“Un don especial”, El Amigo, agosto de 2023, págs. 18–19.
Un don especial
“Este debe ser el Espíritu Santo”, pensó Mehrimah.
Esta historia tuvo lugar en Francia.
“¡Mehrimah! ¡Fátima! Los misioneros están aquí”, llamó su mamá.
Mehrimah cerró el libro de relatos de las Escrituras y corrió a la sala de estar. Los misioneros habían estado enseñando a su familia acerca de Jesucristo. Mehrimah y su familia iban a ser bautizados pronto. ¡Ella no podía esperar!
Mehrimah se sentó con su familia.
“Hoy vamos a hablar sobre el Espíritu Santo”, dijo el élder Moea’i. “Él nos ayuda a sentir paz y consuelo del Padre Celestial”.
“También nos alienta a hacer cosas buenas”, agregó el élder Campbell. “Y Él nos ayuda a saber lo que es verdadero. Probablemente hayan sentido el Espíritu Santo antes”.
Mehrimah pensó en el momento que escuchó por primera vez sobre el Libro de Mormón. Se sintió en paz y feliz. Así fue como ella supo que era verdad. ¿Fue ese el Espíritu Santo?
“Después de ser bautizados, se les dará el don del Espíritu Santo”, dijo el élder Moea’i. “Eso significa que Él siempre puede estar con ustedes para ayudarlos y guiarlos”.
“Esta semana, presten mucha atención a sus pensamientos y sentimientos”, dijo el élder Campbell, “para ver cuándo el Espíritu Santo les esté hablando”.
Esa noche, durante la oración familiar, Mehrimah se dio cuenta de cómo se sentía por dentro. Se sentía tranquila y en paz. Era como si alguien le estuviera dando un fuerte abrazo. Este debe ser el Espíritu Santo, pensó ella.
En la Iglesia el domingo, Mehrimah escuchó una canción sobre Jesucristo. Se sintió feliz. Le hizo querer ayudar a otras personas. También esto debe ser el Espíritu Santo, pensó ella.
Antes de acostarse, Mehrimah leyó el libro de relatos de las Escrituras. Su hermana menor, Fátima, pidió leer también. Mehrimah le dijo que no.
Mehrimah continuó leyendo, pero se sintió mal por no compartir.
“Lo siento”, le dijo a Fátima. “¿Quieres que leamos juntas?”.
Fátima se sentó junto a ella. Se turnaron para leer. Mehrimah sintió calidez y felicidad. Este debe ser el Espíritu Santo, pensó ella.
Finalmente llegó el día de su bautismo. Mehrimah y su familia fueron al edificio de la Iglesia y se vistieron de ropa blanca.
Mehrimah fue la primera en ser bautizada. El agua estaba fría, pero estaba contenta de hacer un convenio con el Padre Celestial. La mamá la envolvió con una toalla. Luego vio a su mamá, a su papá y a Fátima ser bautizados.
Mehrimah se cambió y se puso ropa seca. Entonces llegó el momento de que fuera confirmada.
Los misioneros colocaron las manos sobre la cabeza de Mehrimah. “Te confirmamos miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, dijo el élder Campbell, “y te decimos: Recibe el Espíritu Santo”. Mehrimah sintió calidez mientras escuchaba el resto de la bendición.
Después de que Mehrimah fue confirmada, su mamá le dio un abrazo. “¿Cómo te sientes?”.
“Muy bien”, dijo Mehrimah. “Después de que me pusieron las manos sobre la cabeza, sentí algo, sentí paz”. Ella sonrió. “Sentí que alguien me estaba diciendo que llevara una buena vida, que ayudara a las personas y guardara los mandamientos”.
“¿Sabes qué era lo que sentías?”, preguntó su mamá.
“Sí, lo sé”, dijo Mehrimah, con los ojos resplandecientes. “¡Ese era el Espíritu Santo!”.