemos recurrir al poder de Dios, el poder del sacerdocio, para ayudar a nuestra familia y a nuestros seres queridos. Reitero esa invitación humildemente y agrego mi testimonio al del presidente Nelson de que “su poder aumentará a medida que presten servicio a los demás. Sus oraciones, ayuno, tiempo dedicado a las Escrituras, servicio en el templo y la obra de historia familiar les abrirán los cielos”5.
Hace unos meses tuve la encantadora oportunidad de hablar en una conferencia para mujeres en Corea del Sur. Había casi 1400 hermanas reunidas en el evento, el cual culminó con un devocional en el que les compartí un mensaje del presidente Nelson de que el Padre Celestial, Jesucristo y el profeta las aman, hermanas, y que son necesarias para preparar el mundo para la Segunda Venida del Salvador; y que son preciadas hijas de Dios.
Al concluir mis palabras, salí de la plataforma para sentarme con las hermanas y disfrutar de una interpretación final en video de “Soy un hijo de Dios”. En cuanto terminó la reunión, la hermana que estaba sentada justo detrás de mí me preguntó si nos podíamos sacar una foto, y después me susurró: “¡Él te ama!”. Fue un entrañable momento en el que se me recordó esa verdad esencial, y luego tuve que salir rápido para llegar a mi vuelo.
Alrededor de una semana después, recibí un mensaje de mi nueva amiga, que explicó que había ido a la conferencia para mujeres luchando con algunos pensamientos y recuerdos negativos. Mientras yo hablaba, le vino el pensamiento de que yo necesitaba sentir el amor que Dios tiene por mí. Explicó: “Seguía pensando que el Señor quería que usted escuchara que Él la ama”.
Ella escribió: “Para mí, a menudo es más fácil sentir el amor del Señor por alguien más que por mí. Quizás por eso ocurrió todo esto: porque Él sabía que es así como puedo sentir Su amor. Quizás yo lo necesitaba más que usted. Sea como sea, sentí un fuerte deseo, como si el Señor quisiera que yo le dijera que Él la ama.
“Aunque no evito las impresiones, me pareció una tontería decírselo. Yo era una mujer entre la multitud… ¡pero de pronto usted estaba sentada justo delante de mí! Así que le pedí la foto cuando terminó la reunión, y aunque se tenía que marchar al aeropuerto, fue muy cortés en permitirme sacarnos una foto juntas. Tuve un momento para darle un abrazo y susurrarle en cierta forma que esperaba que pudiera sentir el amor del Señor por usted con tanta fuerza como usted nos ha ayudado a sentir Su amor.
“Y sentí Su amor y preocupación por mí, a pesar de mi lucha con la negatividad…
“Él me conoce muy bien.
“Él me permitió servirla a usted para que yo pudiera sentir Su amor claramente de nuevo. Espero que esa tierna misericordia haya sido doble y que usted haya sentido Su amor con tanta fuerza como yo”.
Mi nueva amiga, mi hermana de la Sociedad de Socorro que vive en Corea del Sur, me brindó alivio espiritual al comunicarme el amor de Jesucristo y tuvo la bendición de encontrar su propio alivio en Él, una confirmación del amor perdurable del Salvador por ella.
Verán, cuando llevamos el alivio del Salvador a los demás, encontramos alivio para nosotros mismos.
Y a medida que actuemos como Sus ojos y oídos, como Sus labios y manos, cuando busquemos emularlo, nuestro deseo de tener una relación de convenio con Él aumentará. Nuestra comprensión de cómo recurrir al poder de Su sacerdocio se ampliará conforme llevemos Su alivio a los demás.
El presidente Nelson ha enseñado que “concertar una relación por convenio con Dios nos une a Él de una manera que hace que todo en la vida sea más fácil”. Él no dijo que hacer convenios hace que la vida sea fácil. “Pero llevar el yugo con el Salvador significa que tienen acceso a Su fortaleza y poder redentor”6.
Hermanas, ofrezco mi testimonio, mi completa convicción, de que el presidente Russell M. Nelson es un profeta de Dios y habla en nombre del Salvador, cuya Iglesia dirige. Por favor, escuchen sus palabras, acepten sus invitaciones y obtengan esperanza y fuerza de sus promesas.
Testificamos que somos hijas amadas de Dios.
Y que como mujeres y miembros de la Sociedad de Socorro, tenemos una función crucial que desempeñar en la preparación del mundo para la Segunda Venida de Jesucristo; que tenemos acceso al poder de Dios, el poder del sacerdocio, para llevar a cabo esa obra divinamente designada; que la obra avanza una persona a la vez; y que Jesucristo es alivio.
En el sagrado nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén.