2010–2019
“La bondad debe por mí empezar”
Abril 2011


11:33

“La bondad debe por mí empezar”

La benevolencia traerá alegría y unidad a su hogar, a su clase, a su barrio y a su escuela.

Hace algunas semanas, aprendí una importante lección de una Laurel, que fue la discursante de los jóvenes de mi barrio. Me emocionó escucharla enseñar y testificar con seguridad de Jesucristo. Concluyó su mensaje con esta afirmación: “Cuando hago de Jesucristo el centro de mi vida, tengo un mejor día, trato con más amabilidad a las personas que amo y estoy llena de gozo”.

He observado a esa jovencita a la distancia en los últimos meses. Saluda a todos con una mirada alegre y una sonrisa pronta; y la he visto alegrarse por el éxito de otros jóvenes. Recientemente dos damitas me contaron que esa jovencita decidió no usar la entrada que tenía para una película cuando se dio cuenta de que no iba a ser una experiencia “virtuosa y bella”1. Ella es amorosa, bondadosa y obediente; viene de un hogar que tiene sólo uno de los padres, y en su vida no han faltado los desafíos; así que me he preguntado cómo hace para mantener ese espíritu feliz y afable. Al escuchar a esta mujer joven testificar: “Centro mi vida en Jesucristo”, obtuve mi respuesta.

“Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres”; esta hermosa lista de atributos cristianos que se encuentran en el decimotercer Artículo de Fe nos preparará para las bendiciones del templo y para la vida eterna.

Me gustaría centrarme sólo en una de esas palabras: benevolente. Benevolente es una hermosa palabra que no se oye muy a menudo. Su raíz proviene del latín y significa “buena voluntad hacia las personas”2. El ser benevolente es ser bondadosa, tener buena intención y ser caritativa. Muchas de ustedes aprendieron acerca de la benevolencia cuando estuvieron en la Primaria y aprendieron de memoria esta canción:

Bondad mostraré a todo ser;

así se debe actuar.

Es por eso que digo: “La bondad

debe por mí empezar”3.

Nuestro Salvador nos enseñó sobre ser benevolentes y vivió una vida benevolente. Jesús amó y sirvió a todos. El centrar nuestra vida en Jesucristo nos ayudará a adquirir el atributo de la benevolencia. Para que adquiramos esos mismos atributos cristianos, debemos aprender sobre el Salvador y “[seguir] Sus pasos”4.

Aprendemos de la parábola del Buen Samaritano que debemos amar a todos. La historia empieza en Lucas, capítulo 10, cuando un intérprete de la ley le preguntó al Salvador: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?”.

La respuesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Entonces el intérprete de la ley le preguntó: “¿Quién es mi prójimo?”. Esa pregunta del intérprete fue muy interesante, ya que los judíos tenían vecinos hacia el norte, los samaritanos, que les desagradaban tanto, que cuando viajaban de Jerusalén a Galilea tomaban el camino más largo por el valle del Jordán en lugar de viajar por Samaria.

Para responder la pregunta del intérprete, Jesús contó la parábola del Buen Samaritano. De acuerdo con la parábola:

“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto…

“Mas un samaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia;

“y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.

“Y otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva”5.

A diferencia del sacerdote judío y el levita que pasaron de largo al ver al hombre herido, que era uno de los suyos, el samaritano fue bondadoso a pesar de las diferencias. Demostró el atributo cristiano de la benevolencia. Jesús nos enseñó por medio de esta historia que todos son nuestro prójimo.

El consejero de un obispado recientemente compartió una experiencia que muestra lo importante que es cada persona. Al mirar a la congregación, vio a un niño con una caja grande llena de crayolas de distintos colores. Al mirar a los muchos miembros del barrio, se le ocurrió que, al igual que las crayolas, todos eran similares, pero también cada persona era única.

Comentó: “La tonalidad que ellos traían al barrio y al mundo era la suya propia; tenían sus fortalezas y debilidades individuales, anhelos personales y sueños íntimos. Pero juntos se combinaban en una rueda de colores de unidad espiritual…

“La unidad es una cualidad espiritual. Es el dulce sentimiento de paz y de tener un propósito que viene de pertenecer a una familia… Es el desear lo mejor para los demás tanto como se desea para uno mismo … Es el saber que nadie tiene intención de hacerte daño. [Significa que nunca estarás solo]”6.

Edificamos esa unidad y compartimos nuestros colores exclusivos a través de la benevolencia, los actos individuales de bondad.

¿Se han sentido solas alguna vez? ¿Se han dado cuenta de los que están solos, que viven en un mundo blanco y negro? Mujeres Jóvenes, las he observado aportar su color personal a la vida de otras personas con sus sonrisas, sus palabras amables o una nota de ánimo.

El presidente Thomas S. Monson nos enseñó cómo actuar con nuestras compañeras y con las personas que conozcamos cuando dijo a las Mujeres Jóvenes de la Iglesia: “Mis preciadas jóvenes hermanas, ruego que tengan el valor para abstenerse de juzgar y criticar a las personas que las rodean, así como el valor para asegurarse de que a todas se les incluya y se les haga sentir amadas y valoradas”7.

Podemos seguir el ejemplo del Buen Samaritano y “cambiarle el mundo” tan sólo a una persona al ser benevolentes8. Me gustaría invitar a cada una de ustedes a que realicen al menos un acto como el del samaritano esta semana entrante. Puede que requiera que busquen entre quienes no son sus amigos usuales o que tengan que superar su timidez. Con valor, quizás escojan servir a alguien que no las trate bien. Les prometo que si ustedes se exigen más allá de lo que es fácil de hacer, empezarán a sentirse tan bien por dentro que la bondad se convertirá en parte de su vida diaria. Verán que la benevolencia traerá alegría y unidad a su hogar, a su clase, a su barrio y a su escuela. “La bondad debe por mí empezar”.

No sólo nuestro Salvador amó a todos, sino que Él sirvió a todos. Extiendan su bondad a muchos. Tanto los mayores como los jóvenes serán grandemente bendecidos por el servicio bondadoso que ustedes presten. El presidente Monson, desde que era joven, siempre ha tenido un lugar especial en su corazón para los ancianos; reconoce el valor que tiene una corta visita, una simple sonrisa o un apretón de una mano arrugada y desgastada. Esos simples actos de caridad dan color a una vida que a veces está llena de días largos, grises y llenos de soledad. Invito a cada una de ustedes a que tengan presente a sus abuelos y a los ancianos. Miren a su alrededor en la capilla mañana y encuentren a alguien que pudiera utilizar el color que ustedes irradian en la vida de ellos. No requiere mucho: salúdenlos llamándolos por su nombre, entablen una pequeña conversación con ellos, estén dispuestos a ayudarles. ¿Podrían abrirles la puerta u ofrecer ayudarles en su casa o con el huerto? Lo que es una tarea simple para ustedes que son jóvenes, puede ser un proyecto abrumador para una persona mayor. “La bondad debe por mí empezar”.

A veces, el ser benevolente es mucho más difícil en nuestra familia. Las familias fuertes requieren esfuerzo. “Sé alegre, servicial y considerado o considerada para con los demás. Muchos de los problemas que surgen en el hogar resultan porque los miembros de la familia dicen palabras hirientes y actúan de manera egoísta. Ocúpate de las necesidades de los demás miembros de la familia; trata de ser un pacificador o una pacificadora en vez de fastidiar, pelear y discutir”9. “La bondad debe por mí empezar”.

Jesús amó a los niños, los tomó en los brazos y los bendijo10. Al igual que el Salvador, tu puedes bendecir a todos los niños con tu bondad, no sólo a los que están en tu hogar.

Quizás no sepas el impacto que tu vida y tu ejemplo puede tener en un niño pequeño. Hace poco recibí una nota de una amiga que dirige una guardería infantil en una escuela secundaria; a esa escuela asisten muchos hombres y mujeres jóvenes miembros de la Iglesia. Compartió conmigo la siguiente experiencia: “Al caminar por los pasillos con los niños pequeños es hermoso ver cuántos casilleros (taquillas) tienen fotos de Jesús o de templos pegadas en la parte interior de la puerta. Uno de los niños vio una foto de Jesús en la parte de adentro de la puerta de un casillero abierto [de una mujer joven] y dijo: ‘¡Mire, Jesús está en nuestra escuela!’. Los ojos de la estudiante se llenaron de lágrimas al agacharse y darle un abrazo al niño. Le agradecí a la jovencita por el buen ejemplo que era para los que la rodean. Es alentador saber que hay tantos jóvenes que tratan de defender la verdad y la rectitud y de hacer su parte para invitar el Espíritu a sus vidas a pesar de que a veces sea difícil con todo el ruido y la crudeza del mundo que los rodea. Tenemos algunos jóvenes maravillosos en la Iglesia”.

¡No podría estar más de acuerdo con ella! Mujeres Jóvenes, ustedes están cambiando el mundo al centrar su vida en Jesucristo y están “[llegando] a ser quienes Él desea que [sean]”11.

Les doy gracias por sus vidas benevolentes; por incluir a aquellos que quizás sean diferentes; por su amabilidad hacia sus compañeros, los ancianos, su familia y los niños pequeños; por ser el prójimo para los que se encuentran solos y aquellos que tienen desafíos o pesares. Por medio de la benevolencia que ejercen, ustedes están guiando “a otros a la luz del Salvador”12. Gracias por recordar que “la bondad debe por mí empezar”.

Sé que el presidente Thomas S. Monson es un profeta de Dios, cuya vida ha sido un modelo de benevolencia del cual podemos aprender. Sigan a nuestro profeta; aprendan de su ejemplo y escuchen sus palabras. Creo en el Evangelio de Jesucristo y sé que por medio del profeta José Smith el sacerdocio ha sido restaurado en la tierra.

Sé que nuestro Salvador vive y ama a cada una de nosotras. Ha dado Su vida por todos. Ruego que centremos nuestra vida en Jesucristo y “[sigamos] Sus pasos” al amar y servirnos los unos a los otros13. Al hacer eso, sé que podemos hacer que el mundo sea un mejor lugar porque “Creemos en ser benevolentes”14. De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Véase Artículos de Fe 1:13.

  2. Véase “benevolencia, n.” DRAE en-Línea, Vigésima segunda ed., 2001. Espasa Calpe. 7 de marzo de 2011, <http://buscon.rae.es/draeI/>.

  3. “La bondad por mí empieza”, Canciones para los niños, pág. 83.

  4. “Guardianas de la virtud”, Creemos: Fortaleza de la Juventud Multimedia 2011, DVD, 2010; también disponible en lds.org/youth/video/youth-theme-2011-we-believe.

  5. Lucas 10:25, 27, 29, 30, 33–35.

  6. Jerry Earl Johnston, “The Unity in a Ward’s Uniqueness,” Mormon Times, 9 febrero de 2011, M1, M12.

  7. Thomas S. Monson, “Tengan valor”, Liahona, mayo de 2009, pág. 125.

  8. “Guardianas de la virtud”.

  9. Para la Fortaleza de la Juventud, folleto, 2001, págs. 10–11.

  10. Véase Marcos 10:16.

  11. “Guardianas de la virtud”.

  12. “Guardianas de la virtud”.

  13. “Guardianas de la virtud”.

  14. Artículos de Fe 1:13.