“‘Un gran tesoro’”, Historias mundiales: Rumania, 2019
“‘Un gran tesoro’”, Historias mundiales: Rumania
“Un gran tesoro”
En 1995, solo dos semanas después de que Vasile Doru fuera bautizado en Montreal, Canadá, recibió la clara impresión espiritual de que debía regresar a su Rumania natal. “Sentí en el corazón que Dios me había dado un gran tesoro”, dijo Vasile, “y que sería bueno de mi parte regresar […] y compartirlo con mi gente”. Esa no fue una decisión fácil. Llegar a Canadá había sido difícil y dudaba ante la perspectiva de volver a la pobreza y al hambre en Rumania. Vasile ayunó y oró pidiendo guía. “Señor, ¿qué ha pasado?”, preguntó. “¿Proviene esto de ti?”. Vasile recibió una respuesta ese mismo día. “El Señor me dijo que no tendría familia en Canadá, que mi esposa me esperaba en Rumania”, recordó. Decidió esperar un año más y, en ese tiempo, ahorró dinero, sirvió como misionero de estaca, recibió el Sacerdocio de Melquisedec, recibió su bendición patriarcal y asistió al templo para recibir su investidura. En noviembre de 1996, Vasile se mudó a Bucarest y allí comenzó su servicio en la Iglesia.
En junio de 1998, mientras dirigía una charla fogonera, Vasile vio a una mujer de la rama que llegó tarde con una amiga a quien él no había visto antes. Después de la reunión, Vasile conoció a la amiga, Ana-Maria, quien había asistido a varias iglesias en busca de la verdad. “En ninguna parte sentí lo que sentí aquí”, dijo. “Me recibieron con mucho amor”. Después de su experiencia en la charla fogonera, se sintió casi convencida de que debía unirse a la Iglesia. A Ana-Maria le gustaba asistir a la Iglesia y escuchar a las personas compartir sus testimonios, pero se preguntaba si alguna vez tendría el valor de hacer lo mismo. Ese noviembre, Vasile bautizó a Ana-Maria. A medida que se acercaba la fecha, se invitó a Ana-Maria a compartir su testimonio públicamente por primera vez. Aunque estaba nerviosa, oró y recibió una bendición del sacerdocio de parte de Vasile. Cuando llegó el momento, habló con soltura durante quince minutos. Una semana después, Vasile y Ana-Maria se casaron.
Vasile y Ana-Maria se apoyaron mutuamente en su servicio a la Iglesia y sus metas espirituales. El primer llamamiento de Ana-Maria fue de maestra de los niños de la Primaria. Ella descubrió que su servicio fortalecía su fe. “También progresé espiritualmente y aprendí a perdonarme a mí misma”, recordó. Al mismo tiempo, Vasile prestó servicio como presidente de misión de distrito, cumpliendo su deseo de compartir el Evangelio en Rumania. A veces, su servicio misional conllevaba bautizar a nuevos conversos, pero muy a menudo consistía simplemente en tender una mano de amor a personas de su entorno. Por ejemplo, un día, en el trabajo, una mujer estaba llorando y Vasile le ofreció palabras de consuelo. “[El Señor] vive”, le dijo. “Él te ama y quiere que estés en paz”.
En abril de 2000, Vasile y Ana-Maria viajaron con su primer hijo al Templo de Freiberg, Alemania, para ser sellados por la eternidad y se regocijaron por estar criando una nueva generación en la Iglesia. “Un inmenso gozo me llena el corazón”, dijo Vasile, “al ver el crecimiento del Reino restaurado del Señor en la tierra de Rumania”.