El profeta habló a los jóvenes
El presidente Gordon B. Hinckley amaba a los jóvenes de la Iglesia. Poco después de que fue sostenido como Presidente de la Iglesia en 1995, dijo a la prensa: “Estamos particularmente orgullosos de nuestros jóvenes. Creo que no hemos tenido nunca una generación de jóvenes más fuerte que la de nuestros días… Ellos van adelante con una vida elevada, educándose tanto intelectual como espiritualmente. No tenemos dudas ni temores en cuanto al futuro de esta obra”1.
Y en la conferencia general añadió: “Amo a la juventud de la Iglesia. En innumerables ocasiones he dicho que pienso que nunca hemos tenido una generación mejor que ésta. Cuan agradecido estoy por su integridad, por las aspiraciones que tienen de capacitar la mente y las manos para hacer un buen trabajo, por su amor por la palabra del Señor, y por su deseo de andar en los senderos de virtud, verdad y bondad”2.
Los seis puntos del presidente Hinckley
Uno de los mensajes más memorables que el presidente Hinckley dirigió a la juventud fue el de los seis puntos. En una charla fogonera especial transmitida a todo el mundo en noviembre de 2000, el presidente Hinckley enseñó los seis puntos siguientes a los jóvenes:
Sean agradecidos. “Den gracias al Señor por Su maravillosa Iglesia… Denle las gracias por todo lo que la Iglesia les ofrece; denle las gracias por amigos y seres queridos, por padres y hermanos y hermanas, por la familia. Permitan que un espíritu de agradecimiento guíe y bendiga sus días y sus noches. Llévenlo a la práctica; descubrirán que cosecharán maravillosos resultados”.
Sean inteligentes. “El Señor desea que eduquen su mente y sus manos, cualesquiera sea el campo que elijan… conviértanse en obreros de integridad en el mundo que yace adelante”.
Sean limpios. “Vivimos en un mundo que está lleno de inmundicia y sordidez, un mundo que tiene todo el hedor de la maldad… Eviten el hablar depravado… No desperdicien su tiempo en diversiones destructivas… No me importa la variedad que exista [de drogas ilícitas]: éstas les destruirán… En asuntos del sexo… ustedes saben cuándo están caminando por terreno peligroso, cuándo es demasiado fácil vacilar y resbalar al foso de la transgresión. Les imploro que tengan cuidado, que permanezcan a una distancia segura del abismo del pecado al cual es tan fácil caer. Manténganse limpios”.
Sean verídicos. “Ustedes, los que son miembros de esta Iglesia, deben ser leales a ella… Sean verídicos a sus propias convicciones; ustedes saben lo que es lo correcto y lo que no lo es”.
Sean humildes. “Creo que los mansos y los humildes son aquellos que son enseñables; están dispuestos a aprender”.
Sean dedicados a la oración. “Ustedes necesitan Su ayuda… No pueden salir adelante solos; llegarán a darse cuenta de ello y a reconocerlo más y más con el transcurso de los años. De modo que vivan a fin de que con una conciencia tranquila puedan hablar con el Señor”3.
De todo el mundo
El presidente Hinckley fue el único profeta al que conocían los jóvenes de todo el mundo durante los años de la adolescencia. Lo amaban y lo reverenciaban. Éstos son los sentimientos que algunos adolescentes y jóvenes adultos tenían sobre el presidente Hinckley:
Nunca conocí en persona al presidente Hinckley; pero cuando veo su foto, me siento bien. Es casi como otro padre para mí. Sé que es un profeta y sus seis puntos me causaron una honda impresión. El consejo de ser limpios y humildes me impresionó y me llevó a arrepentirme de mi orgullo. Traté de seguir al profeta.
So-Ra L., 19, Corea
El presidente Gordon B. Hinckley era un verdadero hombre de fe. Sus enseñanzas me ayudaron a ser un joven mejor: a tener más fe y paciencia; a orar con frecuencia; y a ser obediente a mis padres, a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo.
Gazelem C., 15, Filipinas
Cuando yo tenía unos nueve años, el presidente Hinckley vino a una conferencia en Ginebra, Suiza. Recuerdo verle entrar en el vestíbulo irradiando amor y bondad. Me alegré muchísimo al verle. El presidente Hinckley fue un gran ejemplo para mí. Siempre me impactaba cuando se dirigía a los jóvenes en la conferencia general porque sabía que sus palabras procedían de Dios. Confiaba enormemente en él.
Annina S., 17, Suiza
Las muchas enseñanzas del presidente Hinckley me hacían sentir que realmente entendía los problemas de los jóvenes en éstos, los últimos días. Siempre advertía a la juventud, recordándoles que no se desviaran.
Yu C., 20, Taiwán
Jamás olvidaré cómo me sentí cuando el presidente Hinckley llegó al Estadio de Pacaembu. Sentí el Espíritu de Dios muy fuerte. Al término de sus palabras, nos dijo: “Pueden irse, volver a sus casas y olvidar todo lo que les acabo de decir, pero jamás olviden que les amo”. Nunca olvidaré esas palabras y lo mucho que significan para mí.
Dryele M., 20, Brasil
Amo al presidente Hinckley. Su tierna dignidad me hace sentir paz y me confirma que soy guiada por un hombre de Dios. Cuando lo vi, no pude evitar sonreír y sentir gratitud.
Candice M., 15, Nueva Zelanda