¿A qué conducirá esto?
Tomamos mejores decisiones si consideramos las alternativas y reflexionamos a dónde nos conducirán.
El evangelio restaurado de Jesucristo nos alienta a pensar en el futuro. Explica el propósito de la vida terrenal y la realidad de la vida venidera; enseña grandes ideas sobre el futuro para guiar nuestras acciones en la actualidad.
Por el contrario, todos conocemos personas a quienes les interesa solo el presente: gástalo hoy, disfrútalo hoy y no te preocupes por el futuro.
Nuestro presente y nuestro futuro serán más felices si siempre somos conscientes del futuro. Cuando tomamos decisiones en la actualidad, siempre debemos preguntarnos: “¿A qué conducirá esto?”.
I.
Algunas decisiones son elecciones entre hacer algo o no hacer nada. Escuché un ejemplo de este tipo de elecciones hace muchos años en una conferencia de estaca en Estados Unidos.
El lugar era un hermoso campus universitario. Una multitud de jóvenes estudiantes se hallaba sentada en el césped. El orador que describió esta circunstancia dijo que los alumnos observaban cómo una adorable ardilla, con su cola grande y tupida, jugaba al pie de un hermoso árbol de madera noble. A veces estaba en el suelo, otras subía, bajaba y giraba alrededor del tronco. ¿Pero por qué atraía esa escena común a una multitud de estudiantes?
A poca distancia, extendido boca abajo en el césped, había un setter irlandés. El perro era lo que les llamaba la atención a los alumnos, y este, a su vez, estaba interesado en la ardilla. Cada vez que la ardilla se perdía de vista por un instante mientras daba vueltas alrededor del árbol, el perro se arrastraba sigilosamente unos centímetros y luego adoptaba su postura de apariencia indiferente. Eso era lo que había captado el interés de los alumnos, quienes, en silencio e inmóviles, tenían la mirada fija en el suceso cuyo desenlace era cada vez más evidente.
Al final, el perro estuvo lo suficientemente cerca como para brincar sobre la ardilla y capturarla con la boca. La multitud suspiró con horror, y los alumnos avanzaron a toda velocidad y le arrebataron el pequeño animalito al perro, pero era demasiado tarde; la ardilla estaba muerta.
Cualquier persona de la multitud podría haber advertido a la ardilla en cualquier momento haciendo señas o con un grito, pero nadie lo hizo. Solo observaron mientras poco a poco se acercaba el desenlace inevitable. Nadie se preguntó: “¿A qué conducirá esto?”. Cuando sucedió lo que era predecible, todos se apresuraron para prevenir el resultado, pero era demasiado tarde. Lo único que podían hacer era lamentarse con tristeza.
Esa historia real es como una especie de parábola; se aplica a cosas que vemos en nuestra propia vida y en la vida de las personas y las circunstancias que nos rodean. Cuando vemos las amenazas que acechan a las personas o cosas que queremos, podemos decidir hablar o actuar, o permanecer en silencio. Es bueno que nos preguntemos: “¿A qué conducirá esto?”. Cuando las consecuencias son inmediatas y graves, no podemos darnos el lujo de no hacer nada; debemos hacer advertencias adecuadas o apoyar esfuerzos preventivos apropiados mientras aún hay tiempo.
Las decisiones que acabo de describir suponen elegir entre hacer algo o no hacer nada. Son más comunes las decisiones entre hacer una u otra cosa; estas incluyen elegir entre lo bueno y lo malo, pero con más frecuencia son decisiones entre dos cosas buenas. En esos casos también es preferible preguntarse a qué conducirá esto. Muchas veces debemos decidir entre dos cosas buenas, lo cual a menudo implica cómo utilizaremos nuestro tiempo. No hay nada de malo en jugar a los videojuegos, enviar mensajes de texto, mirar televisión o hablar por teléfono, pero cada una de esas cosas presupone lo que llamamos un “costo de oportunidad”; lo cual significa que, si pasamos tiempo haciendo algo, perdemos la oportunidad de hacer otra cosa. Estoy seguro de que pueden ver que debemos considerar con sumo cuidado qué es lo que perdemos durante el tiempo que dedicamos a una actividad, aunque esta sea perfectamente buena en sí misma.
Hace un tiempo di un discurso titulado “Bueno, Mejor, Excelente”. En ese discurso dije que “… el solo hecho de que algo sea bueno, no es razón suficiente para hacerlo. El número de cosas buenas que podemos hacer es mucho mayor que el tiempo disponible para lograrlas. Algunas cosas son mejores que buenas, y merecen que les demos prioridad… Debemos abandonar algunas cosas buenas a fin de elegir otras que son mejores o excelentes…”1.
Tengan una perspectiva amplia. ¿Qué efecto tendrán en nuestro futuro las decisiones que tomamos en el presente? Recuerden la importancia de obtener una formación académica, estudiar el Evangelio, renovar nuestros convenios al tomar la Santa Cena y asistir al templo.
II.
“¿A qué conducirá esto?” también es importante al elegir cómo nos clasificamos o qué pensamos de nosotros mismos. Lo más importante es que cada uno de nosotros es un hijo de Dios con el potencial de alcanzar la vida eterna. Todas las demás etiquetas, incluso nuestra ocupación, raza, características físicas u honores, son temporales o triviales en términos eternos. No decidan ponerse etiquetas o verse a sí mismos en términos que pongan límites a una meta que podrían esforzarse por alcanzar.
Mis hermanos, y mis hermanas que tal vez vean o lean lo que estoy diciendo, espero que sepan por qué sus líderes impartimos las enseñanzas y el consejo que impartimos. Les amamos, y nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo les aman. Su plan para nosotros es el “gran plan de felicidad” (Alma 42:8). Dicho plan y Sus mandamientos, ordenanzas y convenios nos conducen a la mayor felicidad y gozo en esta vida y en la vida venidera. Como siervos del Padre y del Hijo, enseñamos y aconsejamos lo que Ellos nos han indicado por medio del Espíritu Santo. No tenemos otro deseo que el de hablar la verdad y alentarles a hacer lo que Ellos han establecido como el sendero que conduce a la vida eterna, “el mayor de todos los dones de Dios” (Doctrina y Convenios 14:7).
III.
Les doy otro ejemplo del efecto que tienen en el futuro las decisiones que tomamos en el presente. Este ejemplo tiene que ver con la decisión de hacer un sacrificio en el presente para lograr una meta importante en el futuro.
En una conferencia de estaca en Cali, Colombia, una hermana declaró que ella y su prometido deseaban casarse en el templo, pero en aquel entonces el templo más cercano estaba lejos, en Perú. Por mucho tiempo, ellos ahorraron dinero para los pasajes de autobús. Finalmente abordaron el autobús hacia Bogotá, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todos los asientos del autobús que iba a Lima, Perú, estaban ocupados. Podían regresar a casa sin casarse o casarse fuera del templo. Por suerte, había otra alternativa: podían tomar el autobús hasta Lima si estaban dispuestos a sentarse en el piso del vehículo durante los cinco días y cinco noches que duraba el viaje. Decidieron hacer eso. Ella dijo que fue difícil, aunque algunos pasajeros a veces les permitieron sentarse en sus asientos para así poder estirarse en el piso.
Lo que me impresionó del discurso de esa hermana fue que declaró que estaba agradecida de que ella y su esposo hubieran podido ir al templo de esa manera, ya que cambió la manera en que percibían el Evangelio y el matrimonio en el templo. El Señor los ha recompensado con el crecimiento que viene del sacrificio. Ella también señaló que el viaje de cinco días hasta el templo aportó mucho más a su espiritualidad que muchas visitas al templo que no implicaron un sacrificio.
En los años que han transcurrido desde que escuché ese testimonio, me he preguntado lo diferente que la vida de esa joven pareja habría sido si hubieran tomado otra decisión, renunciando al sacrificio necesario para casarse en el templo.
Hermanos, en la vida tomamos incontables decisiones, algunas grandes y otras aparentemente pequeñas. Al mirar atrás, podemos ver la gran diferencia que algunas de nuestras decisiones marcaron en nuestra vida. Tomamos mejores decisiones si consideramos las alternativas y reflexionamos a dónde nos conducirán. Al hacerlo, estaremos siguiendo el consejo del presidente Russell M. Nelson de comenzar con el fin en mente2. Para nosotros, el fin siempre está en la senda de los convenios que pasa por el templo y hacia la vida eterna, el mayor de todos los dones de Dios.
Testifico de Jesucristo y de los efectos de Su expiación, y de las demás verdades de Su evangelio sempiterno; en el nombre de Jesucristo. Amén.