El enemigo interior
”Todos nosotros debemos capacitarnos para ser hombres audaces, disciplinados y leales del sacerdocio y estar preparados con las armas correctas para luchar contra el mal y ganar”.
Amados hermanos del sacerdocio, expreso mi amor y mi aprecio por cada uno de ustedes. Estamos agradecidos por todo lo que hacen por impulsar esta santa obra en todo el mundo. Me siento humilde y honrado de asociarme con ustedes.
Aun antes del inicio del mundo, comenzó una gran guerra en el cielo entre las fuerzas del bien y del mal1. Esa guerra continúa con más furia en la actualidad. Satanás sigue como capitán de las huestes del mal. Sigue tentándonos tal como tentó a Moisés, diciendo: ”…hijo de hombre, adórame”2. Como poseedores del sacerdocio, estamos organizados como un gran ejército de rectitud para combatir las fuerzas de Lucifer. Todos nosotros debemos capacitarnos para ser hombres audaces, disciplinados y leales del sacerdocio y estar preparados con las armas correctas para luchar contra el mal y ganar. Pablo dijo que esas armas son ”la coraza de la justicia”, ”el escudo de la fe”, ”el yelmo de la salvación”, y ”la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”3.
Esta noche me gustaría hablarles de la batalla que cada uno de nosotros tiene que librar en su interior. El presidente Joseph F. Smith nos enseñó: ”Nuestro primer enemigo está dentro de nosotros mismos. Conviene vencer a ese enemigo primero y sujetarnos a la voluntad del Padre y a una obediencia estricta de los principios de vida y salvación que él ha dado al mundo para la salvación de los hombres”4. En palabras sencillas, eso significa que debemos fortalecer el bien que llevamos dentro y vencer las tentaciones de Satanás. La brújula orientadora es precisa. Alma nos dice: ”…todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede”5.
Robert Louis Stevenson escribió acerca de esa lucha constante entre el bien y el mal en la novela clásica acerca del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. La historia relata que al principio, ”el Dr. Jekyll es un médico londinense sumamente respetado, un hombre bueno y bondadoso que en su juventud demostró una inclinación hacia el mal pero logró suprimirla. Interesado en las drogas, ahora, por casualidad, el doctor encuentra una que le permite cambiar su forma exterior a la de un enano repulsivo, la encarnación misma de la maldad, al que llama Sr. Hyde. Una dosis similar le permite regresar a la forma y a la personalidad del doctor benevolente. El doctor se convierte muchas veces en el Sr. Hyde, dando así más y más poder a ese aspecto de su naturaleza. Cada vez es más difícil para el Dr. Jekyll recuperar su entidad virtuosa, y en ocasiones también se convierte en el Sr. Hyde sin usar la droga”6. En su carácter del Sr. Hyde comete asesinato y, cuando la droga deja de surtir efecto y ya no puede volver a ser el bondadoso Dr. Jekyll, se descubre la verdad y el Sr. Hyde se quita la vida. El mal uso de las drogas destruyó su vida y eso puede suceder en la vida real.
Ahora, la clave para nunca convertirse en un Sr. Hyde malvado e inicuo es tomar la decisión de no ceder ante las tentaciones destructivas. Nunca, nunca experimenten con ninguna substancia adictiva. Nunca usen el tabaco en ninguna de sus formas ni tomen ningunaotra substancia esclavizante. Manténganse alejados del licor embriagador. Las adicciones acarrean consecuencias trágicas que son difíciles de superar.
Recibimos bendiciones cuando nos mantenemos firmes en nuestros principios. Cuando yo era presidente de la Estaca Cottonwood, el Dr. Creed Haymond era uno de los patriarcas. En ocasiones él daba un fuerte testimonio de la Palabra de Sabiduría. De joven había sido capitán del equipo de atletismo de la Universidad de Pensilvania. En 1919, el hermano Haymond y su equipo fueron invitados a participar en la competencia anual de atletismo de la Asociación Intercolegial. La noche antes de la competencia, el entrenador, Lawson Robertson, que fue entrenador de varios equipos olímpicos, dijo a los miembros del equipo que tomaran un poco de vino. En aquella época, los entrenadores erróneamente creían que el vino daba vigor a los músculos endurecidos por un riguroso entrenamiento. Los demás miembros del equipo tomaron el vino, pero el hermano Haymond rehusó porque sus padres le habían enseñado la Palabra de Sabiduría. El hermano Haymond se puso muy nerviosoporque no le gustaba desobedecer al entrenador. Tenía que competir contra los hombres más veloces del mundo. ¿Qué pasaría si no corría bien al día siguiente? ¿Cómo podría enfrentar a su entrenador?
Al día siguiente, en la competencia, el resto de los miembros de su equipo estaban muy enfermos y no corrieron bien. Algunos estaban tan enfermos que ni siquiera compitieron. Sin embargo, el hermano Haymond se sentía bien y corrió en las carreras de los 100 y 200 metros planos. Su entrenador le dijo: ”Acabas de correr los 200 metros planos en menos tiempo que cualquier otro ser humano”. Esa noche y el resto de su vida, Creed Haymond estuvo agradecido por la fe sencilla que le ayudó a guardar la Palabra de Sabiduría7.
Durante el servicio militar que presté en la Segunda Guerra Mundial, me relacioné con algunos jóvenes muy prometedores. Pero poco a poco vi que algunos de ellos dejaron atrás las cualidades decentes y temerosas de Dios de un Dr. Jekyll para rebajarse a ser un Sr. Hyde. Para algunos, el cambio se inició cuando bebieron café porque el agua no era potable y las pastillas descontaminadoras tenían un sabor desagradable. Después, el haber tomado café llevó a algunos a tomar de vez en cuando algo de cerveza. A todos los soldados que servían en el extranjero se les daba una ración de cigarrillos y de vez en cuando una botella de whisky, los cuales tenían un valor considerable.
En una ocasión, el presidente George Albert Smith dio el siguiente consejo: ”Si [cruzan] la línea al lado que pertenece al diablo, aun cuando no sea más que dos o tres centímetros, [estarán] bajo el dominio del tentador, y si éste logra el éxito, no [podrán] pensar ni razonar debidamente, porque [habrán] perdido el Espíritu del Señor”8. Algunos soldados permanecieron del lado seguro de la línea y nunca experimentaron con esas substancias adictivas ni las distribuyeron, aunque se les regalaban. Pero otros probaban los cigarrillos o el alcohol para distraerse de los desafíos de la guerra. Unos cuantos incluso fueron inmorales, creyendo que las tensiones de la guerra justificaban el que rebajaran sus normas y permitieran que tomara precedencia el Sr. Hyde de su personalidad.
Después de la guerra, los que se habían hecho adictos al tabaco, al alcohol y a la inmoralidad se dieron cuenta de que no era fácil deshacerse de esos malos hábitos. Los jóvenes que habían comenzado con tanto potencial cruzaron la línea centímetro a centímetro, robándose a sí mismos y a su familia de la felicidad prometida y experimentando en su lugar el divorcio, hogares destrozados y aflicción.
Los que nunca rebajaron sus normas no sucumbieron a esas adicciones; salieron de ese período difícil de su vida más fuertes y mejor preparados para llevar vidas productivas, ejemplares y felices como fieles padres y abuelos de familias rectas. También han servido como líderes honrados y respetados de la Iglesia y de la comunidad.
Otra filosofía falsa que es atractiva para el Sr. Hyde de nuestra naturaleza es que es inofensivo mirar la pornografía. Ése es un terrible engaño. La pornografía es tan adictiva como lo es la cocaína o cualquier otra droga ilegal. Recientemente recibí una carta desgarradora de un hombre excomulgado cuya alma está llena de pesar y arrepentimiento. Con permiso de él, cito lo siguiente de su carta: ”Espero que esta carta confirme, para todo aquel que tenga alguna duda, que el sendero de la destrucción sólo produce pesar y dolor y que ningún pecado vale el precio que hay que pagar”.
Más adelante declara: ”Me he causado dolor y pesar a mí mismo. Ahora comprendo plenamente la gran destrucción que me he causado. No vale la pena perder la oportunidad de ser miembro de la Iglesia a causa de ningún deseo egoísta o lujurioso. He ocasionado un terrible dolor a mi esposa y a mis dos hijos maravillosos. Estoy agradecido por el gran esfuerzo de mi esposa por ayudarme a superar mis pecados. Ella ha sido víctima de mis pecados y ha tenido que soportar gran dolor y sufrimiento. Añoro el día en que pueda volver a ser miembro de la Iglesia del Señor y nuestra familia pueda ser eterna”.
Más adelante admite: ”Mis pecados son el resultado directo de mi adicción a la pornografía desde niño. Sin duda, la pornografía es adictiva y venenosa. Si hubiera aprendido temprano en la vida a poner en práctica el poder del autodominio, hoy sería miembro de la Iglesia”.
Uno de los engaños del Sr. Hyde es lo que algunos erróneamente llaman el ”arrepentimiento premeditado”. No existe tal doctrina en esta Iglesia. Puede sonar sutilmente atractivo, pero, de hecho, es un concepto pernicioso y falso. Su objetivo es persuadirnos a transgredir consciente y deliberadamente con la idea preconcebida de que un arrepentimiento rápido nos permitirá disfrutar de las bendiciones plenas del Evangelio, tales como las bendiciones del templo o de una misión. El verdadero arrepentimiento puede ser un proceso largo y doloroso. Esa doctrina falsa fue prevista por Nefi:
”Y también habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos; no obstante, temed a Dios, pues él justificará la comisión de unos cuantos pecados; sí, mentid un poco, aprovechaos de alguno por causa de sus palabras, tended trampa a vuestro prójimo; en esto no hay mal; y haced todas estas cosas, porque mañana moriremos; y si es que somos culpables, Dios nos dará algunos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios”9.
Acerca de todos los que enseñan esa doctrina, el Señor dice: ”…la sangre de los santos clamará desde el suelo contra ellos”10. Y la razón de ello es que debemos recibir todos nuestros convenios no sólo por medio de ordenanzas, sino que, para que sean eternos, también deben ser sellados por el Santo Espíritu de la Promesa11. Se da esa aprobación divina a nuestras ordenanzas y convenios solamente si somos fieles. La idea falsa del así llamado arrepentimiento premeditado conlleva un elemento de engaño, pero no se puede engañar al Santo Espíritu de la Promesa.
Algunas personas llevan máscaras de decencia y de rectitud externa, pero viven vidas de engaño, creyendo que, al igual que el Dr. Jekyll, pueden llevar una vida doble y nunca ser descubiertas. Santiago dijo: ”El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”12. En el Libro de Mormón leemos el relato de Coriantón, que, junto con su padre y su hermano, fue a una misión a los zoramitas. Su vida doble hizo que abandonara el ministerio y que su padre se lamentara: ”…He aquí, oh hijo mío, cuán gran iniquidad has traído sobre los zoramitas; porque al observar ellos tu conducta, no quisieron creer en mis palabras”13.
Los hipócritas son las personas que llevan máscaras externas que representan la bondad pero que en el interior practican el mal y el engaño. Así eran los escribas y los fariseos que acudieron al Salvador fingiendo estar preocupados y buscar Su sabio consejo. ”Maestro”, le dijeron en tono adulador, ”sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres”.
Con esas artimañas tenían la esperanza de tomarlo desprevenido y le preguntaron: ”Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?”
Su pregunta iba cargada de intenciones inicuas, porque una de las leyes romanas más ofensivas era la del tributo. Si hubiera contestado ”Sí”, los fariseos habrían dicho que no era leal a los judíos. Si hubiera contestado ”No”, lo habrían denunciado por traición. ”Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?”
Les pidió que le mostraran una moneda y les preguntó: ”¿De quién es esta imagen, y la inscripción?” Le contestaron: ”De César”, y él calló a los fariseos hipócritas con la respuesta clásica: ”Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”14. Estamos en el mundo, pero no debemos dejar que se apoderen de nosotros la hipocresía y el engaño que hay en él.
A fin de cuentas se descubrirá la verdad acerca de quiénes somos y lo que hacemos. El Señor nos ha recordado: ”…porque se pregonarán sus iniquidades desde los techos de las casas, y sus hechos secretos serán revelados”15. Ya que vivimos en un entorno moralmente insensibilizado, es difícil decirnos a nosotros mismos y a los demás que nuestros hechos no son correctos.
Hermanos, podemos protegernos del enemigo que está en el interior de cada uno de nosotros si nos valemos del manto protector del sacerdocio de Dios. En forma individual debemos poner en práctica los grandes poderes del sacerdocio en nuestra vida. Esto significa que utilicemos diariamente ese albedrío divino para bendecir la vida de los demás al efectuar la orientación familiar, al realizar ordenanzas o al llevar a cabo la noche de hogar para la familia. En forma colectiva, tenemos la misión de llevar el mensaje de salvación al mundo, la cual desempeñamos bajo la dirección de nuestro Presidente, Gordon B. Hinckley, quien posee todas las llaves del sacerdocio sobre la tierra en este momento. Pero no podemos cumplir con esa misión a menos que cada uno de nosotros gane la batalla en su interior. Al hacerlo, podremos vestirnos de toda la armadura de Dios y recibir las bendiciones contenidas en el juramento y convenio del sacerdocio. El Señor ha prometido que ”…todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben…
”y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre;
”y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado”16.
La exaltación en el reino del Padre incluye reinos, tronos, dominios, principados y poderes que aumentarán para siempre17. Que todos nos esforcemos por vencer al enemigo en nuestro interior para que recibamos esas bendiciones, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.