Un testimonio viviente
El testimonio requiere ser nutrido por la oración de fe, el tener hambre de la palabra de Dios que está en las Escrituras y la obediencia a la verdad.
Mis queridas jóvenes hermanas, ustedes son la esperanza radiante de la Iglesia del Señor. Mi propósito de esta noche es ayudarlas a creer que eso es así. Si esa creencia puede convertirse en un profundo testimonio de Dios, determinará sus decisiones diarias y constantes. Y después de lo que aparenten ser decisiones pequeñas, el Señor las conducirá a la felicidad que ustedes quieran. Mediante sus decisiones, Él podrá bendecir a un sinnúmero de otras personas.
La decisión de estar con nosotros esta noche es un ejemplo de las decisiones que importan. Se invitó a más de un millón de mujeres jóvenes, madres y líderes. De todas las cosas que podrían haber elegido hacer, han decidido estar con nosotros. Hicieron eso debido a sus creencias.
Ustedes son creyentes en el evangelio de Jesucristo; creen lo suficiente para venir aquí a escuchar a Sus siervos y tener la fe suficiente para esperar que algo de lo que escucharán o sientan las motive hacia una vida mejor. Sintieron en su corazón que seguir a Jesucristo era la manera de tener una felicidad mayor.
Ahora bien, tal vez no reconozcan eso como una decisión consciente de importancia alguna. Quizás se sintieron inclinadas a estar con nosotros debido a los amigos o la familia. Tal vez sencillamente respondieron a la bondad de alguien que las haya invitado a venir; pero incluso sin haberlo notado, sintieron, por lo menos, un eco, apenas perceptible, de la invitación del Salvador: “Ven, sígueme”1.
En la hora que hemos estado juntos, el Señor ha profundizado la creencia de ustedes en Él y ha fortalecido el testimonio de ustedes. Han escuchado más que palabras y música; han sentido el testimonio del Espíritu en el corazón de ustedes: que hay profetas vivientes sobre la tierra en la Iglesia verdadera del Señor y que el sendero hacia la felicidad se halla dentro de Su reino. Su testimonio de que ésta es la única Iglesia verdadera y viviente en la tierra hoy en día ha crecido.
Ahora bien, no todos sentimos exactamente las mismas cosas: para algunos el testimonio del Espíritu fue que Thomas S. Monson es un profeta de Dios. Para otras personas fue que la honradez, la virtud y el hacer bien a todos los hombres son realmente atributos del Salvador. Y con ello vino un deseo más grande de ser como Él.
Todas ustedes tienen el deseo de que se fortalezca su testimonio del evangelio de Jesucristo. El presidente Brigham Young pudo notar sus necesidades hace muchos años. Él era un profeta de Dios y con una visión profética, hace 142 años, las vio a ustedes y vio sus necesidades; él era un padre amoroso y un profeta viviente.
Él podía ver la influencia que el mundo ejercía en sus propias hijas; vio que esas influencias del mundo las estaban apartando del sendero del Señor que conduce a la felicidad. En su día, esas influencias las traía, en parte, el ferrocarril intercontinental que conectaba a los santos que estaban aislados y protegidos del mundo.
Quizás él no haya visto las maravillas tecnológicas de hoy, donde con un dispositivo que tengan en la mano pueden elegir conectarse a innumerables ideas y pueblos de la tierra; pero vio el valor que tendría para sus hijas y para ustedes tomar decisiones basadas en un testimonio poderoso de un Dios viviente y amoroso, y de Su plan de felicidad.
Aquí está su consejo profético e inspirado de siempre para sus hijas y para ustedes.
Se encuentra en el corazón de mi mensaje de esta noche; lo dijo en una habitación de su hogar, a menos de una milla de donde este mensaje se dirige a las hijas de Dios en las naciones del mundo: “Existe la necesidad para las jóvenes hijas de Israel de obtener un testimonio viviente de la verdad”2.
Entonces, creó una asociación de mujeres jóvenes que ha llegado a ser lo que llamamos las “Mujeres Jóvenes”, en la Iglesia del Señor. Esta noche, ustedes han sentido algo del resultado maravilloso de esa elección hecha en esa reunión, ese domingo por la tarde en la sala de la casa de él.
Más de cien años después, las hijas de Israel por el mundo tienen ese deseo de tener un testimonio viviente de la verdad por sí mismas. Ahora bien, por el resto de su vida necesitarán ese testimonio viviente que crece para fortalecerlas y conducirlas hacia el sendero de la vida eterna. Y con él, llegarán a ser las transmisoras de la Luz de Cristo para sus hermanos y hermanas por el mundo, y por generaciones.
Ustedes saben por su propia experiencia lo que es un testimonio. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó que un testimonio “es un conocimiento convincente dado por revelación a [una persona] que busca humildemente la verdad”. Él dijo del testimonio y del Espíritu Santo, que trae esa revelación: “Su poder convincente es tan grande que no existe duda en la mente cuando ha hablado el Espíritu. Es la única manera de que una persona sepa verdaderamente que Jesús es el Cristo y que el Evangelio es verdadero”3.
Ustedes han sentido esa inspiración por ustedes mismas. Quizás haya sido para confirmar una parte del Evangelio, como lo ha sido para mí esta noche. Cuando escuché las palabras del décimo artículo de fe sobre ser “honrados, verídicos, castos, benevolentes” para mí fue como si el Señor mismo las hubiera dicho. Sentí una vez más que esos son Sus atributos. Sentí que José Smith era Su profeta; por lo tanto, para mí no fueron meramente palabras.
En mi mente, vi las polvorientas calles de Judea y del jardín de Getsemaní. En mi corazón sentí por lo menos algo de lo que hubiera sido arrodillarse como José lo hizo ante el Padre y el Hijo en una arboleda de Nueva York. No pude ver en mi mente una luz más brillante que el sol del mediodía como él, pero pude sentir el calor y la maravilla de un testimonio.
El testimonio les llegará en porciones como partes confirmadas de la verdad total del evangelio de Jesucristo. Por ejemplo, al leer el Libro de Mormón y meditar en él, los versículos que hayan leído antes aparecerán como nuevos para ustedes y darán nuevas ideas; su testimonio crecerá en amplitud y profundidad con la confirmación del Espíritu Santo de que son verdaderas. Su testimonio viviente se expandirá si estudian, oran y meditan en las Escrituras.
Para mí, la mejor descripción de cómo ganar y practicar un testimonio viviente ya se ha mencionado; está en el capítulo 32 de Alma, en el Libro de Mormón. Tal vez lo hayan leído muchas veces. Yo encuentro en él una nueva luz cada vez que lo leo. Revisemos una vez más esta noche la lección que enseña.
En esos pasajes inspirados se nos enseña a comenzar nuestra búsqueda de un testimonio con un “poco de fe” y con el deseo de que éste crezca4. Esta noche, ustedes han sentido la fe y ese deseo al escuchar discursos conmovedores sobre la bondad del Salvador, sobre Su honradez y la pureza de Sus mandamientos, así como de la expiación hecha posible para nosotros.
Por eso, una semilla de fe ya está plantada en su corazón. Quizás ya hayan sentido algo de ese ensanchamiento en su corazón que prometió Alma. Yo sí lo he sentido.
Pero, como una planta que crece, debe ser nutrida o se secará. Las oraciones frecuentes y sinceras de fe son nutrientes cruciales y necesarios. La obediencia a la verdad que han recibido guardará vivo su testimonio y lo fortalecerá. La obediencia a los mandamientos es parte de la nutrición que deben darle a su testimonio.
Ustedes recuerdan la promesa del Salvador: “El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo”5.
Eso me ha funcionado a mí y funcionará para ustedes también. Una de las doctrinas del Evangelio que aprendí cuando era joven es que la vida eterna es el más grande de los dones de Dios6. Aprendí que parte de la vida eterna es vivir juntos en amor como familias para siempre.
Desde la primera vez que escuché esas verdades y fueron confirmadas en mi corazón, me sentí obligado a tomar toda decisión que podía para evitar la contención y para buscar la paz en mi familia y en mi hogar.
Ahora bien, sólo después de esta vida podré gozar de la plenitud de la más grande de todas las bendiciones, la vida eterna; pero en medio de los retos de la vida, se me han dado, al menos vistas fugaces de lo que mi familia podría ser en el cielo. Debido a esas experiencias, mi testimonio en cuanto a la realidad del poder sellador que se ejerce en los templos ha crecido y se ha fortalecido.
Observar a mis dos hijas bautizándose en el templo por sus antepasados ha conmovido mi corazón por ellas y por esos antepasados, cuyos nombres encontramos. Se nos ha concedido la promesa de Elías de que los corazones se volverían el uno al otro en las familias7; por tanto, para mí, la fe ha llegado a ser un conocimiento seguro, como se nos promete en el libro de Alma.
He experimentado por lo menos algo del gozo que sintieron mis antepasados cuando el Salvador llegó al mundo de los espíritus después de Su ministerio terrenal. Aquí está la descripción, en Doctrina y Convenios:
“Y los santos se regocijaron en su redención, y doblaron la rodilla, y reconocieron al Hijo de Dios como su Redentor y Libertador de la muerte y de las cadenas del infierno.
“Sus semblantes brillaban, y el resplandor de la presencia del Señor descansó sobre ellos, y cantaron alabanzas a su santo nombre”8.
Mi sentimiento sobre el gozo de ellos proviene del poner en acción mi testimonio de que la promesa del Señor de la vida eterna es real. Ese testimonio se fortaleció por haber decidido ponerlo en acción tal como el Salvador prometió que ocurriría.
Él también nos enseñó que, además de decidir ser obedientes, debemos pedir en oración un testimonio de la verdad. El Señor nos enseñó eso en Su mandato de orar en cuanto al Libro de Mormón. Él le dijo a Su profeta Moroni:
“He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones.
“Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;
“y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas”9.
Espero que todas ustedes hayan puesto a prueba esa promesa por ustedes mismas o que lo hagan pronto. La respuesta podría venir en una experiencia singular, poderosa y espiritual. Para mí, vino en forma calmada al principio; pero cada vez que he leído y orado sobre el Libro de Mormón, viene con más fuerza.
No dependo de lo que ha ocurrido en el pasado. Para guardar mi testimonio viviente del Libro de Mormón en forma segura, con frecuencia recibo la promesa de Moroni. No tomo a la ligera esa bendición de un testimonio como un derecho perpetuo.
El testimonio requiere ser nutrido por la oración de fe, el tener hambre de la palabra de Dios que está en las Escrituras y la obediencia a la verdad que hemos recibido. Hay peligro al descuidar la oración. Hay peligro para nuestro testimonio si solamente estudiamos y leemos las Escrituras en forma casual; ellas constituyen nutrientes necesarios para nuestro testimonio.
Ustedes recordarán la advertencia de Alma:
“Mas si desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor del sol llegue y lo abrase, se secará porque no tiene raíz, y lo arrancaréis y lo echaréis fuera.
“Y esto no es porque la semilla no haya sido buena, ni tampoco es porque su fruto no sea deseable; sino porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto”10.
El deleitarse en la palabra de Dios, la oración sincera y la obediencia a los mandamientos del Señor se debe aplicar de modo equilibrado y continuo para crecer y prosperar. Todos pasamos por circunstancias que van más allá de nuestro control que interrumpen nuestro modelo para estudiar las Escrituras. Tal vez haya momentos en los que escojamos no orar por alguna razón. Quizá haya mandamientos que escojamos no cumplir por un tiempo.
Pero ustedes no recibirán el deseo de un testimonio viviente si se olvidan de la advertencia y de la promesa de Alma:
“Y por lo mismo, si no cultiváis la palabra, mirando hacia adelante con el ojo de la fe a su fruto, nunca podréis recoger el fruto del árbol de la vida.
“Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empiece a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando hacia adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida eterna.
“Y a causa de vuestra diligencia, y vuestra fe y vuestra paciencia al nutrir la palabra para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed.
“Entonces… segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol dé fruto”11.
Las palabras de ese pasaje de las Escrituras, “esperando que el árbol dé fruto”, guió la sabia enseñanza que recibieron esta tarde. Es por eso que a sus ojos se les señaló un día futuro en un cuarto de sellamiento del templo. Es por eso que esta noche se les ayudó a visualizar lo que parece ser una cadena de luz sin fin reflejada en los espejos que están uno frente al otro en los murales del cuarto de sellamiento, donde ustedes podrían casarse en un templo de Dios.
Si pueden esperar ese día con el deseo suficiente que ha nacido del testimonio, tendrán la fortaleza para resistir las tentaciones del mundo. Cada vez que decidan intentar vivir más como el Salvador, su testimonio se fortalecerá; con el tiempo, sabrán por ustedes mismas que Él es la Luz del Mundo.
Sentirán esa luz crecer en su vida; no vendrá sin esfuerzo; pero vendrá al crecer el testimonio de ustedes y al decidir nutrirlo. Aquí está la promesa de Doctrina y Convenios: “Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto”12.
Ustedes serán una luz al mundo si comparten su testimonio con otras personas. Irradiarán a los demás la Luz de Cristo que hay en sus vidas. El Señor hallará la manera de que esa luz conmueva a los que ustedes amen; y por medio de la combinación de la fe y del testimonio de Sus hijas, Dios tocará la vida de millones que están en Su reino y a lo largo del mundo con la luz de Él.
En sus testimonios y en sus decisiones yace la esperanza de la Iglesia y de las generaciones que seguirán su ejemplo de escuchar y aceptar la invitación del Señor: “Ven, sígueme”. El Señor lo sabe y las ama.
Les dejo mi amor y mi testimonio. Ustedes son hijas de un Padre Celestial amoroso y viviente. Sé que Su Hijo resucitado, Jesucristo, es el Salvador y la Luz del Mundo. Y testifico que, esta noche, el Espíritu Santo les ha enviado mensajes para confirmar la verdad en el corazón de ustedes. El president Thomas S. Monson es el profeta viviente de Dios. De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.