“Más que vencedores por medio de aquel que nos amó”
Las pruebas no son sólo para probarnos. Son de vital importancia en el proceso de llegar a ser participantes de la naturaleza divina.
La vida en la tierra incluye dificultades, pruebas y tribulaciones; y algunas de las pruebas que enfrentamos en la vida pueden ser atroces. Tanto en enfermedad, traición, tentaciones, la pérdida de un ser querido, desastres naturales como en alguna otra adversidad, la aflicción es parte de nuestra experiencia mortal. Muchos se preguntan por qué debemos enfrentar desafíos difíciles. Sabemos que una razón es con el fin de probar nuestra fe para ver si haremos todo lo que el Señor ha mandado1. Afortunadamente, esta vida es el escenario perfecto para enfrentar—y pasar—esas pruebas2.
Pero estas pruebas no son sólo para probarnos. Son de vital importancia en el proceso de llegar a ser participantes de la naturaleza divina3. Si afrontamos estas aflicciones debidamente, serán consagradas para nuestro provecho4.
El élder Orson F. Whitney dijo: “Ningún dolor que suframos ni ninguna prueba que experimentemos es en vano… Todo lo que sufrimos y todo lo que soportamos, especialmente cuando lo hacemos con paciencia, edifica nuestro carácter, purifica nuestros corazones, expande nuestras almas y nos hace más sensibles y caritativos… Es mediante las penas y el sufrimiento, la dificultad y la tribulación que ganamos la educación que hemos venido a adquirir aquí”5.
Recientemente, se diagnosticó a un niño de 9 años con un extraño cáncer de huesos. El médico explicó el diagnóstico y el tratamiento, el cual incluía meses de quimioterapia y una seria operación. Dijo que sería un período muy difícil para el niño y para la familia, pero luego agregó: “La gente me pregunta: ‘¿Seré la misma persona después de esto?’. Yo les digo: ‘No, no serás la misma persona, serás mucho más fuerte; ¡serás increíble!’”.
A veces podría parecer que nuestras pruebas se centraran en aspectos de nuestra vida y en las partes del alma que más nos cuesta enfrentar. Puesto que como resultado de estos retos se espera el crecimiento personal, no debería sorprendernos que las pruebas sean muy personales, casi específicamente dirigidas a nuestras necesidades o debilidades particulares. Y nadie está exento, en especial los santos que estén tratando de hacer lo correcto. Algunos santos obedientes podrían preguntarse: “¿Por qué a mí? ¡Estoy tratando de ser bueno! ¿Por qué permite el Señor que suceda esto?”. El horno de la aflicción ayuda a purificar aun a los mejores de los santos incinerando las impurezas de su vida para que quede el oro puro6. Incluso el mejor mineral necesita ser refinado para sacarle las impurezas. Ser bueno no es suficiente; queremos llegar a ser como el Salvador, que aprendió a medida que sufrió “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”7.
El sendero Crimson del cañón de Logan es una de mis caminatas preferidas. La parte principal del camino recorre las cimas de los altos acantilados y ofrece una vista hermosa del cañón y del valle que está debajo; sin embargo, llegar a la cima de los acantilados no es fácil. Allí el camino va constantemente en subida, y justo antes de llegar al tope, el escalador se encuentra con la parte más empinada del camino, y los mismos acantilados no permiten que se vea el cañón. El último esfuerzo vale más que la pena, porque una vez que el escalador llega a la cima la vista es imponente. La única forma de verlo es hacer el recorrido.
Las pautas de las Escrituras y de la vida muestran que muchas veces las pruebas más oscuras y peligrosas preceden a acontecimientos extraordinarios y un crecimiento tremendo. “Tras mucha tribulación vienen las bendiciones”8. Los hijos de Israel estaban atrapados contra el mar Rojo antes de que éste fuese dividido9. Nefi enfrentó peligros, la ira de sus hermanos y múltiples fracasos antes de obtener las planchas de bronce10. José Smith fue abrumado con un poder maligno tan fuerte que parecía estar destinado a una destrucción repentina; cuando estaba a punto de hundirse en la desesperación se esforzó por orar a Dios, y en ese preciso momento lo visitaron el Padre y el Hijo11. Con frecuencia los que están investigando la Iglesia enfrentan oposición y tribulación al acercarse al bautismo. Las madres saben que la dificultad del parto precede el milagro del nacimiento. Una y otra vez vemos bendiciones maravillosas después de grandes pruebas.
Cuando mi abuela tenía unos 19 años contrajo una enfermedad que la dejó muy mal. Más tarde dijo: “No podía caminar; no podía usar el pie izquierdo para nada después de estar en cama por varios meses. Los huesos estaban blandos como una esponja y cuando apoyaba el pie en el suelo parecía que me daba un golpe eléctrico”12. Mientras estaba en cama y cuando el sufrimiento era más intenso, consiguió y estudió unos folletos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; se convirtió y después se bautizó. Muchas veces, un desafío en particular nos ayuda a prepararnos para algo de vital importancia.
En medio de los problemas es casi imposible ver que las bendiciones que vendrán sobrepasan ampliamente el dolor, la humillación o la congoja que estemos experimentando en ese momento. “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de rectitud a los que en ella han sido ejercitados”13. El apóstol Pablo enseñó: “Porque esta momentánea y leve tribulación nuestra nos produce un cada vez más y eterno peso de gloria”14. Es interesante que Pablo usase el término “leve tribulación”; eso venía de una persona que había sido golpeada, apedreada, padecido naufragio, estado en la prisión y quien había sufrido muchas otras pruebas15. Dudo que muchos de nosotros califiquemos nuestras tribulaciones como leves; sin embargo, comparadas con las bendiciones y el crecimiento que recibimos al final, tanto en esta vida como en la eternidad, nuestras aflicciones son realmente leves.
Nosotros no buscamos pruebas, aflicciones ni tribulaciones. Nuestra jornada personal por la vida nos proporcionará la cantidad exacta para nuestras necesidades. Muchas pruebas son parte natural de la existencia mortal, pero juegan un papel muy importante en nuestro progreso.
Al acercarse el fin del ministerio mortal del Salvador, Él experimentó la prueba más difícil de todos los tiempos: el increíble sufrimiento en Getsemaní y en Gólgota. Eso precedió a la gloriosa Resurrección y a la promesa de que todo nuestro sufrimiento algún día desaparecerá. Su sufrimiento era un requisito previo para la tumba vacía de esa mañana de Pascua y para nuestra inmortalidad y vida eterna futuras.
A veces queremos crecer sin desafíos y adquirir fortaleza sin tener que hacer ningún esfuerzo; pero el crecimiento no puede venir al tomar el camino más fácil. Entendemos claramente que un atleta que se resiste al entrenamiento riguroso nunca llegará a ser un atleta de prestigio mundial. Debemos tener cuidado de no resentir las mismas cosas que nos ayudarán a ser participantes de la naturaleza divina.
Ninguna de las pruebas y tribulaciones que afrontamos van más allá de nuestros límites, porque tenemos acceso a la ayuda del Señor. Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece16.
Después de recuperarse de serios problemas de salud, el élder Robert D. Hales compartió lo siguiente en una conferencia general: “En algunas ocasiones le dije al Señor que, sin duda, había aprendido las lecciones que se me habían enseñado y que no era necesario tener que soportar más sufrimiento. Tales súplicas me dieron la impresión de ser en vano, ya que pude ver muy claro que tendría que soportar ese proceso purificador de probación en el tiempo y a la manera del Señor. …aprendí también que no se me dejaría solo para afrontar esas pruebas y tribulaciones, porque los ángeles guardianes me atenderían. Hubo quienes fueron casi como ángeles en forma de médicos, enfermeras y, sobre todo, mi querida compañera, Mary. Y a veces, cuando el Señor así lo deseaba, yo había de recibir consuelo por medio de la visita de huestes celestiales que brindaron consuelo y confirmaciones eternas en los momentos de necesidad”17.
Nuestro Padre Celestial nos ama y “sabemos que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus problemas y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día”18. Algún día, cuando lleguemos al otro lado del velo, querremos no sólo que nos digan: “Y bien, ya terminaste”; sino que querremos que el Señor nos diga: “Bien, buen siervo y fiel”19.
Me encantan las palabras de Pablo:
“¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada…?
“Antes bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”20.
Sé que Dios vive y que Su Hijo Jesucristo vive. También sé que mediante la ayuda de Ellos podemos ser “más que vencedores” de las tribulaciones que afrontamos en esta vida. Podemos llegar a ser como Ellos. En el nombre de Jesucristo. Amén.