“El sacrificio trae bendiciones”
Los primeros miembros de la Iglesia en Manaos anhelaban ser sellados en el templo, pero su ciudad estaba en un lugar remoto en medio de la selva tropical del Amazonas. No había buenos caminos durante la mayor parte del trayecto de 4000 kilómetros (2500 millas) hasta el templo más cercano en São Paulo, y el viaje era costoso y con frecuencia peligroso. Como recordó Rosineia Viana: “Ir al templo estaba fuera de nuestras posibilidades”.
A pesar de esos desafíos, el presidente de la misión, Claudio R. M. Costa, trabajó con los miembros locales, entre ellos Pedro Acosta, para organizar una caravana hasta el templo. Muchos hicieron sacrificios económicos para ahorrar para el viaje. Algunos vendieron sus pertenencias para pagar el pasaje. Finalmente, el 25 de noviembre de 1992, 102 Santos de los Últimos Días emprendieron el peligroso viaje de una semana, viajando primero en barco y luego en autobús. Se quedaron sin agua durante la primera parte de su travesía, y el agua del río estaba demasiado contaminada como para beberla. Se reunieron en la cubierta del barco y oraron. Leonardo Arévalo recordó que “se juntaron pesadas nubes, el cielo se oscureció y comenzó a diluviar”. Recolectaron el agua en ollas y cubetas, y la tormenta pasajera proporcionó milagrosamente suficiente agua fresca para que durara hasta llegar a la siguiente ciudad.
En varias ciudades a lo largo de la ruta, los miembros de las ramas locales proporcionaron comidas para los viajeros. La rama de Ji-Paraná les dio la bienvenida con un cartel que decía “El sacrificio trae bendiciones”. Los que estaban en la caravana reconocieron con gratitud que esos miembros se habían sacrificado para ayudarles a llegar al templo. Mediante estas experiencias, los miembros de la caravana sintieron que eran parte integral de una comunidad más grande de santos de Brasil.
En el sexto día, los viajeros estallaron de alegría cuando llegaron a São Paulo. Después de pasar una semana entera en el templo efectuando ordenanzas por ellos mismos y por sus antepasados, pudieron testificar que “el sacrificio trae bendiciones”.
Veinte años y muchas caravanas más tarde, la Iglesia dedicó un templo en Manaos en 2012. Esa primera caravana simbolizará para siempre los sacrificios que los santos de Brasil están dispuestos a hacer para reclamar sus bendiciones del templo.