“Atar hallacas”, El Amigo, diciembre de 2024, págs. 10–11.
Atar hallacas
“¿Por qué no puedo tener un trabajo importante como tú o mamá?”, preguntó Ivette.
Esta historia sucedió en Venezuela.
Ivette subió corriendo los escalones de la entrada a la casa de su abuela. Sus padres entraron detrás de ella. Era Navidad e iban a celebrarla con toda la familia.
La casa estaba abarrotada y llena de ruido. A su alrededor, los miembros de la familia de Ivette reían y bromeaban entre ellos. Les encantaba reunirse para hacer hallacas, una comida navideña venezolana. Ese año, la abuela le había prometido a Ivette que podría ayudar a hacerlas. Ivette se abrió paso por el laberinto de tíos, tías y primos en busca de la abuela.
“¿Ivette?”, llamó la abuela. “Ivette, ¿dónde estás?”.
“¡Estoy aquí, abuela!”. Ivette corrió hacia su abuela y la abrazó. Luego alzó la vista, saltando de emoción sobre los dedos de los pies. “¿Cuál es mi trabajo especial este año?”.
“¡Ya llegaremos a eso!”, le dijo la abuela, riendo entre dientes. “Primero, déjame mostrarte los trabajos de todos los demás para que puedas ver cómo se hacen las hallacas”.
Ivette siguió a la abuela a la mesa. El delicioso olor de las cebollas, la carne y las especias llenaba el aire. ¡No podía esperar para comenzar!
“Primero”, dijo la abuela, “la tía Carmen preparará la masa”.
La tía Carmen colocó una bola de masa blanda de maíz sobre una hoja de plátano verde. Luego, la aplastó hasta formar un círculo plano.
“A continuación, Ana agregará el relleno”, dijo la abuela.
Ana, la prima mayor de Ivette, echó una cucharada de estofado de carne sobre la masa. Le agregó aceitunas, pimientos, pasas y pollo desmenuzado por encima.
“Ahora, tu mamá doblará las hojas”.
Los dedos de la mamá envolvieron suavemente las hojas formando un rectángulo perfecto.
“Nuestro trabajo es el siguiente, Ivette”. La abuela le pasó la hallaca doblada a Ivette. “La vamos a cerrar”.
La abuela tomó un pedazo de hilo de algodón. Con manos cuidadosas, entrecruzó el cordel alrededor de la hallaca. “Pon el dedo en la parte superior para mantenerla en su lugar mientras termino el nudo”.
Ivette se sintió desilusionada. Se están inventando este trabajo, pensó. En realidad no me necesitan.
“¿Por qué no puedo tener un trabajo importante como tú o mamá?”, preguntó, sintiéndose frustrada.
“Tu trabajo es muy importante, Ivette”. La abuela colocó suavemente el dedo de Ivette sobre el cordel. “Sin ti aquí para mantener el cordel en su lugar, no podríamos atar las hallacas para cerrarlas y se desarmarían al cocinarlas. El arduo trabajo de todos sería en vano. Todos tenemos una función especial en la preparación de las hallacas, al igual que todos tenemos una función especial en la familia del Padre Celestial”.
¿Una función especial solo para ella? Ivette pensó en eso mientras la abuela le ataba el nudo sobre el dedo. Sacó el dedo del nudo para que la abuela pudiera apretarlo.
“Todos somos necesarios en esta familia”, agregó la mamá. “Así es como nos mantenemos fuertes”.
Ivette miró a su familia reunida alrededor de la mesa. Todos eran diferentes. Su tía contaba los mejores chistes, su mamá daba abrazos increíbles y la abuela siempre sabía qué decir para mejorar las cosas. El Padre Celestial les había dado a todos diferentes dones, pero eso era lo que los hacía especiales.
La abuela colocó la hallaca en una canasta con el resto. Todas estaban perfectamente rellenas, dobladas y atadas por los miembros de la familia de Ivette, cada uno ayudando de diferentes maneras.
Ivette sonrió. Cada uno de los miembros de su familia tenía un lugar especial en la familia del Padre Celestial, así como tenían una función especial que cumplir en la elaboración de hallacas navideñas. ¡Incluso Ivette!
Ivette colocó el dedo en la siguiente hallaca mientras la abuela ataba el nudo.