Un sueño olímpico hecho realidad
Werner Hoeger fue campeón de gimnasia en Venezuela. Cuando ganó siete medallas de oro en el Campeonato Bolivariano de 1970, un funcionario se le acercó para proponerle unirse al equipo de gimnasia de la Universidad Brigham Young. Werner aceptó la oferta. Después de graduarse, regresó a BYU como entrenador asistente. Obtuvo un testimonio de la Restauración y fue bautizado en 1976.
Werner soñaba con llegar a ser atleta olímpico, pero la selección de gimnasia de Venezuela nunca se clasificó. Años más tarde, mientras miraba la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998 desde su casa en Boise, Idaho, se sorprendió al ver la bandera de Venezuela. La llevaba la atleta de trineo Iginia Boccalandro Valentina, la primera atleta en representar a Venezuela en los Juegos Olímpicos de Invierno. Werner encontró su dirección de correo electrónico y se comunicó con ella. María, la hermana de Iginia, reconoció su nombre por su carrera de gimnasta. “¡Sube a ese hombre a un trineo!”, le dijo María.
Ese verano, Werner y sus hijos se convirtieron en los mejores corredores en un centro de trineo para principiantes. Pronto, él y su hijo Christopher estaban compitiendo a nivel internacional. Ambos se clasificaron para los Juegos Olímpicos y representaron a Venezuela en los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City de 2002.
La relación y las normas de Chris y Werner crearon muchas oportunidades para enseñar a otros acerca del Evangelio. Su compañero de equipo, Julio César Camacho, empezó a hacer preguntas acerca de la Iglesia. Werner pasó su referencia a los misioneros, y Julio y su esposa fueron bautizados en 2001.
Durante los Juegos Olímpicos de 2002, Chris dijo a los periodistas que no participaría en los juegos de 2006, ya que había decidido servir en una misión. “Por muy increíble que sea esto”, dijo él, “servir al Señor es más importante”.