“Llevar el sacerdocio a Kikondja”, Historias mundiales: República Democrática del Congo”, 2020
“Llevar el sacerdocio a Kikondja”, Historias mundiales: República Democrática del Congo
Llevar el sacerdocio a Kikondja
Una mañana lluviosa de sábado en el año 2014, el presidente Elie K. Monga, consejero de la presidencia de la misión en Lubumbashi, y el élder Jeffrey Wright, un misionero mayor, fueron temprano al centro de reuniones de Kolwezi para prepararse para una conferencia de distrito que se iba a llevar a cabo durante los dos días siguientes. Cuando llegaron, dos hombres de aspecto demacrado los estaban esperando. Se presentaron como Yumba Muzimba Paul y Muba Wa Umbalo Delphin. Solo tenían una vieja bicicleta con la rueda delantera pinchada y un pequeño paquete envuelto en una bolsa de plástico sucia y rota.
Ocho días antes, Paul y Delphin habían salido de sus casas en Kikondja con un gran grupo de personas para asistir a la conferencia de distrito en Kolwezi, a más de 400 kilómetros (250 millas) al suroeste. Aunque no había una rama oficial en Kikondja, dijeron que más de sesenta personas asistían a las reuniones semanales del grupo. Durante el viaje, muchos de los miembros enfermaron y decidieron volver a casa. Solo Paul y Delphin siguieron adelante, decididos a asistir a la conferencia de distrito. Viajaron día y noche durante tres días, caminando junto a la bicicleta bajo la lluvia porque tenían una rueda pinchada. Ahora que estaban allí, entregaron el paquete a Wright: eran los diezmos de todo el año de treinta y tres miembros del grupo. Aunque Wright había procesado grandes donativos anteriormente, recordó: “Nunca antes había sentido que se me entregaba un dinero tan sagrado”.
Una vez pagado el diezmo, Paul les contó a Monga y a Wright la verdadera razón por la que estaba tan decidido a asistir a la conferencia de distrito. En 1975, Paul y dos hombres más de Kikondja, incluido el padre de Delphin, habían enviado cartas a las Oficinas Generales de la Iglesia solicitando que enviaran misioneros a su aldea. Aunque los dos compañeros de Paul en aquella iniciativa ya habían muerto, él había conservado el deseo de que la Iglesia se estableciera algún día en su aldea. “He esperado treinta y ocho años a que sucediera esto”, les dijo Paul.
Durante los dos días siguientes, Monda y Wright enseñaron y capacitaron a Paul y a Delphin en sus deberes como poseedores del sacerdocio, incluso la forma de bendecir y repartir la Santa Cena y de ejercer el sacerdocio para bendecir la vida de sus familias y vecinos. Antes de iniciar su camino de vuelta, Paul y Delphin fueron ordenados élderes y autorizados a bendecir la Santa Cena y celebrar reuniones en sus casas.