La Verdad Restaurada
“Quizás la lección mas importante que el joven José Smith aprendió en la Arboleda Sagrada es esta importante verdad eterna: Los cielos no están cerrados.”
Hace tres semanas, recibí la asignación de actuar como anfitrión de una recepción que tuvo lugar en el Templo de Orlando, Florida, para los lideres representantes del clero, la prensa, el gobierno, la educación y los negocios. Antes de acompañar a estos distinguidos invitados por el templo, les explique la posición y la doctrina básica de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo quería que ellos supieran por que el Evangelio de Jesucristo se había restaurado a la tierra por medio del profeta José Smith, para que comprendieran el divino propósito y el significado eterno del templo. Mi mensaje esta mañana tiene como fin recordar a los miembros de la Iglesia lo que tenemos y la necesidad que existe de enseñar a las personas que no son miembros de la Iglesia a comprender que era preciso que hubiera una restauración del evangelio.
El ministerio terrenal del Señor Jesucristo fue relativamente corto, ya que sólo cubrió un período de tres años de sus treinta y tres años de vida. Sin embargo, en ese corto tiempo, El enseñó a la humanidad lo que era necesario hacer para recibir todas las bendiciones que nuestro Padre Celestial tiene guardadas para Sus hijos. El terminó Su ministerio terrenal dando el servicio mas compasivo y demás significado que el mundo jamas haya visto: la Expiación.
Uno de los logros mas importantes del Salvador fue el establecer Su Iglesia sobre la tierra. Pablo enseñó que Cristo “… constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:1112).
Cuando Jesús llamó a los Doce Apóstoles, puso las manos sobre ellos y los ordenó, confiriéndoles la autoridad para actuar en Su nombre y gobernar Su Iglesia. Es de publico conocimiento que Pedro se convirtió en el Apóstol principal, o sea, el Presidente de la Iglesia, después de la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo. Los antiguos cristianos padecieron duras persecuciones y penurias. A Pedro y a los demás discípulos les resultaba suma mente difícil mantener la Iglesia unida y la doctrina pura. Ellos viajaban extensamente y se escribían los unos a los otros acerca de los problemas que enfrentaban. Sin embargo, los medios de comunicación eran tan lentos y la Iglesia y sus enseñanzas tan nuevas que resultaba sumamente difícil corregir las enseñanzas falsas antes de que estas se arraigaran firmemente.
El Nuevo Testamento indica que los antiguos Apóstoles se esforzaron mucho por preservar la iglesia que Jesucristo había dejado a su cuidado, pero sabían que al final todos sus esfuerzos serían en vano. Pablo escribió a los santos tesalonicenses, que esperaban con ansia la segunda venida de Cristo, que “… no vendrá sin que antes venga la apostasía” (2 Tesalonicenses 2:3). También advirtió a Timoteo que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina …
“y apartaran de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:34).
También Pedro dio por sentada la Apostasía cuando habló de los “tiempos de refrigerio” que vendrían antes de que Dios enviara nuevamente “… a Jesucristo, que os fue antes anunciado; “a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:1921).
Finalmente, con la única excepción conocida de Juan el amado, Pedro y los demás Apóstoles fueron martirizados. Mientras enfrentaban una horrible persecución, el apóstol Juan y los miembros de la Iglesia luchaban por sobrevivir. Debido a ese esfuerzo, por el cual estamos eternamente agradecidos, la cristiandad si sobrevivió y fue una verdadera fuerza prominente para fines de los primeros doscientos años de esta era.Muchos valientes santos colaboraron para que la cristiandad prevaleciera.
De todas formas, a pesar de lo significativo que era el ministerio de esos santos, ellos no poseían la misma autoridad apostólica que Pedro y los demás Apóstoles habían recibido, por medio de la ordenación, de manos del mismo Señor Jesucristo. Cuando esa autoridad se perdió, la gente comenzó a buscar otras fuentes que les proporcionaran una comprensión de la doctrina; y como resultado, muchas verdades preciosas y sencillas se perdieron.
Por ejemplo, la historia nos cuenta de un gran consejo que se llevó a cabo en el año 325 d. de J.C. en Nicea. Para esa época, el cristianismo había emergido de las siniestras mazmorras romanas para convertirse en la religión oficial del Imperio Romano. Pero la iglesia seguía teniendo problemas, y el mas importante era la ineptitud de los cristianos de ponerse de acuerdo sobre los principios básicos de la doctrina. Para resolver esas discrepancias, el emperador Constantino reunió a un grupo de obispos cristianos para establecer de una vez por todas las doctrinas oficiales de la iglesia.
Sin embargo, no fue fácil llegar a un acuerdo unánime. Las opiniones que se dieron sobre temas básicos tales como la naturaleza de Dios fueron diversas y muy sinceras, y las discusiones llegaron a ser fogosas. Las decisiones que se tomaron no fueron basadas en la inspiración ni en la revelación, sino por mayoría de votos. Como consecuencia, algunas de las facciones en contra se separaron y formaron nuevas iglesias. Mas tarde, en los años 451, 187 y 1545 de nuestra era, se llevaron a cabo consejos doctrinales similares con los mismos resultados: la división.
La hermosa sencillez del Evangelio de Cristo se vio atacada por un enemigo mucho mas destructivo que la persecución y las torturas que sufrieron los cristianos de la antigua Roma: las filosofías sin rumbo de hombres sin inspiración. La doctrina comenzó a basarse mas en la opinión popular que en la revelación. A este período se le llamó la Edad Media o la edad del oscurantismo; fue una época de obscuridad, mayormente porque la luz del Evangelio de Jesucristo se había perdido.
Mas tarde, en el año 1517, el Espíritu iluminó a Martín Lutero, un sacerdote alemán que sentía una gran preocupación al ver cuanto se había desviado la iglesia del evangelio que había enseñado Cristo. La obra que realizó llevó a la reforma, un movimiento que otros visionarios como el, tales como Juan Calvino, Huldrych Zwingli, Juan Wesley y Juan Smith también adoptaron.
Yo creo que esos reformadores fueron inspirados para crear un ambiente religioso en el cual Dios podría restaurar las verdades perdidas y la autoridad del sacerdocio. En forma similar, Dios inspiró a los primeros exploradores y colonizadores de América y a los autores de la Constitución de los Estados Unidos con el fin de crear un país y principios gubernamentales que permitieran la restauración del evangelio.
Para 1820, el mundo estaba listo para “la restauración de todas las cosas” de la que habló Pedro y todos los “santos profetas [de Dios] que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21) .
En esa época, una extraordinaria agitación religiosa corría por toda la zona rural del norte del estado de Nueva York. Ministros de diferentes denominaciones luchaban celosamente por retener la lealtad de sus feligreses en las aldeas y en los poblados, incluso Palmyra, donde vivía la familia de Joseph Smith, padre, y Lucy Mack Smith.
La familia Smith participó en esa agitación religiosa y los miembros de la familia se “convirtieron” a distintas creencias religiosas. La Señora Smith y tres de sus hijos: Hyrum, Samuel y Sophronia, se unieron a una iglesia (véase JSCH 1:7), mientras que el Señor Smith y Alvin, su hijo mayor, se afiliaron a otra.
Cuando José Smith, hijo, de sólo catorce años de edad se puso a considerar a que iglesia debía unirse, investigo cada denominación religiosa con gran reflexión, escuchó a sus respectivos ministros y trató de descubrir la verdadera. El sabia que había “un Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:5), pero no sabía cual de las iglesias poseía la verdad.
Tiempo mas tarde, José Smith escribió:
“En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mi mismo: )Que se puede hacer? ¿Cual de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, )cuales, y cómo podré saberlo?” (JSCH 1:10).
El joven José Smith buscó las respuestas a esas preguntas en las Escrituras, y mientras leía la Biblia, encontró una sencilla pero directa admonición en la epístola de Santiago:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
José Smith reflexionó:
“Ningún pasaje de las Escrituras jamas penetró el corazón de un hombre con mas fuerza que este en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medite repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía que hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamas llegaría a saber” (JSC1:12).
Con la sencilla fe de la juventud y motivado por la inspiración del Espíritu Santo, el joven José decidió ir hasta una arboleda cercana a su casa y poner a prueba la promesa de la que hablaba Santiago.
Una hermosa y clara mañana de primavera, José Smith se dirigió al bosque y se detuvo al llegar a un tranquilo y solitario lugar. Miró a su derredor para asegurarse de que se encontraba solo y, arrodillándose, empezó a orar. Apenas había comenzado a hacerlo, se apoderó de el una sensación de densa obscuridad, como si un poder maligno estuviera tratando de impedirle orar. En lugar de entregarse, el joven aumento sus ruegos y Dios mismo le respondió.
El relato que hizo José Smith dice así:
“… vi una columna de luz, mas brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mi. “No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mi la luz, vi en el aire arriba de mi a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!” (José Smith-Historia 1:16–17).
Yo les testifico que esos Seres fueron Dios, nuestro Padre Celestial, y Su Hijo resucitado, Jesucristo, en una de las manifestaciones espirituales mas grandes de todos los tiempos.
Ellos le dijeron a José Smith que no se uniera a ninguna de las iglesias existentes.
Terminada Su misión, el Padre y el Hijo se fueron, dejando al joven físicamente sin fuerzas, pero espiritualmente enriquecido con una emocionante verdad restaurada: El supo con certeza que Dios, nuestro Padre Celestial, y Su Hijo, Jesucristo, eran reales, porque los había visto. Supo que eran dos personas distintas y que no había ninguna iglesia sobre la faz de la tierra que poseyera la autoridad del sacerdocio para actuar en el nombre del Padre Celestial y de Jesucristo.
Quizás la lección mas importante que el joven José Smith aprendió en la Arboleda Sagrada es esta importante verdad eterna: Los cielos no están cerrados. Dios si se comunica con los seres mortales; El nos ama en la actualidad tanto como amó a los que vivieron en la antigüedad. ¡Que consuelo brinda este conocimiento en un mundo de confusión y desaliento! ¡Que paz y seguridad obtiene el alma que comprende que el Dios de los cielos nos conoce y se preocupa por nosotros, tanto en forma individual como colectiva, y que se comunica con nosotros, ya sea directamente o por medio de Sus profetas vivientes, de acuerdo con nuestras necesidades!
Mis queridos amigos, yo les testifico que todo esto es verdad y que el Padre y el Hijo se le presentaron al joven José Smith en una maravillosa aparición, lo que fue el primer paso hacia la restauración de la plenitud del Evangelio de Jesucristo sobre la tierra. A través de subsiguientes pero igualmente maravillosas experiencias, José Smith fue un instrumento en las manos de Dios para:
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Traducir de anales antiguos un libro que es parte de las Escrituras, el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.
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Restaurar la autoridad del sacerdocio.
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Restaurar las llaves selladoras de hacer volver el corazón de los hijos a los padres.
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Establecer la Iglesia restaurada de Jesucristo en estos, los últimos días, con la plenitud del evangelio tal como el Salvador y Sus Apóstoles lo enseñaron en el meridiano de los tiempos.
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Cumplir la profecía bíblica.
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Hacer preparativos para la segunda venida de Jesucristo.
Durante la gira por el Templo de Orlando, explique a nuestros invitados que no eran de nuestra misma fe, que yo comprendía si ellos encontraban este mensaje algo sorprendente. Enseñé a mis nuevos amigos de Orlando, de la misma forma que lo hago ahora con ustedes que: o el evangelio fue restaurado o no lo fue; o la iglesia original del Salvador y su doctrina se perdieron o no; o José Smith tuvo una extraordinaria visión o no la tuvo; o el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo o no lo es; o la plenitud del Evangelio de Jesucristo fue restaurada sobre la tierra por medio del Profeta elegido de Dios en estos postreros días o no.
En realidad, la verdad no es mas complicada que eso; o esas cosas sucedieron como se las acabo de testificar o no. Como Apóstol del Señor Jesucristo en los últimos días, mi testimonio, al igual que el testimonio de millones de fieles miembros de la Iglesia de todo el mundo, es que lo que les he dicho esta mañana es verdad. José Smith restauró La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sobre la tierra y en la actualidad la administra un profeta viviente. ¡Eso lo testifico!
Esa información nos es útil a cada uno de nosotros sólo si sabemos en forma personal que es la verdad. Afortunadamente tenemos una forma sencilla pero segura de saberlo, que requiere cierto esfuerzo y oración sincera, pero que vale la pena intentarlo.
En el ultimo capitulo del Libro de Mormón, un antiguo profeta llamado Moroni extendió una importante promesa a quienes algún día leerían este sagrado libro de las Escrituras. Su promesa se aplica a todo aquel que busca sinceramente encontrar la verdad. El escribió:
“Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, el os manifestara la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;
“y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:45).
Moroni nos insta a dirigirnos directamente a la Fuente de la Verdad para encontrar la respuesta a nuestras preguntas; y si lo buscamos con humildad y con sinceridad, El nos ayudara a discernir la verdad del error. Como el Salvador mismo aseguro a Sus Apóstoles: “… conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
Hermanos y hermanas, nosotros sabemos la verdad, por eso se espera que se la comuniquemos a todos los hijos de nuestro Padre Celestial. A nuestros queridos amigos de la Iglesia: por favor, no dejen pasar la oportunidad de recibir revelación personal de Dios. Reflexionen sobre todo lo que he dicho; considérenlo diligentemente y compárenlo con sus creencias. Retengan todo lo que es verdadero y agreguen a eso la plenitud del Evangelio restaurado de Jesucristo. Tengan en cuenta lo que hayan sentido al escuchar este mensaje. Si preguntan a Dios, podrán saber si todas estas cosas son verdaderas. Escuchen Su respuesta y luego actúen de acuerdo con la forma en que se sienten.
Si así lo hacen, estoy convencido de que llegaran a saber como yo se que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la verdadera Iglesia de Dios sobre la tierra. Mis queridos amigos, que Dios los bendiga con la paz y el gozo que brinda el evangelio, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén .