Historia de la Iglesia
Cultivar una semilla de fe


Cultivar una semilla de fe

En 1968, a los quince años, Ana María Susano Coímbra comenzó a asistir a las charlas misionales en Santa Cruz, Bolivia. Se identificaba con el profeta José Smith. “Tenía quince años, igual que el Profeta”, pensaba ella. “Si él puede, ¿por qué yo no?”.

Ana era la tercera de trece hermanos. Su madre le dijo que si quería asistir a la Iglesia, tenía que llevarse a sus hermanos y hermanas menores con ella. Cuando Ana decidió ser bautizada, sus padres accedieron, pensando que se olvidaría de la Iglesia al cabo de una o dos semanas. “Le había prometido al Señor que no lo traicionaría y tenía que seguir adelante”, relató ella.

A mediados de la década de 1970, Ana comenzó a prepararse para servir como misionera. Al principio, sus padres no apoyaron su decisión. El punto de inflexión para su madre fue cuando Ana sufrió complicaciones por un procedimiento dental una semana antes de su partida. Ana recuerda a su padre orando y a su madre suplicando al Señor, diciéndole: “Si la dejas vivir, ella servirá en su misión, ¡pero viva! Sé que la veré más adelante, pero si muere, no la veré”.

Ana sobrevivió y su madre le dijo que si su deseo de servir a la Iglesia era tan fuerte, debía cambiar su actitud durante la misión y ser más amigable y sonreír más. “Si no cambias, entonces esta Iglesia no es verdadera”, le dijo su madre. Ana prometió que cambiaría y sirvió su misión en su país de origen.

un grupo de mujeres jóvenes cantando

Poco después de regresar de su misión, Ana fue llamada para ser presidenta de la Primaria de barrio por seis años. Le preguntó al obispo del barrio por qué la había llamado a servir en la Primaria con sus hermanos menores cuando ella tenía dificultades con su hermana pequeña en casa. Le dijo que era para que aprendiera a quererlos más. Ana llamó al Barrio Cañoto el semillero de la Iglesia del área, recordando que muchos de los niños con los que trabajó se convirtieron en líderes.

La madre de Ana no mostró interés en participar en ninguna actividad de la Iglesia hasta 2008. Cuando su hermano pequeño murió en un accidente, Ana encontró el valor para acercarse de nuevo a su madre. “Le dije que debíamos orar, pero ella nunca quería hacerlo. Decía que estaba bien”. Poco después de esa experiencia, Ana preguntó a su madre si quería participar en la noche de hogar. “Desde entonces hasta ahora realizamos la noche de hogar”, dijo ella, describiendo el hecho como un “gran milagro”.

grupo de mujeres y hombres jóvenes

“Tengo un testimonio porque este Evangelio trae felicidad”, dijo Ana. “A pesar de las cosas que han pasado, soy más feliz que nunca”. Sobre su deseo de un templo en Santa Cruz, señaló: “Clamamos por un templo en Santa Cruz. Debemos trabajar arduamente”. Su oración fue contestada en 2020 con el anuncio del Templo de Santa Cruz, Bolivia.