Afrontar el futuro con fe
¡Su verdad, convenios y ordenanzas nos permiten superar el miedo y afrontar el futuro con fe!
Mis queridos hermanos y hermanas, les agradezco la influencia de su apoyo, no sólo al levantar la mano, sino también por el servicio que eleva el espíritu en su hogar, en la Iglesia y en sus comunidades. Nos encanta estar con ustedes y verlos con su familia y sus amigos. Dondequiera que vivan, observamos los esfuerzos que hacen para que este mundo sea un lugar mejor. ¡Los apoyamos! ¡Los amamos! ¡Al igual que ustedes oran por nosotros, nosotros también oramos por ustedes!
Nos imaginamos a sus familias reunidas alrededor de la televisión o a través de internet para ver las sesiones de la conferencia general desde casa. Una madre y un padre atentos me enviaron una copia de una foto que tomaron durante un momento de la conferencia. Observaron la reacción de su hijo de 18 meses de edad en aquel entonces, quien reconoció las características y la voz del orador. El niño empezó a tirar besos al televisor. Quería acercarse. Así que su considerada hermana mayor rápidamente alzó a su hermano menor poniéndolo en los hombros y lo acercó. Aquí está la fotografía.
Sí, la imagen del televisor es la mía y esos niños son nuestros nietos. En algunos años, ese niño será un élder, investido en el templo y listo para servir en una misión. Más adelante se sellará a una compañera eterna que él haya escogido. ¿Se lo imaginan un día, como esposo y padre, con hijos propios? Y algún día, él dirá adiós a sus abuelos, con el conocimiento certero de que la muerte es parte de la vida.
Es verdad. Vivimos para morir, y morimos para vivir nuevamente. Desde una perspectiva eterna, la única muerte que es realmente prematura es la muerte de alguien que no está preparado para comparecer ante Dios.
Como apóstoles y profetas nos preocupamos no sólo por nuestros hijos y nietos, sino también por los de ustedes, y por cada uno de los hijos de Dios. Todo lo que el futuro tiene reservado para cada sagrado hijo o hija de Dios será determinado por sus padres, sus familiares, sus amigos y sus maestros. De esta manera, nuestra fe ahora se convierte en parte de la fe de nuestra posteridad después.
Cada persona se forjará su camino en un mundo constantemente cambiante, un mundo de ideologías que compiten. Las fuerzas del mal siempre estarán en oposición a las fuerzas del bien. Satanás constantemente se esfuerza para influir en nosotros para que sigamos sus caminos y seamos miserables, así como él es1. Los riesgos normales de la vida como enfermedades, lesiones y accidentes siempre estarán presentes.
Vivimos en una época de confusión; los terremotos y maremotos causan devastación, los gobiernos colapsan, las tensiones económicas son severas, la familia está bajo ataques, los índices de divorcio están aumentando. Tenemos gran motivo para preocuparnos, pero no debemos permitir que nuestros miedos desplacen nuestra fe. Podemos combatir nuestros miedos mediante el fortalecimiento de nuestra fe.
Comiencen por sus hijos. Ustedes, padres, tienen la responsabilidad primordial de fortalecer la fe de ellos. Permítanles sentir la fe de ustedes, aun cuando afronten pruebas difíciles. Centren su fe en nuestro amoroso Padre Celestial y en Su Hijo Amado, el Señor Jesucristo. Enseñen esa fe con convicción profunda; enseñen a cada precioso niño o niña que él o ella es un hijo de Dios, creado a Su imagen, con un potencial y un propósito sagrados. Cada uno nace con retos para superar y con fe que debe desarrollar2.
Enseñen sobre la fe en el Plan de Salvación de Dios; enseñen que nuestra jornada por la mortalidad es un periodo de probación, un tiempo de tribulaciones y pruebas para ver si haremos lo que el Señor nos mande3.
Enseñen sobre la fe para guardar todos los mandamientos de Dios, sabiendo que se dan para bendecir a Sus hijos y brindarles gozo4. Adviértanles que se encontrarán con personas que escogerán cuáles mandamientos guardarán e que ignorarán otros que han escogido desobedecer. A ese enfoque, lo llamo el “buffet de la obediencia”. Esa práctica de seleccionar y escoger cuáles obedecer no funcionará; los conducirá al sufrimiento. Al prepararse para comparecer ante Dios, uno guarda todos Sus mandamientos. Requiere fe el obedecerlos, y el guardar Sus mandamientos fortalecerá esa fe.
La obediencia permite que las bendiciones de Dios fluyan sin restricciones. Él bendecirá a Sus hijos obedientes con la libertad del cautiverio y del sufrimiento; Él los bendecirá con más luz. Por ejemplo, uno cumple con la Palabra de Sabiduría sabiendo que la obediencia no sólo brinda libertad de las adicciones, sino que también agregará bendiciones de sabiduría y tesoros de conocimiento5.
Enseñen sobre la fe para que sepan que la obediencia a los mandamientos de Dios proporcionará protección física y espiritual; y recuerden, los santos ángeles de Dios siempre están listos para ayudarnos. El Señor declaró: “…porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros”6. ¡Qué grandiosa promesa! Cuando somos fieles, Él y Sus ángeles nos ayudarán.
La fe inquebrantable se fortalece por medio de la oración. Sus súplicas sinceras son importantes para Él. Piensen en las intensas y vehementes oraciones del profeta José Smith durante sus terribles días de encarcelación en la cárcel de Liberty. El Señor le respondió al cambiar la perspectiva del Profeta; Él dijo, “…entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”7.
Si oramos con una perspectiva eterna, no necesitamos preguntarnos si se escuchan nuestras más sinceras y emotivas súplicas. Esta promesa del Señor se registra en la sección 98 de Doctrina y Convenios:
“…porque vuestras oraciones han entrado en los oídos del Señor… y están inscritas con este sello y testimonio: El Señor ha jurado y decretado que serán otorgadas.
“Por lo tanto, él os concede esta promesa, con un convenio inmutable de que serán cumplidas; y todas las cosas con que habéis sido afligidos obrarán juntamente para vuestro bien y para la gloria de mi nombre, dice el Señor”8.
¡El Señor escogió Sus palabras más fuertes para tranquilizarnos! ¡Sello! ¡Testimonio! ¡Jurado! ¡Decretado! ¡Convenio inmutable! ¡Hermanos y hermanas, créanle a Él! Dios escuchará sus oraciones sinceras y sentidas, y su fe se fortalecerá.
Para desarrollar una fe duradera, es esencial un compromiso duradero a ser pagador de diezmos íntegros. Al principio, se necesita fe para pagar el diezmo; después, el pagador de diezmo desarrolla más fe, al punto de que el pagar diezmo se convierte en un privilegio valioso. El diezmo es una antigua ley de Dios9. Él hizo una promesa a Sus hijos de que abriría “…las ventanas de los cielos y [derramaría]… [bendiciones] hasta que [sobreabunden]”10. No sólo eso, el diezmo asegurará que su nombre esté incluido entre los del pueblo de Dios y lo protegerá en “el día de la venganza y el fuego”11.
¿Por qué necesitamos una fe tan firme? Porque vienen tiempos difíciles; pocas veces, en el futuro, será fácil o popular ser un fiel Santo de los Últimos Días. Cada uno de nosotros será probado. El apóstol Pablo advirtió que en los últimos días, aquellos que con diligencia sigan al Señor “padecerán persecución”12. Esa misma persecución puede aplastarlos en una silenciosa debilidad tanto como motivarlos a ser un mejor ejemplo y más valientes en su vida diaria.
La forma en que ustedes afronten las pruebas de la vida es parte del desarrollo de su fe. La fuerza vendrá cuando se acuerden de que tienen una naturaleza divina, una herencia de valor infinito. El Señor les recuerda a ustedes, a sus hijos y a sus nietos que son herederos legítimos, que han sido reservados en el cielo para nacer en un momento y un lugar específicos, para progresar y convertirse en Sus representantes y en Su pueblo del convenio. Al caminar en el sendero de rectitud del Señor, serán bendecidos para perseverar en la bondad de Él y ser una luz y un salvador para Su pueblo13.
Hay bendiciones a disposición de cada uno de ustedes, hermanos y hermanas, que se obtienen por medio del poder del santo Sacerdocio de Melquisedec. Esas bendiciones pueden cambiar las circunstancias de su vida en cuestiones tales como la salud, la compañía del Espíritu Santo, las relaciones personales y oportunidades para el futuro. El poder y la autoridad de este sacerdocio tienen las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia14. Más notable aún, el Señor ha declarado que Él preservará esas bendiciones, de acuerdo con Su voluntad15.
La mayor de todas las bendiciones del sacerdocio se otorga en los santos templos del Señor. La fidelidad a los convenios efectuados allí les dará el derecho a ustedes y a sus familias a las bendiciones de la vida eterna16.
La recompensa de ustedes no será solamente en la vida venidera. Muchas de las bendiciones serán suyas durante esta vida, entre sus hijos y sus nietos. Ustedes, fieles santos, no tienen que pelear solos las batallas de la vida. ¡Piénsenlo! El Señor declaró: “…yo contenderé con el que contienda contigo, y yo salvaré a tus hijos”17. Más tarde vino esta promesa a Su pueblo fiel: “Yo, el Señor, [pelearía] sus batallas, y las batallas de sus hijos, y de los hijos de sus hijos… hasta la tercera y la cuarta generación”18.
Nuestro querido presidente Thomas S. Monson nos ha dado su testimonio profético. Él dijo: “Les testifico que las bendiciones prometidas son incalculables. Aunque las nubes de tormenta se arremolinen, aunque las lluvias caigan sobre nosotros, nuestro conocimiento del Evangelio y el amor que tenemos por nuestro Padre Celestial y por nuestro Salvador nos consolarán y nos sostendrán, y darán gozo a nuestro corazón al caminar con rectitud y guardar los mandamientos”.
El presidente Monson continuó: “Mis queridos hermanos y hermanas, no teman. Sean de buen ánimo. El futuro es tan brillante como su fe”19.
A la poderosa declaración del presidente Monson agrego la mía. Testifico que Dios es nuestro Padre. Jesús es el Cristo. Su Iglesia ha sido restaurada en la tierra. ¡Su verdad, convenios y ordenanzas nos permiten superar el miedo y afrontar el futuro con fe! De ello doy testimonio, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.