2000–2009
“Yo estoy a la puerta y llamo”
Octubre 2004


“Yo estoy a la puerta y llamo”

[Les] invito… a hacer todo lo necesario para buscar la verdad sinceramente, a conocer a Dios, el Eterno Padre y a Su Hijo, Jesucristo.

Hace unas semanas, me encontraba en una reunión social con un amigo de muchos años, un amigo que acababa de jubilarse, un hombre culto que ha logrado mucho éxito y es reconocido en su país como el líder en su profesión. Al estar sentados juntos a la hora de la cena, se volvió hacia mí y me preguntó acerca de la Iglesia. Eso me sorprendió un poco, ya que yo estaba al tanto de que él, como muchas personas en el mundo de hoy, había razonado el concepto de Dios y llegado a la conclusión de que Dios no existe. Su pregunta fue sincera; aparentemente fue algo en que había estado pensando, puesto que salió a colación sin que nada de la conversación previa lo hubiera motivado.

Al responderle, le hablé en cuanto a la Restauración, que Dios el Eterno Padre y Su Hijo Jesucristo se le aparecieron a José Smith y que por conducto de él, el sacerdocio y la autoridad de Dios fueron restaurados en la tierra. Le testifiqué que sabía con certeza que lo que le había dicho era verdad. Hubo una prolongada pausa mientras contemplaba a mi amigo meditar en lo que le había dicho. Después, a sabiendas de que en su interior ponderaba lo que había escuchado, me incliné y le dije: “Tú también puedes saber con la misma certeza que yo, que lo que te he testificado es verdad, si le pides a ‘Dios el Eterno Padre… con un corazón sincero… teniendo fe en Cristo, [te prometo que] él [te] manifestará la verdad de [estas cosas] por el poder del Espíritu Santo; y por el poder del Espíritu Santo [podrás] conocer la verdad de todas las cosas’ ”1.

Siguió meditando. Lamentablemente, otros invitados nos interrumpieron y ese precioso momento se esfumó, pero me di cuenta de que en su corazón aún asimilaba lo que había escuchado y sentido. Espero poder tener otra oportunidad de hablar con él puesto que hay muchas otras cosas que quisiera compartirle. Sé que él, al igual que miles o millones de personas en el mundo hoy día, está satisfecho con la vida tal como es. Como dijo Nefi acerca de esas personas: “Las han pacificado y adormecido con seguridad carnal”2. Han estado sumidas en las tradiciones y se han regido por los preceptos de los hombres.

Al reflexionar en aquel momento, me he hecho la pregunta: ¿Cuál es la recompensa que se recibe por seguir las filosofías de los hombres? La respuesta parece clara. Las filosofías mueren junto con sus civilizaciones y quedan en el polvo del pasado sin tener esperanza de una recompensa eterna. Percibí que mi amigo había sentido la influencia del Espíritu del Señor. Nuestro Padre Celestial nunca nos desamparará. El Salvador dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”3.

Sin embargo, debemos tener el deseo de abrir la puerta aun si ello estremece los cimientos mismos de nuestras creencias y estilo de vida pasados. Eso se aplica a los miembros menos activos, así como a aquellos que aún no son miembros de la Iglesia. Acude a mi mente la letra de un himno:

El alma libre es para actuar

y su destino decidir,

suprema ley nos dejó Dios

de no forzar a Sus hijos ir.

Él llama y obra en rectitud,

nos brinda amor, luz y paz,

y en muchas formas va a mostrar,

que nunca el alma va a forzar4.

Nuestro Padre Celestial nunca nos quitará el albedrío. Debemos procurar conocer a nuestro Padre y a Su Hijo, Jesucristo, o tener el deseo de hacerlo. Existe un modo por el cual todos los hombres pueden saber si las enseñanzas de Jesucristo son verdaderas o no. Cuando Jesús les respondió a los incrédulos en la fiesta de los tabernáculos, Él dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”5.

El presidente David O. McKay dijo que ésa “es la forma más sencilla que la mente humana pueda concebir de brindar conocimiento a una persona. El hacer una cosa y hacer que forme parte de nuestro ser nos convencerá de si es buena o mala. Quizás no me convenzan de algo que ustedes sepan; pero si lo saben, es porque lo han vivido6.

¿Cuál es la voluntad del Padre? “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días testifica al mundo que la voluntad de Dios se ha manifestado en esta dispensación, que los principios del Evangelio y los principios de la vida, los cuales están en armonía con los principios que Cristo enseñó en el meridiano de los tiempos, han sido revelados”7, y que “por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”8.

Vivimos en la época de la racionalización; las personas quieren desacreditar las experiencias espirituales y se privan a sí mismas de la revelación. ¿Qué le sucedió a la mente curiosa, esa mente abierta que hace preguntas y que quiere saber la verdad y busca el conocimiento? Tendemos a depender de nuestros propios poderes racionales. El Señor quiere que seamos sensibles al Espíritu y nos ha dado la norma:

“Y además, os daré una norma en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones.

“Por consiguiente, al que ora, cuyo espíritu es contrito, yo lo acepto, si es que obedece mis ordenanzas.

“El que habla, cuyo espíritu es contrito, cuyo lenguaje es humilde y edifica, tal es de Dios, si obedece mis ordenanzas”9.

¿Por qué es importante que procuremos conocer la verdad?

Jesús, nuestro Redentor, justo antes de cruzar el torrente de Cedrón y ser entregado por Judas, ofreció la gloriosa oración intercesora. Rogó al Padre por nosotros y dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”10.

Conocer a Dios y a Su Hijo es la vida eterna. ¿Cómo podemos aprender a conocer a Dios si no estamos dispuestos a buscarlo y a hacer Su voluntad? Deberíamos desear la vida eterna más que ninguna otra cosa en este mundo.

No se puede estudiar acerca de Jesucristo y Sus enseñanzas sin que ello nos afecte y nos haga cambiar para bien. A medida que cultivamos un testimonio del Salvador, queremos ser como Él y seguirle y así entrar en las aguas del bautismo y hacer convenios sagrados con Él.

Nuestro Salvador se preocupa por cada uno de nosotros:

“Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios;

“porque he aquí, el Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la carne; por tanto, sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pudiese arrepentirse y venir a él. Y ha resucitado de entre los muertos, para traer a todos los hombres a él, mediante las condiciones del arrepentimiento.

“¡Y cuán grande es su gozo por el alma que se arrepiente!”11.

Debido a Su gran amor por nosotros, un amor divino, Él desea que sintamos la misma clase de gozo que Él siente. Él dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”12. Él nos bendecirá con paz genuina —mental, emocional, física, espiritual y económica—, “no… [una paz] como el mundo la da”13, sino una “paz… que sobrepasa todo entendimiento”14.

Al someternos a la voluntad de nuestro Padre Celestial, experimentaremos un crecimiento espiritual, intelectual y emocional, y una seguridad de la verdad por medio del Espíritu Santo. Esa seguridad y ese gozo pueden tornarse en un conocimiento perfecto. El Salvador dijo: “Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna”15.

Invito a los menos activos, a los honrados de corazón, a mi amigo y a las personas buenas de todo el mundo, a que salgan del sueño de la autocomplacencia y de la insensata conformidad, y vengan a Cristo y hagan todo lo que sea necesario para buscar la verdad sinceramente, conocer a Dios, el Eterno Padre y a Su Hijo Jesucristo, porque “…ésta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios”16.

Les testifico que si hacen Su voluntad, se sentirán cerca de Él y comenzarán a saber lo que es el gozo eterno y que la vida eterna es algo que se puede alcanzar. Sabrán que Él sí existe, que es nuestro Padre quien amorosamente nos revela la realidad de la Expiación y de la Resurrección, y la divinidad de esta gran obra. De ello testifico con humildad en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Moroni 10:4–5.

  2. Véase 2 Nefi 28:21.

  3. Apocalipsis 3:20.

  4. “Know This, That Every Soul Is Free”, Hymns, N° 240.

  5. Juan 7:17.

  6. “What Is Eternal Life?”, Instructor, marzo de 1968, pág. 97.

  7. David O. McKay, Instructor, marzo de 1968, pág. 98.

  8. Tercer Artículo de Fe.

  9. D. y C. 52:14–16.

  10. Juan 17:3.

  11. D. y C. 18:10–13.

  12. Juan 15:11.

  13. Juan 14:27.

  14. Filipenses 4:7.

  15. D. y C. 42:61.

  16. 2 Nefi 31:21.