Historia de la Iglesia
“Una aguja no era nada comparada con un clavo”


“Una aguja no era nada comparada con un clavo”

La vida de Gabriela Lemos Lechini cambió el 7 de septiembre de 2012, apenas cuatro días después de cumplir veintiún años. Ella era una Santo de los Últimos Días de Rivera, Uruguay, y se mudó a Montevideo en 2010 para asistir a la universidad. Acababa de recibir una oferta de trabajo tras una larga búsqueda y estaba deseando enviar sus papeles de la misión, pero el 7 de septiembre la atropelló un camión mientras cruzaba la calle. Sufrió traumatismo craneal, fractura de fémur, daños en los ligamentos y lesiones en los nervios del cuello.

La llevaron de urgencia al hospital, donde el primero en llegar fue su obispo. Poco después llegó su hermana y, unas horas más tarde, su madre, Nelda Lechini, que viajó al hospital en cuanto supo que Gabriela estaba internada y se quedó con ella todos los días. Gabriela tuvo que someterse a dos operaciones durante su permanencia de más de dos meses en el hospital, y a una tercera operación varios meses después. Ella compartió el Libro de Mormón con una de sus enfermeras, que, un año después, aún conservaba el libro en la mesita de noche.

El élder Francisco J. Viñas, de los Setenta, visitó a Gabriela en el hospital y le hizo una pregunta inesperada: “¿Tienes fe para no ser sanada?”. El obispo de Gabriela le dijo que recibiría su investidura y serviría en el templo. Salió del hospital en noviembre, en silla de ruedas, y comenzó a servir como obrera del Templo de Montevideo, Uruguay. La directora de las obreras del templo, Lilian Ventura, dijo: “Gabriela siempre estaba sonriente”.

Los milagros en la vida de Gabriela no han cesado desde el accidente de tránsito. Las complicaciones del accidente y una hernia diagnosticada con anterioridad en la zona lumbar le impidieron inicialmente servir en una misión. Sin embargo, el 1 de agosto de 2017 fue llamada a servir como misionera en la Misión Chile Santiago Norte. Tras regresar a casa experimentó una larga cadena de milagros que la llevaron a convertirse en alumna de la Universidad Brigham Young–Idaho y a encontrar a su compañero eterno.

Gabriela reconoce que las limitaciones y el dolor son las formas en que el Señor le recuerda la realidad de Su poder sanador y también cómo “el camino del Señor siempre es mejor que el nuestro”. Ella sigue luchando con las complicaciones de salud. En 2021, los médicos descubrieron que las vértebras lumbares estaban sanas, como si nunca hubiera tenido una hernia. Sin embargo, había desarrollado artritis en la zona lumbar.

Gabriela llegó a comprender la Expiación desde una perspectiva diferente debido a su discapacidad. Recordó haber sentido un dolor indescriptible durante un estudio eléctrico de los nervios en el que tuvieron que perforarle la piel, los músculos y los nervios con unas agujas grandes. “En ese momento recordé las espinas en Su cabeza y los clavos en Sus manos. Sentí que una aguja no era nada comparada con un clavo. Si Él pudo soportar los clavos, yo también podía soportar las agujas”. A través del dolor, Gabriela pudo comprender mejor el amor y el sacrificio del Salvador.