Yoga cristiano
Frecuentemente en la historia de la Iglesia, los miembros han seguido compartiendo el Evangelio aun cuando no ha habido misioneros de tiempo completo. Sin embargo, durante la época comunista en Checoslovaquia, encontrar alguna manera de efectuar la obra misional no era una tarea sencilla.
El 20 de julio de 1939, Otakar Vojkůvka y su hijastra, Valeria Kudelova, fueron las últimas personas en bautizarse en la Misión Checoslovaca antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. En 1949, luego de que las autoridades comunistas confiscaran su próspera fábrica, Otakar Vojkůvka se fue interesando por el yoga. Y con el tiempo, se dio cuenta de que aún había maneras de hacer que las personas se interesaran por lo espiritual. Vojkůvka comenzó a impartir clases de “yoga cristiano” los domingos en su casa. Al combinar ejercicios de yoga tradicional con los principios que se hallan en las Escrituras de los Santos de los Últimos Días, enseñaba que los hombres y las mujeres fueron creados “para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25).
Las reuniones pronto atrajeron la atención de las autoridades locales y, de vez en cuando, se producían allanamientos durante las clases. “Hay que tener cuidado —concluía un informe del gobierno—. Ese hombre ejerce una una gran influencia en las personas jóvenes”. Un vecino curioso preguntó a Vojkůvka por qué tantos jóvenes visitaban su casa todas las semanas. “Aprendemos a ser felices”, le respondió.
A mediados de la década de 1980, Olga Kovářová cursaba un doctorado en la Universidad Masaryk, en Brno. Un compañero de clases llevó a Kovářová, quien también tenía interés en el yoga, a que conociera a Vojkůvka y su familia. Desde su primera visita a la casa de los Vojkůvka, Kovářová sintió que había algo especial en ellos. Vojkůvka le dio a Kovářová una traducción al checo del libro A Skeptic Discovers Mormonism [Un escéptico descubre el mormonismo], de Timberline Wales Riggs.
En los meses subsiguientes, Vojkůvka y su familia compartieron con Kovářová otros libros sobre la Iglesia a fin de que los leyera y luego los analizara con ellos. Por último, a petición de Kovářová, le dieron para que leyera uno de sus libros más preciados: un ejemplar del Libro de Mormón de casi 40 años de antigüedad, en checo.
Antes de leerlo, Kovářová comenzó a investigar la Iglesia por cuenta propia. La mayor parte de lo que halló era negativo; no obstante, compelida por lo que había sentido en la casa de los Vojkůvka, ella empezó a leer de todos modos.
Halló difícil la lectura del Libro de Mormón; conforme leía, su mente se colmaba de nuevas preguntas. “No pude leer todo el libro —les dijo al visitarlos de nuevo—. Leí una página y me surgieron preguntas”.
“Está bien, Olga —le contestaron—, es bueno que tengas preguntas”. El hermano Vojkůvka la instó a continuar leyendo, a orar y a hablar sobre sus preguntas con él.
Cierta noche, ya tarde, mientras Kovářová leía, su corazón se llenó de un gozo que jamás había sentido. Le sobrevino una potente convicción con perfecta claridad. “¡Dios vive!”, susurró. “Escuchaba mis propias palabras y sentía la realidad de Dios en mi vida, mientras Su amor llenaba todo mi ser”, dijo.
Casi seis meses después, en el verano de 1983, Olga Kovářová se bautizó en un embalse cercano. Para evadir a las autoridades locales, la ordenanza ocurrió después del atardecer y con la asistencia de tan solo unos pocos miembros. Poco después del bautismo, la hermana Kovářová empezó a dictar clases de yoga cristiano por cuenta propia. Con el apoyo del hermano Vojkůvka, ella organizó un campamento de verano al que asistían jóvenes de todo el país para escuchar el mensaje. Gracias a esas disertaciones, 130 personas aceptaron el Evangelio y se bautizaron. Olga indicó después: “Pronto me di cuenta de que me había convertido en un nuevo eslabón de la cadena de mujeres que han sido importantes entre los Santos de los Últimos Días de Checoslovaquia”.