2010–2019
Y esta es la vida eterna
Abril de 2017


11:52

Y esta es la vida eterna

Dios los conoce y los invita a conocerle a Él.

Les hablo a ustedes, la nueva generación, los jóvenes y jóvenes adultos, solteros o casados, quienes son los futuros líderes de esta, la Iglesia del Señor. Con toda la iniquidad, caos, miedo y confusión que hay en el mundo hoy, les hablaré con claridad sobre la majestad y la bendición de llegar a conocer a Dios.

Jesucristo enseñó muchas verdades que explican el plan de felicidad del Padre Celestial y el lugar de ustedes en dicho plan. Voy a centrarme en dos de ellas para ayudarles a comprender su identidad como hijos de Dios y conocer su propósito en la vida.

Primero: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Segundo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

Tengan en mente estas verdades —que enseñan por qué— mientras trato de describir cómo podemos llegar a conocer a Dios, ustedes y todos nosotros.

Conozcámosle mediante la oración

Mis jóvenes amigos, podemos comenzar a conocer a Dios mediante la oración.

El 7 de abril de 1829, Oliver Cowdery, a sus 22 años, comenzó sus labores como escribiente de José Smith, quien tenía 23 años. Eran jóvenes igual que ustedes. Oliver pidió una confirmación de Dios en cuanto a la Restauración y su obra en ella. Como respuesta, recibió la siguiente revelación:

“He aquí, tú sabes que me has preguntado y yo te iluminé la mente…

“Sí, te las digo para que sepas que no hay quien conozca tus pensamientos y las intenciones de tu corazón sino Dios…

“… De cierto, de cierto te digo: Si deseas más testimonio, piensa en la noche en que me imploraste en tu corazón…

¿No hablé paz a tu mente…? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que de Dios?”.

Cuando ustedes oran con fe, sienten el amor de Dios a medida que Su Espíritu les habla a su alma. A pesar de lo solos o inseguros que a veces puedan sentirse, no están solos en este mundo. Dios los conoce a ustedes personalmente. Al orar, ustedes llegarán a conocerle a Él.

Conozcámosle mediante el estudio de las Escrituras

Al estudiar las Escrituras, no solamente aprenden acerca del Salvador, sino que en realidad llegan a conocer al Salvador.

En abril de 1985, el élder Bruce R. McConkie tomó la palabra en la conferencia general apenas 13 días antes de morir. Concluyó con este testimonio:

“Soy uno de Sus testigos, y en un día cercano palparé las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies y bañaré Sus pies con mis lágrimas.

“Pero en ese momento mi conocimiento no será más firme de lo que actualmente es, de que Él es el Hijo Todopoderoso de Dios, que es nuestro Salvador y Redentor, y que la salvación se logra por Su sangre expiatoria y mediante ella, y por ningún otro medio.

Aquellos de nosotros que escuchamos al élder McConkie hablar así ese día nunca hemos olvidado cómo nos sentimos. Al comenzar su discurso, reveló por qué su testimonio era tan poderoso. Dijo:

“Para hablar de estas cosas maravillosas, usaré mis propias palabras, aunque quizás crean que son de las Escrituras…

“Es cierto que otros las pronunciaron antes, pero ahora son mías, pues el Santo Espíritu de Dios me ha testificado que son verdaderas, y ahora es como si el Señor me las hubiera revelado a mí en primera instancia; por tanto, he escuchado Su voz y conozco su palabra”.

Al estudiar y meditar las Escrituras, ustedes también escucharán la voz de Dios, conocerán Sus palabras y llegarán a conocerlo a Él. Dios revelará Sus verdades eternas a ustedes personalmente. Estas doctrinas y principios llegarán a formar parte de quiénes son ustedes y emanarán de su propia alma.

Además del estudio individual, estudiar las Escrituras en familia es importante.

En nuestro hogar deseábamos que nuestros hijos aprendieran a reconocer la voz del Espíritu. Creemos que esto sucedió a medida que estudiábamos el Libro de Mormón cada día en familia; nuestro testimonio se fortalecía al hablar de verdades sagradas.

El estudio de las Escrituras se convierte en el canal mediante el cual el Espíritu nos imparte a cada uno de nosotros una tutoría personalizada. A medida que estudien las Escrituras cada día, solos y con su familia, ustedes llegarán a reconocer la voz del Espíritu y a conocer a Dios.

Conozcámosle haciendo Su voluntad

Además de orar y estudiar las Escrituras, debemos hacer la voluntad de Dios.

El Salvador es nuestro ejemplo perfecto. Él dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

Cuando el Salvador resucitado se apareció a los nefitas, dijo: “Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio”.

Ustedes y yo hacemos la voluntad del Padre al honrar nuestros convenios, guardar los mandamientos y servir a Dios y a nuestros semejantes.

Mi esposa, Rhonda, y yo tenemos unos padres que son personas normales, probablemente muy parecidos a los padres de ustedes. No obstante, una cosa que me encanta de nuestros padres es que dedicaron sus vidas a servir a Dios y nos enseñaron a hacer lo mismo.

Cuando los padres de Rhonda llevaban solamente dos años de casados, el padre de Rhonda, que tenía 23 años, fue llamado a servir una misión de tiempo completo y dejó a su joven esposa y a su hija de dos años. Entonces su esposa fue llamada a servir con él durante los últimos siete meses de su misión, y dejaron a su hija al cuidado de familiares.

Unos años más tarde, ya con cuatro hijos, se mudaron a Missoula, Montana, para que su padre pudiera asistir a la universidad. No obstante, llevaban allí solamente unos meses cuando el presidente Spencer W. Kimball y el élder Mark E. Petersen extendieron un llamamiento a mi suegro para que fuera el primer presidente de la recién creada estaca Missoula. Él tenía tan solo 34 años; dejó de lado la perspectiva de la universidad para procurar hacer la voluntad del Señor y no la suya propia.

Mis padres han servido en el templo durante más de treinta años—papá como sellador, mamá como obrera de ordenanzas. También prestaron servicio juntos en cinco misiones de tiempo completo: en Riverside, California; Ulán Bator, Mongolia; Nairobi, Kenia; el Templo de Nauvoo, Illinois, así como en el Templo de Monterrey, México. En México se esforzaron mucho por aprender un nuevo idioma, lo que no fue fácil con ochenta años; pero procuraron hacer la voluntad del Señor en vez de satisfacer sus propios deseos en la vida.

A ellos, y a todos los Santos de los Últimos Días tan dedicados que sirven por todo el mundo, les repito las palabras que habló el Señor al profeta Nefi: “Bienaventurado eres tú… por las cosas que has hecho… infatigablemente… [porque no] te has afanado por tu propia vida, antes bien, has procurado mi voluntad y el cumplimiento de mis mandamientos”.

Conforme procuramos hacer la voluntad de Dios al prestar servicio fielmente a Él y a nuestros semejantes, sentimos Su aprobación y verdaderamente llegamos a conocerle.

Conozcámosle llegando a ser como Él

El Salvador nos dice que la mejor manera de conocer a Dios es llegar a ser como Él. Él enseñó: “Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy”.

La dignidad es esencial para llegar a ser como Él. El Salvador dijo: “[Santificaos]; sí, purificad vuestro corazón y limpiad vuestras manos… ante mí, para que yo os haga limpios”. Al comenzar el camino de llegar a ser como Él, nos arrepentimos y recibimos Su perdón, y Él limpia nuestras almas.

Para ayudarnos, a medida que progresamos hacia el Padre, el Señor nos hizo esta promesa: “Toda alma que deseche sus pecados y venga a mí, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, verá mi faz y sabrá que yo soy”.

Mediante nuestra fe en Su sacrificio expiatorio, el Salvador nos limpia, nos sana y nos permite conocerle a Él ayudándonos a llegar a ser como Él. Mormón enseñó: “Pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones… para que lleguéis a ser hijos [e hijas] de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a Él”. A medida que nos esforzamos por llegar a ser como Dios, Él puede hacer de nosotros mucho más de lo que podríamos hacer de nosotros mismos.

Conozcámosle siguiendo el ejemplo de mentores

Para ayudarnos en nuestros esfuerzos, Dios nos ha dado modelos a seguir y mentores. Deseo compartir mis sentimientos acerca de uno de los míos: el élder Neal A. Maxwell. Él procuraba constantemente someter su voluntad a la del Padre en su esfuerzo por llegar a ser como Dios.

Hace más de veinte años, compartió sus sentimientos conmigo justo después de habérsele diagnosticado cáncer. Me dijo: “Quiero estar en el equipo, a este lado [del velo] o al otro lado. No quiero quedarme sentado tras la línea de banda. Quiero jugar el partido”.

Durante las semanas que siguieron, él se sentía reacio a pedir a Dios que le sanara; solamente deseaba hacer la voluntad de Dios. Su esposa, Colleen, le dijo que el primer clamor de Jesús en el huerto de Getsemaní fue: “Si es posible, pase de mí esta copa”. Solamente después dijo el Salvador: “Pero no sea como yo quiero, sino como . Ella alentó al élder Maxwell a seguir el ejemplo del Salvador y pedir alivio, y después someter su voluntad a la voluntad de Dios, y así lo hizo él.

Tras sufrir al someterse a unos tratamientos extensos y debilitantes durante casi un año, volvió a estar “en el partido” de manera total y completa y prestó servicio durante siete años más.

Durante aquellos años que siguieron, tuve varias asignaciones con él y sentí su bondad, compasión y amor. Observé cómo aumentaba su refinamiento espiritual a través de su sufrimiento continuo y servicio constante, a medida que se esforzaba por llegar a ser como el Salvador.

El ejemplo a seguir y el mentor supremo que todos tenemos a nuestro alcance es nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, quien dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. “Ven, sígueme”.

Mis jóvenes hermanos y hermanas, conocer a Dios es una lucha que dura toda una vida. “Y esta es la vida eterna: que [le conozcamos a él]… el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien [el Padre ha] enviado”.

“¿No hemos de seguir adelante en una causa tan grande?… ¡Valor, [mis jóvenes amigos]; e id adelante, adelante a la victoria!”.

Dios los conoce y los invita a conocerle a Él. Oren al Padre, estudien las Escrituras, procuren hacer la voluntad de Dios, esfuércense por llegar a ser como el Salvador y sigan a mentores que sean justos. Al hacerlo, ustedes llegarán a conocer a Dios y a Jesucristo, y heredarán la vida eterna. Esta es mi invitación para ustedes como uno que ha sido ordenado testigo especial de Ellos. Ellos viven; y los aman. De esto testifico; en el nombre de Jesucristo. Amén.