Historia de la Iglesia
Respirar aire de libertad


Respirar aire de libertad

Martha Taborga Coca creció en Oruro, Bolivia, a finales de la década de 1960, bajo la supervisión de un estricto padre minero con un estilo de crianza militar. Se aseguraba de que su hija no pasara mucho tiempo fuera de casa socializando con amigos. “No nos dejaba ir a fiestas y mucho menos a reuniones con otros jóvenes”, recordó ella. Cuando Martha expresó su deseo de servir a Dios como monja católica, él la disuadió dándole una tarjeta de referencia de los misioneros de la Iglesia. Finalmente tomó las lecciones misionales y poco después fue bautizada.

“Llegué a la Iglesia y respiré aire de libertad”, dijo Martha. Su compromiso de asistir a las actividades de la Iglesia era tan sólido que cuando su madre le dijo que tenía que limpiar la casa antes de salir para el servicio del domingo, Martha trabajó desde muy temprano para terminar la tarea a tiempo.

Su primer llamamiento en la rama consistió en trabajar en la Primaria. “Me encantaba estar en la Primaria con los niños. Me identificaba con ellos porque, como siempre fui traviesa, teníamos eso en común”.

Servir en la Primaria le enseñó verdades sencillas del Evangelio y la ayudó a conocer a los miembros de la rama a través de sus hijos. Se benefició de excelentes maestros y entabló amistades con los primeros miembros de la Iglesia de Oruro, como Carmen Molina, Francisco Morales y el presidente de rama, Gover Ríos, y su familia. Martha recuerda haberse unido a otros miembros que defendieron a la Iglesia de los esfuerzos que se hacían en la región para convencer a los miembros e investigadores de que se alejaran del Evangelio.

Su padre era más flexible a la hora de permitirle asistir a las actividades de la Iglesia que a otros eventos sociales. Mientras asistía a las actividades misionales y observaba a los misioneros enseñar, Martha se dio cuenta de que “en su mayoría eran estadounidenses y muchas veces demostraban conocimiento, pero solo conocían las charlas y las Escrituras, y no podían explayarse más”. Vio la necesidad de que hubiera misioneros latinos que conocieran la cultura y el idioma. Cuando Martha habló con sus padres sobre servir en una misión, su madre no lo entendió. Ella le pidió a su padre que la dejara ir. Su estricto padre, cuyas objeciones le habían impedido participar en muchas actividades sociales mientras crecía, le dijo que él no pondría ninguna barrera en su camino. Él la ayudó a completar los papeles.

No obstante, el dinero era un obstáculo mayor. Martha y sus padres no contaban con los 2000 dólares bolivianos necesarios para servir. Afortunadamente, su tía le prestó el dinero que necesitaba. Martha se convirtió en la primera mujer boliviana en servir en una misión para la Iglesia y cumplió su llamamiento en Ecuador.

dos mujeres paradas afuera

Martha Taborga Coca (izquierda).