Transmisiones anuales
Confiar en Dios


23:27

Confiar en Dios

Transmisión anual de SeI de enero de 2024

26 de enero de 2024

Es una bendición dirigirme a ustedes, quienes hacen tanto por guiar a las generaciones más jóvenes a Cristo. Su obra es de enseñanza y conversión; su compañero es el Santo Espíritu y su galardón es indescriptible. En palabras del Salvador: “¡Cuán grande será vuestro gozo […] en el reino de mi padre!”1.

Agradezco lo que hemos escuchado por parte del comisionado de educación, el élder Clark G. Gilbert, y del administrador de Seminarios e Institutos, el hermano Chad H Webb. Admiro a estos hombres y disfruto servir con ellos. Secundo la guía y el consejo sabios que hemos recibido de cada uno de ellos. Saben de lo que hablan. Estoy emocionado por el crecimiento tanto en Seminario como en Instituto que ha informado el hermano Webb. Felicitaciones y gracias a todos los que merezcan cualquier parte del mérito por ello.

Espero que recuerden las palabras del élder Gilbert sobre estudiar y ampliar el énfasis profético del presidente Russell M. Nelson junto con otros de los apóstoles y profetas. Los ejemplos que citó sobre cómo se está realizando y logrando de forma eficaz son especialmente útiles. Quizás ustedes puedan recrear varios de ellos y encontrar inspiración para otras aplicaciones en sus propias circunstancias. Esa es una iniciativa importante en la educación de la Iglesia y dará frutos vitales.

Estoy particularmente entusiasmado —incluso intrigado— por lo que el hermano Webb ha anunciado en cuanto a las lecciones temáticas de Seminario. Él recalcó que continuaremos usando el método secuencial de las Escrituras como el fundamento del curso de estudios de Seminario, pero que agregaremos una variedad de lecciones en la mayoría de las semanas que tratarán temas tales como la misión, el templo, la preparación académica, las técnicas de estudio de las Escrituras, la resiliencia emocional, las aptitudes para la vida, las enseñanzas de los profetas de los últimos días, etcétera. Para mí, es como agregarle más fruta al pastel y una pizca de condimentos frescos. Va a ser delicioso. Al igual que ustedes, ansío aprender de ese método y me regocijo en poder brindar algo adicional a quienes hacen el esfuerzo y el sacrificio de estar en Seminario. En definitiva, ¡disfruten del pastel!

Quisiera hablar de una preocupación que parece acosarnos como nunca antes en nuestras jóvenes generaciones. Me refiero a sentimientos de ansiedad y depresión muy reales, y del fruto amargo que dichos sentimientos pueden engendrar; incluso, en su extremo, el abuso de sustancias, las autolesiones y aun el suicidio. Algunas estadísticas:

Mundialmente, entre 2004 y 2021, los informes de depresión clínica entre los adolescentes aumentaron del 13,1 % al 29,2 % en mujeres, y del 5 % al 11,5 % en varones2. Entre los adolescentes de doce a diecisiete años, el 21 % ha experimentado algún episodio grave de depresión al menos una vez en la vida; y el 15 %, durante el año pasado3. Esas cifras no toman en cuenta el problema menor, aunque importante, de la depresión y la ansiedad no clínicas, que afectan a muchos más jóvenes4. De acuerdo con el sitio WebMD, cerca del 60 % de quienes sufren ansiedad también sufren depresión, y viceversa5.

Los estudios longitudinales de la Iglesia sobre los miembros jóvenes indican que mundialmente, en 2018, el 29 % de ellos afrontaron niveles clínicos de ansiedad. Por supuesto, eso varía en cada país, y puede no ser representativo de todos los jóvenes de cada país, pero las cifras sobre la ansiedad clínica fueron, por ejemplo, 28 % en los Estados Unidos; 32 % en Chile; 16 % en Francia y Bélgica; 46 % en Sudáfrica; 18 % en Taiwán; y 32 % en Nueva Zelanda6.

Por supuesto, muchos factores pueden contribuir o estar relacionados con el desarrollo de la depresión y la ansiedad. En algunos casos, podría haber en juego factores genéticos. También pueden influir varios factores externos, tales como la adversidad (incluidos los traumas y la negligencia), la exposición al estrés, el modo de crianza de los hijos, la orientación sexual, la influencia de sus pares y de grupos sociales, los factores escolares, y el temperamento, entre otros.

Un factor relativamente nuevo relacionado con el aumento de la prevalencia de la ansiedad y la depresión es el uso de las redes sociales. Esto ha merecido la atención y las advertencias de las oficinas del Director General de Salud Pública de los Estados Unidos. En los Estados Unidos, se calcula que el 95 % de los adolescentes tienen vínculos a redes sociales, y casi dos tercios de ellos usan las redes sociales a diario. Hay estudios que han hallado que dichos adolescentes pasan un promedio de 3,5 horas por día en las redes sociales, e indican que ello afecta negativamente su autopercepción. Hay ciertos patrones de participación en internet que predicen resultados negativos, por ejemplo: el ciberacoso, el sexteo y el “doomscrolling” [el hábito de leer malas noticias], por ejemplo. (Dicho sea de paso, el “doomscrolling”, para aquellos de ustedes que, como yo, jamás hayan oído hablar de ello, se refiere a pasar largos períodos de tiempo con el celular o la computadora centrándose en las noticias negativas. Aparentemente, para algunos, ese hábito es compulsivo y de alguna manera, sombríamente reconfortante). El uso pasivo de las redes sociales —es decir, pasar tiempo revisando el contenido de las redes sociales sin propósito— aumenta los sentimientos de inferioridad y de comparación negativa, mientras que el uso activo o con propósito de las redes sociales (tales como publicar, comentar y conectarse con los demás) no tienen las mismas implicancias negativas.

Las investigaciones también han mostrado que hay ciertos factores de protección que pueden ayudar a impedir la ansiedad y la depresión. Estos incluyen la actividad física, los afectos, la persistencia y el autocontrol.

Creo personalmente que gran parte del desaliento y la ansiedad proviene de no entender o no recordar el plan de Dios ni confiar en Su poder cuando surgen problemas. Sin la convicción de la realidad de Dios, Su amor y Su plan de felicidad para Sus hijos, las mentes jóvenes pueden ver su futuro como desalentador y frágil. No esperamos que los instructores de Seminario e Instituto se conviertan en terapeutas ni especialistas en salud mental. Más bien, proporcionamos contrapesos a los factores de la sociedad que contribuyen a aumentar los niveles de ansiedad y depresión. Somos portadores de esperanza. Somos la voz de la esperanza, la esperanza que está arraigada en la fe y la confianza en Dios.

Una comprensión del plan de redención de nuestro Padre Celestial —especialmente en el elemento clave de tal plan, la Expiación de Jesucristo— proporciona tranquilidad suprema; edifica y preserva la resiliencia espiritual y emocional, al conocer el porqué de nuestra existencia y nuestro propósito en la vida terrenal. Enseñamos, por precepto y ejemplo, a quién deben acudir para obtener liberación y apoyo. Que las palabras del Salvador vivan en el corazón de ellos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”7. Nuestros convenios nos unen a Él y con Él, además vencemos al mundo.

Podemos ayudar a los alumnos y a otras personas a establecer su fundamento personal sobre “la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios […] para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta [l]os azoten, esto no tenga poder para arrastrar[los] al abismo de miseria y angustia sin fin”8. El presidente Russell M. Nelson lo expresó de este modo: “El Señor ha declarado que, a pesar de los desafíos sin precedentes de hoy, aquellos que edifican sus cimientos en Jesucristo, y han aprendido a invocar Su poder, no tienen por qué sucumbir a las inquietudes singulares de esta época”9.

Tenemos una oportunidad incomparable mediante el curso de estudios de este año, el Libro de Mormón. Ninguna otra Escritura delinea tan claramente el plan de redención. Ningún otro libro enseña de forma más persuasiva la realidad y el significado de la Expiación de Jesucristo. Ninguna otra parte del canon de las Escrituras posee el poder de conversión del Libro de Mormón en su testimonio de que Jesús es el Cristo y de que Él ha vencido la muerte, tanto la física como la espiritual. El Libro de Mormón es una clara exposición de la verdad del Evangelio y del gozo que se encuentra en seguir los mandamientos del Evangelio. Su narración está colmada de ejemplos de vencer. El Libro de Mormón es la palabra de Dios y “la virtud de la palabra de Dios”10 es que esta produce fe en el Salvador, una fe que expulsa la duda, la depresión y la ansiedad, las cuales de otra forma podrían abrumarnos, dejando en lugar de ellas fortaleza y tranquilidad.

Consideren algunos ejemplos:

Está la conocida promesa declarada por el rey Benjamín: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado”11.

Recuerden la declaración reconfortante de Nefi cuando afrontaba persecuciones y depresión en ocasión de la muerte de su padre:

“Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor al mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece […] a causa de mis iniquidades.

“Me veo circundado a causa de las tentaciones y pecados que tan fácilmente me asedian.

“Y cuando deseo regocijarme, mi corazón gime a causa de mis pecados; no obstante, sé en quién he confiado. […]

“Entonces, si he visto tan grandes cosas, si el Señor en su condescendencia para con los hijos de los hombres los ha visitado con tanta misericordia, ¿por qué ha de llorar mi corazón, y permanecer mi alma en el valle del dolor, y mi carne deshacerse, y mi fuerza desfallecer por causa de mis aflicciones? […].

“¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre!”12.

Alma relató el gozo de nacer de nuevo y luego confiar en Dios.

“Y por tres días y tres noches me vi atormentado, sí, con las penas de un alma condenada.

“Y aconteció que mientras así me agobiaba este tormento, mientras me atribulaba el recuerdo de mis muchos pecados, he aquí, también me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.

“Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!

“Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores; sí, dejó de atormentarme el recuerdo de mis pecados.

“Y, ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor […].

“Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo […].

“Y he sido sostenido en tribulaciones y dificultades de todas clases, sí y en todo género de aflicciones; sí, Dios me ha librado de la cárcel, y de ligaduras, y de la muerte; sí, y pongo mi confianza en él, y todavía me librará”13.

Quién podría haber tenido más razones para sentir ansiedad y una honda depresión que Mormón, quien se lamentó: “Desde que he sido capaz de observar las vías de los hombres, ha estado delante de mis ojos una escena continua de maldades y abominaciones”14. Sin embargo, pese a toda una vida de guerras y traumas, pudo decir a Moroni: “Hijo mío, sé fiel en Cristo; y que las cosas que he escrito no te aflijan, para apesadumbrarte hasta la muerte; sino Cristo te anime, y sus padecimientos y muerte, y la manifestación de su cuerpo a nuestros padres [Su Resurrección] y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en tu mente para siempre”15.

Alma describió el propio ejemplo del Salvador al afrontar un sufrimiento incomprensible y cómo nosotros, en lugar de desesperarnos, podemos acudir a Él para pedir alivio y sanación.

“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.

“Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos […].

“El Hijo de Dios padece según la carne, a fin de tomar sobre sí los pecados de su pueblo, para borrar sus transgresiones según el poder de su liberación; y he aquí, este es el testimonio que hay en mí.

“Ahora os digo que debéis arrepentiros y nacer de nuevo; pues el Espíritu dice que si no nacéis otra vez, no podéis heredar el reino de los cielos. Venid, pues, y sed bautizados para arrepentimiento, a fin de que seáis lavados de vuestros pecados, para que tengáis fe en el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, que es poderoso para salvar y para limpiar de toda iniquidad”16.

En el Libro de Mormón, aprendemos el significado y el proceso verdaderos de nacer de nuevo y “[llegar a ser] santo por la expiación de Cristo el Señor”17. Si podemos guiar a nuestros jóvenes y jóvenes adultos al renacimiento espiritual, la depresión se esfumará y toda la ansiedad en su vida (tal como la que podría surgir de dar un discurso que se transmitirá a nivel mundial) será considerablemente controlable. Aun la muerte misma no puede amenazar su paz una vez que han nacido del Espíritu y han aprendido a confiar en Dios.

El élder Neal A. Maxwell cierta vez habló de la “situación precaria” del género humano, del hecho de que todo termine en muerte. Nuestros logros, nuestras adquisiciones, nuestras relaciones, todo tiene un final y si no hay nada más, entonces, como dice “el Predicador” en Eclesiastés, “todo es vanidad y aflicción de espíritu”18. La muerte es un hecho y estamos forzados a reconocer que, sin un poder que venza la muerte, nuestra vida tendría un propósito muy poco duradero. Afortunadamente, sabemos que la muerte ha sido vencida, que la vida tiene propósito y sentido, y que todo no es vanidad. Mediante Su Expiación, Jesucristo ha vencido la situación precaria del género humano de la muerte y ahora, como observó el élder Maxwell: “Solo hay situaciones precarias individuales [nuestros pecados, errores y defectos personales] y de ellas también podemos ser rescatados al seguir las enseñanzas de Aquel que nos rescató de la extinción general”19.

En todo esto, fomentamos la perspectiva más amplia plasmada en la reciente frase del presidente Nelson: “Piensen de manera celestial”. Debemos ayudar a los de la nueva generación a rechazar la actitud de “come[r], bebe[r] y divert[irnos], porque mañana moriremos”, que se evidencia cada vez más en muchas culturas. Esa perspectiva derrotista de la vida ignora el gran plan de redención y felicidad, y se centra solo en los placeres inmediatos. Nos conduce a conductas y modos de vida insostenibles. Es un camino directo a una ansiedad debilitante y depresión devastadora. El presidente Nelson habló sobre esa cuestión en su discurso de la pasada conferencia general de octubre. Él aconsejó:

“La vida terrenal es una clase magistral sobre cómo aprender a elegir las cosas de mayor importancia eterna. Hay demasiadas personas que viven como si no hubiera nada más que esta vida. Sin embargo, lo que ustedes escojan hoy determinará tres cosas: dónde vivirán durante toda la eternidad, el tipo de cuerpo con el que resucitarán y las personas con quienes vivirán para siempre. Por lo tanto, piensen de manera celestial”20.

En un libro que él publicó recientemente y que se titula: “Heart of the Matter, el presidente Nelson profundizó esa idea citando una aterradora experiencia personal. Él dijo:

“Varias veces he estado cara a cara con la muerte. Una de ellas ocurrió en Maputo, Mozambique, a finales de mayo de 2009. Mientras cenaba en la casa de la misión local con el élder William W. Parmley, presidente del Área África Sudeste; y su esposa, Shanna, y también con el presidente de la Misión Mozambique Maputo, Blair J. Packard; y su esposa, Cindy, tres hombres armados con armas automáticas irrumpieron en la habitación.

“En la pelea violenta que siguió, un ladrón me puso un arma en la cabeza y anunció que estaban allí para matarme y secuestrar a mi esposa, y luego jaló el gatillo. El arma hizo un clic, pero no disparó. El disparo fallido enfureció al ladrón, quien entonces me pateó en el rostro y me arrojó al piso. Estaba seguro de que aquel era el fin para mí. Recuerdo haber pensado: ‘Estoy a punto de irme de esta vida y pasar a la siguiente. Será una experiencia muy singular’.

“Al mismo tiempo, otro ladrón empujó una pistola contra la espalda de Wendy y empezó a balancear la silla de ella en un intento de hacerla caer, mientras decía: ‘¡Usted viene con nosotros! ‘¡Usted viene con nosotros!’.

“Debido a una serie de acontecimientos milagrosos —y gracias a los heroicos actos de la hermana Cindy Packard— nuestras vidas fueron preservadas. Sin embargo, como en varias ocasiones aterradoras anteriores, me di cuenta de cuán frágil es la vida, y relativamente qué pocas cosas hay en este mundo que tengan importancia eterna. Cuando aquellos ladrones amenazaron nuestras vidas, no pensé en los galardones, ni en los títulos académicos ni en los reconocimientos. Pensé en mi familia y en los convenios que había hecho con el Señor.

“Me temo que demasiados de nosotros vivimos la vida como si esta fuera todo lo que hay, y como si no fuera a continuar después de la muerte, y como si lo que hiciéramos aquí no influyera en el futuro. Eso sencillamente no es verdad.

“Es imperativo que no nos distraigamos ni nos desviemos de la senda de los convenios por los ‘objetos brillantes’ del mundo, es decir, los honores y lo importante para los hombres. Esos acontecimientos no importan en absoluto en el mundo venidero. Lo que importará será si hemos hecho convenios con Dios y los hemos guardado”21.

Mi ruego es que seamos capaces de ayudar a todos aquellos en los que tenemos alguna influencia a hacer convenios con Dios y guardarlos; ayudarlos a cultivar la fe y confiar en Dios y encontrar esperanza; ayudarlos a arrepentirse y permanecer en la gracia redentora del Salvador, y hallar paz; ayudarlos a nacer de nuevo como “progenie de Cristo, hijos e hijas de él”22 y encontrar gozo. Y que puedan recibir la placentera palabra de Dios: “Bien, buen siervo y fiel”23.

Les doy mi testimonio firme y seguro de la Resurrección de Jesucristo. El hecho de Su Resurrección prueba la verdad de lo que enseñamos en el Evangelio de Jesucristo y confirma que Él tiene todo poder en el cielo y en la tierra, que Él puede cumplir Sus promesas, y que lo hará. ¡Él vive! Ustedes son Sus pastores ayudantes y los bendigo con Su amor y con mayor capacidad de enseñar y cuidar a Sus corderos. En el nombre de Jesucristo. Amén.