2010–2019
El perfecto amor echa fuera el temor
Abril de 2017


19:11

El perfecto amor echa fuera el temor

Dejemos de lado nuestros temores y vivamos con gozo, humildad, esperanza y la firme seguridad de que el Señor está con nosotros.

Mis queridos hermanos y hermanas, queridos amigos, qué privilegio y gozo es reunirnos como Iglesia mundial, unidos en nuestra fe y amor por Dios y Sus hijos.

Estoy especialmente agradecido por la presencia de nuestro amado profeta, Thomas S. Monson. Presidente, siempre tomaremos en serio sus palabras de guía, consejo y sabiduría. Lo amamos, presidente Monson, y siempre oramos por usted.

Hace años, cuando yo servía como presidente de estaca en Frankfurt, Alemania, una querida pero descontenta hermana se acercó a mí al final de una de nuestras reuniones de estaca.

“¿No es terrible?”, dijo. “¡Había como unas cuatro o cinco personas profundamente dormidas durante su discurso!”

Pensé un momento y respondí: “Estoy seguro de que dormir en la Iglesia es uno de los reposos más saludables”.

Mi maravillosa esposa, Harriet, oyó esa conversación informal y más tarde mencionó que la mía había sido una de las respuestas más amables que jamás había dado.

El Gran Despertar

Hace cientos de años, se extendió por las zonas rurales de Norteamérica un movimiento llamado el “Gran Despertar”. Uno de sus objetivos principales era despertar a aquellos que parecían estar dormidos en cuanto a los asuntos espirituales.

El joven José Smith se vio influenciado por las cosas que escuchó decir a predicadores que eran parte de ese despertar religioso. Es una de las razones por las que decidió preguntar fervientemente en secreta oración cuál era la voluntad del Señor.

Dichos predicadores tenían un estilo de oratoria dramático y emotivo, y sus sermones eran conocidos por su gran énfasis en los ardientes terrores del infierno que aguardan al pecador. Sus discursos no dormían a la gente, aunque tal vez hayan causado alguna que otra pesadilla. Su propósito y modelo parecían ser el de atemorizar a la gente para que se uniera a la iglesia.

El temor como manipulación

Históricamente, el temor a menudo se ha utilizado como un medio para hacer que la gente actúe. Los padres lo han usado con sus hijos, los empleadores con sus empleados y los políticos con los votantes.

Los expertos en mercadotecnia comprenden el poder del miedo y lo utilizan a menudo. Es por eso que algunas publicidades parecen contener el mensaje implícito de que si no compramos su marca de cereal para el desayuno o nos perdemos el último videojuego o teléfono celular, corremos el riesgo de tener una vida miserable y morir solos e infelices.

Esto nos hace gracia y pensamos que nunca cederemos a tal manipulación, pero a veces lo hacemos. Lo que es peor, a veces usamos métodos similares para que otras personas hagan lo que queremos.

Hoy mi mensaje tiene dos propósitos: El primero es instarnos a contemplar y considerar el grado en que nosotros nos valemos del miedo para motivar a los demás, incluso a nosotros mismos. El segundo es proponer una mejor manera.

El problema del temor

En primer lugar, abordemos el problema que presenta el temor. Después de todo, ¿quién de nosotros nunca ha sido compelido por el miedo a alimentarse mejor, usar el cinturón de seguridad, hacer más ejercicio, ahorrar dinero o incluso arrepentirse del pecado?

Es cierto que el temor puede ejercer una poderosa influencia sobre nuestras acciones y nuestro proceder, pero dicha influencia tiende a ser temporal y poco profunda. El temor rara vez tiene el poder de cambiar nuestro corazón, y nunca nos transformará en personas que aman lo bueno y que desean obedecer al Padre Celestial.

Las personas que tienen temor tal vez digan y hagan lo correcto, pero no sienten lo correcto. A menudo se sienten desamparadas y resentidas, incluso enojadas. Con el tiempo esos sentimientos conducen a la desconfianza, la resistencia, incluso a la rebelión.

Por desgracia, esa visión equivocada de la vida y del liderazgo no se limita al mundo secular. Me entristece oír de miembros de la Iglesia que ejercen injusto dominio, ya sea en su hogar, en sus llamamientos de la Iglesia, en el trabajo o al relacionarse con los demás.

A menudo, las personas condenan la intimidación en los demás, pero no pueden verla en sí mismas. Exigen que se cumplan sus reglas arbitrarias, pero cuando los demás no siguen esas extrañas reglas, los castigan verbal, emocional y a veces hasta físicamente.

El Señor ha dicho que “… cuando intentamos… ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia… los cielos se retiran [y] el Espíritu del Señor es ofendido…”.

Tal vez haya momentos en los que nos sintamos tentados a justificar nuestras acciones creyendo que el fin justifica los medios. Hasta podríamos pensar que ser controladores, manipuladores y duros es por el bien de los demás. No es así, porque el Señor ha dejado en claro que “… el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre [y] templanza…”.

Una mejor manera

Cuanto más conozco a mi Padre Celestial, más claramente veo cómo inspira y guía a Sus hijos. Él no es irascible, vengativo ni rencoroso. Su propósito mismo —Su obra y Su gloria— es enseñarnos, exaltarnos y guiarnos a Su plenitud.

Dios se describió a Sí mismo ante Moisés como “… misericordioso y piadoso, tardo para la ira y abundante en benignidad y verdad”.

El amor que nuestro Padre Celestial tiene por nosotros, Sus hijos, supera ampliamente nuestra capacidad de comprender.

¿Significa esto que Dios aprueba o pasa por alto los comportamientos que son contrarios a Sus mandamientos? ¡No, definitivamente no!

Pero Él desea cambiar mucho más que nuestro proceder; desea cambiar nuestra naturaleza misma; desea cambiar nuestro corazón.

Él desea que extendamos la mano y nos aferremos a la barra de hierro, enfrentemos nuestros miedos y avancemos con valentía hacia delante y hacia arriba en el camino estrecho y angosto. Él quiere esto para nosotros porque nos ama y porque ese es el camino hacia la felicidad.

Ahora bien, ¿cómo motiva Dios a Sus hijos para que lo sigan en nuestros días?

¡Él envió a Su Hijo!

Dios envió a Su Hijo Unigénito, Jesucristo, para mostrarnos el camino correcto.

Dios motiva mediante persuasión, longanimidad, benignidad, mansedumbre y amor sincero. Dios está de nuestro lado. Él nos ama y desea que cuando nos tropecemos nos levantemos, lo intentemos de nuevo y seamos más fuertes.

Él es nuestro mentor,

Él es nuestra gran y preciada esperanza.

Él desea estimularnos con la fe.

Él confía en que aprenderemos de nuestros tropiezos y tomaremos decisiones correctas.

¡Esa es la mejor manera!

¿Qué hay de las maldades del mundo?

Una de las maneras en que Satanás desea que manipulemos a otras personas es centrándonos y hasta exagerando el mal que hay en el mundo.

Sin duda nuestro mundo siempre ha sido y seguirá siendo imperfecto. Demasiadas personas inocentes sufren por circunstancias de la naturaleza, así como también por la inhumanidad del hombre. La corrupción y la iniquidad de nuestros días son singulares y alarmantes.

Sin embargo, a pesar de todo esto, no cambiaría el vivir en esta época por ninguna otra de la historia del mundo. Tenemos la bendición incalculable de vivir en tiempos de prosperidad, entendimiento y ventajas incomparables. Sobre todo, somos bendecidos con la plenitud del evangelio de Jesucristo, el cual nos da una perspectiva única de los peligros del mundo y nos muestra cómo evitar dichos peligros o afrontarlos.

Cuando pienso en estas bendiciones, siento el deseo de arrodillarme y ofrecer alabanzas a nuestro Padre Celestial por Su amor eterno por todos Sus hijos.

No creo que Dios desee que Sus hijos tengan miedo ni se centren en la maldad que hay en el mundo. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio”.

Él nos ha dado una abundancia de razones para regocijarnos; solo tenemos que buscarlas y reconocerlas. El Señor a menudo nos dice “no temáis”, “sed de buen ánimo” y “no temáis, pequeño rebaño”.

El Señor peleará nuestras batallas

Hermanos y hermanas, nosotros somos el “pequeño rebaño” del Señor; somos los Santos de los últimos días. Nuestro nombre lleva implícito el compromiso de esperar el regreso del Salvador y prepararnos a nosotros mismos y al mundo para recibirlo. Por tanto, sirvamos a Dios y amemos a nuestros semejantes; hagamos esto con una confianza natural, con humildad, nunca mirando despectivamente a ninguna religión o grupo de personas. Hermanos y hermanas, tenemos el mandato de estudiar la palabra de Dios y escuchar la voz del Espíritu, a fin de que podamos “… conocer las señales de los tiempos, y las señales de la venida del Hijo del Hombre”.

Por lo tanto, no ignoramos los desafíos del mundo ni tampoco desconocemos las dificultades de nuestros tiempos, pero eso no significa que debemos permitir constantemente que el temor nos agobie a nosotros mismos o a otras personas. En vez de centrarnos en la inmensidad de nuestros desafíos, ¿no sería mejor enfocarnos en la grandeza infinita, bondad y poder absoluto de nuestro Dios, confiar en Él y prepararnos con un corazón alegre para el regreso de Jesús el Cristo?

Como Su pueblo del convenio, no debemos dejar que el miedo nos paralice por causa de las cosas malas que puedan pasar. En su lugar, podemos avanzar con fe, valor, determinación y confianza en Dios a medida que afrontamos los desafíos y oportunidades que nos esperan.

No recorremos solos el camino del discipulado. “Jehová tu Dios… va contigo; no te dejará ni te desamparará”.

“Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis quietos”.

Ante el miedo, hallemos valor, armémonos de fe y tengamos confianza en la promesa de que “Ninguna arma forjada contra ti prosperará…”.

¿Vivimos en una época de peligros y conmoción? Por supuesto que sí.

Dios mismo ha dicho: “… En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”.

¿Podemos ejercer la fe para creer y para actuar en consecuencia? ¿Podemos vivir a la altura de nuestros compromisos y convenios sagrados? ¿Podemos guardar los mandamientos de Dios aun en circunstancias desafiantes? ¡Por supuesto que sí!

Podemos porque Dios ha prometido: “… todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis en la rectitud…”. Por lo tanto, dejemos de lado nuestros temores y vivamos con gozo, humildad, esperanza y la firme seguridad de que el Señor está con nosotros.

El perfecto amor echa fuera el temor

Mis queridos amigos, mis estimados hermanos y hermanas en Cristo, si alguna vez nos encontramos viviendo con temor o ansiedad, o si descubrimos que nuestras palabras, actitudes o acciones causan temor en otras personas, ruego con toda la fuerza de mi alma que nos liberemos del miedo con el antídoto divinamente designado para el temor: el amor puro de Cristo, ya que “… el perfecto amor echa fuera el temor…”.

El amor perfecto de Cristo vence la tentación de hacer daño, intimidar, acosar u oprimir.

El amor perfecto de Cristo nos permite andar con humildad, dignidad y una firme seguridad como seguidores de nuestro amado Salvador. El amor perfecto de Cristo nos da seguridad para superar nuestros temores y poner toda nuestra confianza en el poder y la bondad de nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo.

En nuestro hogar, en nuestro lugar de trabajo, en nuestro llamamiento de la Iglesia, en nuestro corazón, reemplacemos el temor por el amor perfecto de Cristo. ¡El amor de Cristo sustituirá el temor por la fe!

Su amor nos permitirá reconocer, confiar y tener fe en la bondad de nuestro Padre Celestial, Su divino plan, Su evangelio y Sus mandamientos. Amar a Dios y a nuestros semejantes hará que nuestra obediencia a los mandamientos de Dios se convierta en una bendición en vez de una carga. El amor de Cristo nos ayudará a estar más dispuestos a perdonar y a ser más amables, bondadosos y dedicados a Su obra.

Al llenar nuestro corazón con el amor de Cristo, nos despertaremos con una frescura espiritual renovada y andaremos gozosos, seguros, despiertos y vivos en la luz y gloria de nuestro amado Salvador Jesucristo.

Junto con el apóstol Juan, testifico que “En el amor [de Cristo] no hay temor…”. Hermanos y hermanas, queridos amigos, Dios los conoce de forma perfecta y los ama de forma perfecta. Él sabe qué les depara el futuro, y les dice: “No temas, cree solamente” y “permaneceréis en mi amor [perfecto]”. Este es mi ruego y bendición, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. George Whitefield y Jonathan Edwards son dos grandes ejemplos de este tipo de predicador.

  2. Doctrina y Convenios 121:37.

  3. Gálatas 5:22–23.

  4. En una ocasión el Salvador deseaba entrar en una aldea de los samaritanos, pero el pueblo rechazó a Jesús y no permitió que entrara en el poblado. Dos de Sus discípulos se ofendieron profundamente y preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo… y los consuma?”. Jesús respondió con esta advertencia: “… Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas…” (véase Lucas 9:51–56).

  5. Véase Moisés 1:39; véase también Efesios 3:19.

  6. Éxodo 34:6.

  7. Véase Efesios 3:19.

  8. Véase Doctrina y Convenios 121:41. Ciertamente, si Dios espera que nosotros, Sus hijos mortales, nos comportemos de esta manera entre nosotros, Él —un ser perfecto que posee todas las virtudes— es el ejemplo de tal forma de proceder.

  9. El concilio preterrenal de los cielos es un excelente caso para analizar que demuestra la naturaleza de Dios. Allí nuestro Padre Celestial presentó Su plan para nuestro progreso eterno. Los elementos clave de dicho plan incluían el albedrío, la obediencia y la salvación mediante la expiación de Cristo. Lucifer, sin embargo, propuso otra estrategia. Él garantizaba que todos obedecerían, que ninguno se perdería. La única forma de lograr eso sería mediante la tiranía y la fuerza. Pero nuestro amoroso Padre Celestial no permitiría tal plan. Él valoraba el albedrío de Sus hijos, y sabía que debíamos cometer errores a lo largo del camino si realmente deseábamos aprender. Y es por eso que Él proporcionó un Salvador, cuyo sacrificio eterno podría limpiarnos del pecado y permitirnos regresar al reino de Dios.

    Cuando nuestro Padre Celestial vio que muchos de sus amados hijos se dejaron seducir por Lucifer, ¿los obligó Él a seguir Su plan? ¿Intimidó o amenazó Él a aquellos que tomaron una decisión tan terrible? No. Nuestro Dios Omnipotente sin duda podría haber detenido esa rebelión; podría haber impuesto Su voluntad sobre los disidentes y forzarlos a obedecer. Pero, en cambio, Él permitió que Sus hijos decidieran por sí mismos.

  10. 2 Timoteo 1:7.

  11. Véanse, por ejemplo, Josué 1:9; Isaías 41:13; Lucas 12:32; Juan 16:33; 1 Pedro 3:14; Doctrina y Convenios 6:36; 50:41; 61:36; 78:18.

  12. Lucas 12:32.

  13. Doctrina y Convenios 68:11.

  14. El consejo de Moisés al pueblo de su época aún se aplica: “… No temáis… ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros” (Éxodo 14:13).

  15. Deuteronomio 31:6.

  16. Éxodo 14:14.

  17. Isaías 54:17.

  18. Juan 16:33.

  19. Doctrina y Convenios 90:24; véanse también 2 Corintios 2:14; Doctrina y Convenios 105:14.

  20. 1 Juan 4:18.

  21. Recordemos que el Salvador no vino “… al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). De hecho, “él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él…” (2 Nefi 26:24).

  22. 1 Juan 4:18; véase también 1 Juan 4:16.

  23. Marcos 5:36.

  24. Juan 15:10.