Cristo: La luz que resplandece en las tinieblas
Si sienten que el faro de su testimonio se va apagando y las tinieblas se vuelven más densas, ármense de valor; cumplan sus promesas a Dios.
Mi oficina en el edificio de la Sociedad de Socorro tiene una vista perfecta del Templo de Salt Lake. Cada noche, con la precisión de un reloj, las luces exteriores del templo se encienden al atardecer. El templo es un faro constante y tranquilizador justo fuera de mi ventana.
Una noche del pasado febrero, mi oficina permaneció inusualmente poco iluminada al ponerse el sol. Al mirar por la ventana, el templo estaba oscuro; las luces no se habían encendido. De repente, me sentí triste. No podía ver las torres del templo que había vislumbrado cada noche por años.
Ver oscuridad donde esperaba ver luz, me recordó que una de las necesidades fundamentales que tenemos a fin de progresar es mantenernos conectados a nuestra fuente de luz: Jesucristo. Él es la fuente de nuestro poder, la Luz y la Vida del mundo. Sin una fuerte conexión a Él, comenzamos a morir espiritualmente. Con ese conocimiento, Satanás intenta explotar las presiones mundanas que todos afrontamos. Él trabaja para atenuar nuestra luz, poner la conexión en cortocircuito, cortar el suministro de energía y dejarnos solos en la oscuridad. Esas presiones son condiciones comunes en la vida terrenal, pero Satanás trabaja con esmero para aislarnos y decirnos que somos los únicos que las estamos sufriendo.
Algunos de nosotros estamos paralizados por el dolor
Cuando nos agobian las tragedias, cuando la vida es tan dolorosa que no podemos respirar, cuando hemos recibido una serie de golpes, como el hombre en el camino a Jericó, y se nos da por muertos, Jesús se presenta y echa aceite en nuestras heridas, nos levanta con ternura, nos lleva a un mesón y nos cuida1. A aquellos de nosotros que estamos afligidos, Él dice: “… aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas… para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones”2. Cristo sana las heridas.
Algunos de nosotros estamos tan cansados
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “… no debemos correr más aprisa de lo que nuestras fuerzas nos permitan… No obstante, a pesar de ello, sé que muchos de ustedes corren muy aprisa y su reserva de energía y fuerza emocional a veces está casi vacía”3. Cuando las expectativas nos abruman, podemos dar un paso atrás y preguntar al Padre Celestial qué es lo que debemos dejar de lado. Parte de nuestra experiencia en la vida es aprender qué no hacer; pero incluso así, a veces la vida puede ser agotadora. El Salvador nos asegura: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”4.
Cristo está dispuesto a unirse al yugo y tirar con nosotros a fin de aligerar nuestras cargas. Cristo es descanso.
Algunos de nosotros sentimos que no encajamos en el molde tradicional
Por diversas razones, no nos sentimos aceptados o aceptables. El Nuevo Testamento muestra los grandes esfuerzos que hizo Jesús por llegar a todo tipo de personas: leprosos, recaudadores de impuestos, niños, galileos, rameras, mujeres, fariseos, pecadores, samaritanos, viudas, soldados romanos, adúlteros, los ritualmente impuros. En casi todos los relatos, Él tiende la mano a alguien que no era tradicionalmente aceptado en la sociedad.
En Lucas 19 se encuentra el relato del principal de los recaudadores de impuestos de Jericó, llamado Zaqueo. Este subió a un árbol para ver pasar a Jesús. Zaqueo era empleado del gobierno romano y era visto como corrupto y pecador. Jesús mirándolo arriba en el árbol lo llamó, diciendo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa”5. Y cuando Jesús vio la bondad del corazón de Zaqueo y las cosas que hacía por los demás, aceptó su ofrenda, diciendo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham”6.
Cristo les dijo con ternura a los nefitas: “… he mandado que ninguno de vosotros se alejara”7. Pedro tuvo esa poderosa epifanía en Hechos 10 cuando declaró: “Dios me ha mostrado que a ning[una] [persona] llame común o inmund[a]”8. Un requisito inquebrantable de los discípulos cristianos y de los Santos de los Últimos Días es demostrar amor verdadero los unos a los otros9. Jesús nos extiende la misma clase de invitación que dio a Zaqueo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si [tú oyes] mi voz y abre[s] la puerta, entraré y cenaré [contigo], y [tú] conmigo”10. Cristo nos ve en nuestro árbol.
Algunos de nosotros estamos abrumados con inquietudes
No hace muchos años, me sentía agobiada e irritada por inquietudes a las que no podía encontrar respuestas. Un sábado, temprano por la mañana, tuve un sueño corto. En el sueño, podía ver un pabellón y comprendí que debía ir y pararme en ella. Tenía cinco arcos que la rodeaban, pero las ventanas estaban hechas de piedra. En el sueño me quejé, sin querer entrar porque era un lugar muy confinado. Entonces se me ocurrió la idea de que el hermano de Jared pacientemente había fundido rocas hasta transformarlas en cristal transparente. El cristal es roca que ha sufrido un cambio de estado. Cuando el Señor tocó las piedras para el hermano de Jared, estas brillaron con luz en los barcos oscuros11. De repente sentí el deseo de estar en un pabellón más que en cualquier otro lugar. Era el lugar preciso, el único lugar, donde podría realmente “ver”. Las inquietudes que me preocupaban no desaparecieron, pero después de despertarme, la inquietud que más se destacaba en mi mente era: “¿Cómo vas a aumentar tu fe, así como lo hizo el hermano de Jared, para que tus piedras se conviertan en luz?”12.
Nuestro cerebro mortal está hecho para buscar comprensión y significado un poco a la vez. No conozco todas las razones por las que el velo sobre la vida terrenal es tan grueso. Esta no es la etapa de nuestro progreso eterno en la que tenemos todas las respuestas; es la etapa en la que adquirimos la certeza (o, a veces, la esperanza) de la evidencia de las cosas que no se ven. La certeza llega de maneras que no siempre son fáciles de analizar, pero hay luz en nuestra oscuridad. Jesús dijo: “… yo soy la luz, y la vida, y la verdad del mundo”13. Para quienes buscan la verdad, les puede parecer al principio como si fuera la tontería de estar confinados en un pabellón con ventanas de piedra; pero, con paciencia y al preguntar con fe, Jesús puede transformar nuestras ventanas de piedra en cristal y luz. Cristo es luz para ver.
Algunos de nosotros sentimos que nunca podemos ser lo suficientemente buenos
El tinte escarlata del Antiguo Testamento no solo era de un color muy vivo sino además inalterable, lo que significa que su vivo color se fijaba a la lana y no se desteñía sin importar cuántas veces se la lavara14. Satanás usa ese razonamiento para derrotarnos: la lana blanca teñida de escarlata nunca puede volver a ser blanca, pero Jesucristo declara: “… mis caminos [son] más altos que vuestros caminos”15 y el milagro de Su gracia es que, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, Su sangre escarlata nos devuelve la pureza. No es lógico, pero sin embargo es cierto.
“… aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”16. El Señor dice enfáticamente: “… quien se ha arrepentido de [sus] pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”17. En esencia: Ven, razonemos juntos18; has cometido errores; todos fallan alguna vez19; ven a mí y arrepiéntete20; no recordaré más el pecado21; puedes volver a estar bien22; tengo una obra para ti23. Cristo emblanquece la lana.
Pero, ¿cuáles son los pasos prácticos? ¿Cuál es la clave para volver a conectarnos con el poder de Jesucristo cuando estamos titubeando? El presidente Russell M. Nelson lo dijo de manera muy simple: “La clave es hacer y cumplir convenios sagrados… No es un camino complicado”24. Hagan que Cristo sea el centro de su vida25.
Si sienten que el faro de su testimonio se va apagando y las tinieblas se vuelven más densas, ármense de valor, cumplan sus promesas a Dios, hagan sus preguntas. Con paciencia fundan las piedras en cristal, vuélvanse a Jesucristo, quien aún los ama.
Jesús dijo: “Soy la luz que brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprenden”26. Eso significa que no importa cuánto se esfuerce, la oscuridad no puede apagar esa luz; jamás. Pueden confiar en que Su luz estará allí para ustedes.
Nosotros, o las personas que amamos, quizás nos apagamos temporalmente. En el caso del Templo de Salt Lake, el gerente de propiedades, el hermano Val White, recibió una llamada casi de inmediato. La gente se había dado cuenta. ¿Cuál era el problema con las luces del templo? Primero, los empleados fueron personalmente hasta cada panel eléctrico del templo y encendieron las luces manualmente. Luego reemplazaron las baterías del suministro eléctrico automático y las probaron para descubrir lo qué había fallado.
Es difícil volver a encender las luces solos. Necesitamos amigos, nos necesitamos los unos a los otros. Al igual que los empleados de propiedades de templo, podemos ayudarnos mutuamente al presentarnos personalmente, recargar nuestras baterías espirituales, reparar lo que salió mal.
Nuestra luz personal puede ser como una sola bombilla en un árbol, pero aun así hacemos brillar nuestra pequeña luz, y todos juntos, como la Manzana del Templo en Navidad, atraemos a millones de personas a la Casa del Señor. Lo mejor de todo, como el presidente Nelson nos ha alentado, podemos traer la luz del Salvador a nosotros mismos y a las personas que son importantes para nosotros mediante el simple hecho de guardar nuestros convenios. En una variedad de formas, el Señor recompensa esa acción fiel con poder y con gozo27.
Testifico que son amados. El Señor sabe cuánto se esfuerzan; ustedes están progresando. Sigan adelante. Él ve todos sus sacrificios que nadie más ve y los cuenta para su bien y el bien de aquellos a quienes aman. La obra que realizan no es en vano, no están solos. Su nombre mismo, Emanuel, significa “Dios con nosotros”28. Él ciertamente está con ustedes.
Avancen unos pasos más en la senda de los convenios, aun cuando esté demasiado oscuro para ver muy lejos; las luces volverán a encenderse. Testifico de la veracidad de las palabras de Jesús, las cuales están llenas de luz: “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”29. En el nombre de Jesucristo. Amén.