La preparación trae bendiciones
Pensemos en nuestros llamamientos, reflexionemos en nuestras responsabilidades y sigamos a Jesucristo.
Hermanos, es un panorama inspirador ver a los que se encuentran en el Centro de Conferencias de Salt Lake City. Es asombroso darse cuenta de que en miles de capillas por todo el mundo, otros como ustedes, poseedores del sacerdocio de Dios, están recibiendo esta transmisión vía satélite. Las nacionalidades varían, y los idiomas son muchos, pero nos une un vínculo común. Se nos ha confiado portar el sacerdocio y actuar en el nombre de Dios. Somos los beneficiarios de una confianza sagrada y es mucho lo que se espera de nosotros.
Uno de mis recuerdos más vívidos es cuando asistí a la reunión del sacerdocio como diácono recién ordenado y canté el primer himno “Venid, los que tenéis de Dios el sacerdocio”1. Esta tarde hago eco del espíritu de ese himno especial y les digo: Venid, los que tenéis de Dios el sacerdocio; pensemos en nuestros llamamientos, reflexionemos en nuestras responsabilidades y sigamos a Jesucristo, nuestro Señor.
Hace veinte años asistí a una reunión sacramental en la que los niños presentaron el tema “Yo soy de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. Esos niños y niñas demostraron que se estaban capacitando para servir al Señor y a los demás. La música fue hermosa, los discursos se presentaron de manera excepcional y el espíritu fue enviado del cielo. Uno de mis nietos, que en aquel entonces tenía once años, había hablado de la Primera Visión al presentar su parte en el programa. Después, cuando se acercó a sus padres y abuelos, le dije: “Tommy, creo que estás casi listo para ser misionero”.
Él respondió: “Todavía no; tengo mucho que aprender”.
A lo largo de los años, Tommy aprendió, gracias a sus padres, a sus maestros y asesores de la Iglesia que fueron dedicados y diligentes. Cuando tuvo la edad suficiente, fue llamado a servir en una misión, lo cual hizo de la manera más honorable.
Jóvenes, los exhorto a que se preparen para dar servicio como misioneros. Hay muchos medios que los ayudarán a aprender las lecciones que les serán de provecho, y que al mismo tiempo los ayudarán a vivir la clase de vida que tendrán que haber vivido para ser dignos. Uno de esos medios es el librito titulado Para la Fortaleza de la Juventud, publicado bajo la dirección de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles. Contiene normas extraídas de los escritos y las enseñanzas de los líderes de la Iglesia y de las Escrituras, la observancia de las cuales nos traerán a cada uno las bendiciones de nuestro Padre Celestial y la guía de Su Hijo. Además, hay manuales de clase, cuidadosamente preparados con oración y reflexión. Las familias efectúan noches de hogar en las que se enseñan los principios del Evangelio. Casi todos ustedes tienen la oportunidad de asistir a clases de seminario impartidas por maestros dedicados que tienen mucho conocimiento para compartir.
Empiecen a prepararse para el matrimonio en el templo, así como para una misión; una parte de esa preparación es las salidas apropiadas en pareja. En las culturas en las que sea aceptable salir en pareja, no lo hagan hasta que cumplan dieciséis años. No todos los adolescentes tienen que salir con jóvenes del sexo opuesto ni desean hacerlo… Cuando empiecen a salir, háganlo en grupo o con varias parejas. Asegúrense de que sus padres conozcan a la persona con la que vayan a salir y que se familiaricen con ella. Y puesto que las salidas en pareja les preparan para el matrimonio, “[salgan] únicamente con personas que tengan normas elevadas”2.
Asegúrense de ir a lugares donde haya un buen ambiente, donde no se enfrentarán con la tentación.
Un padre sabio le dijo a su hijo: “Si alguna vez te encuentras en un lugar donde no debes estar, ¡sal de ahí!”. Es buen consejo para todos.
Los siervos del Señor siempre nos han aconsejado vestir de manera apropiada para demostrar respeto por nuestro Padre Celestial y por nosotros mismos. Su forma de vestir transmite mensajes a los demás y a menudo influye en la forma de actuar de ustedes y de otras personas. Vistan de tal forma que exprese lo mejor de ustedes y de las personas que los rodean. Eviten los estilos extremos en la ropa y la apariencia, incluso los tatuajes y las perforaciones en el cuerpo.
Todos necesitan buenos amigos. El círculo de amigos influirá grandemente en su modo de pensar y en su comportamiento, al igual que el de ustedes influirá en los de ellos. Si comparten valores comunes con sus amigos, pueden fortalecerse y alentarse mutuamente. Traten a todos con bondad y dignidad. Muchos se han convertido a la Iglesia a través de amigos con quienes han participado en actividades de la Iglesia.
El repetido adagio “La honradez es la mejor norma”3 sigue siendo verdadero. Un joven Santo de los Últimos Días vive lo que enseña y lo que cree; es honrado con los demás, consigo mismo y con Dios. Es honrado por hábito y por costumbre. Si hay que tomar una decisión difícil, nunca se pregunta: “¿Qué pensarán los demás?”, sino, “¿Qué pensaré de mí mismo?”.
A algunos les llegará la tentación de faltar a una norma personal de honradez. En una clase de derecho empresarial de la universidad a la que yo asistía, recuerdo a un compañero en particular que nunca se preparaba para los análisis de clase. Yo pensaba: “¿Cómo va a pasar el examen final?”.
Descubrí la respuesta cuando llegó al salón el día del examen final, un día de invierno, calzando sólo un par de sandalias. Me sorprendí y lo observé mientras empezaba la clase. Siguiendo las instrucciones, habíamos colocado todos nuestros libros en el piso. Él se quitó las sandalias y después, con dedos que había adiestrado y preparado con glicerina, diestramente volvió las páginas de uno de los libros que había puesto en el piso, por lo que pudo ver las respuestas del examen.
Recibió una de las calificaciones más altas en ese curso de derecho empresarial, pero le llegó la hora de la verdad. Más tarde, mientras se preparaba para tomar el examen global, por primera vez el decano de esa disciplina particular dijo: “Este año me apartaré de lo acostumbrado y llevaré a cabo una prueba oral, en vez de escrita”. A nuestro amigo de los dedos diestros de nada le sirvió su método en aquella ocasión y reprobó el examen.
Su forma de hablar y las palabras que usen dicen mucho en cuanto a la imagen que ustedes eligen transmitir. Utilicen un lenguaje que aliente y edifique a las personas que los rodean. El lenguaje profano, vulgar o soez, y los chistes inapropiados o indecentes son ofensivos para el Señor. Nunca usen incorrectamente el nombre de Dios ni el de Jesucristo. El Señor dijo: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano”4.
Nuestro Padre Celestial nos ha aconsejado aspirar a todo lo “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza”5. Cualquier cosa que lean, escuchen o vean deja una impresión en ustedes.
La pornografía es especialmente peligrosa y adictiva. La exploración de la pornografía por curiosidad puede convertirse en un hábito dominante que llevará al uso de material aún más obsceno y a la transgresión sexual. Eviten la pornografía a toda costa.
Que no les dé miedo salirse de un cine, apagar el televisor o cambiar la estación de radio si lo que se está presentando no concuerda con las normas del Padre Celestial. En una palabra, si no están seguros de que una película, un libro o cualquier otra forma de diversión sea apropiada, no la vean, no lo lean ni participen en ella.
El apóstol Pablo declaró: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?… el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”6. Hermanos, es nuestra responsabilidad mantener nuestros templos limpios y puros.
Las drogas ilícitas, el uso indebido de las drogas lícitas, el alcohol, el café, el té y los productos de tabaco destruyen el bienestar físico, mental y espiritual. Cualquier forma de alcohol es perjudicial para su espíritu y su cuerpo. El tabaco los puede esclavizar, debilitar sus pulmones y acortarles la vida.
La música los puede ayudar a acercarse a su Padre Celestial; se puede utilizar para educar, edificar, inspirar y unir. Sin embargo, la música, por su tempo, ritmo, intensidad y letra, puede entorpecer su sensibilidad espiritual. Ustedes simplemente no se pueden dar el lujo de llenar su mente de música indigna.
Debido a que la intimidad sexual es tan sagrada, el Señor requiere el autodominio y la pureza antes del matrimonio, al igual que la plena fidelidad después del matrimonio. En el noviazgo y las salidas en pareja, traten con respeto a su pareja y exijan ese mismo respeto. La transgresión inevitablemente va seguida de lágrimas.
El presidente David O. McKay, noveno Presidente de la Iglesia, aconsejó: “Les imploro que tengan pensamientos puros”. Después declaró esta importante verdad: “Toda acción va precedida de un pensamiento. Si queremos controlar nuestras acciones, debemos controlar lo que pensamos”. Hermanos, llenen sus mentes de buenos pensamientos y sus acciones serán apropiadas. Ruego que cada uno de ustedes pueda hacer eco sincero de la frase de Tennyson, pronunciada por el caballero Galahad: “Tengo la fuerza de diez porque mi corazón es puro”7.
Hace poco, el autor de un ensayo sobre la sexualidad de los adolescentes resumió su investigación diciendo que la sociedad da a los jóvenes mensajes confusos: la propaganda y los medios de comunicación transmiten “mensajes sumamente fuertes de que la actividad sexual es aceptable y admisible”, persuasiones que a veces sofocan las advertencias de los expertos y las súplicas de los padres. El Señor derriba todos esos mensajes con palabras claras y precisas cuando nos declara: “Sed limpios”8.
Cuando sobrevenga la tentación, recuerden el sabio consejo del apóstol Pablo, quien declaró: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”9.
Cuando se les confirmó miembros de la Iglesia, recibieron el derecho a la compañía del Espíritu Santo. Él los puede ayudar a tomar decisiones correctas. Cuando tengan pruebas o tentaciones, no tienen por qué sentirse solos. Recuerden que la oración es el pasaporte al poder espiritual.
Si alguno ha tropezado a lo largo del camino, hay una manera de volver. El proceso se llama arrepentimiento. Nuestro Salvador murió para proporcionarnos a ustedes y a mí ese bendito don. Aunque la senda es difícil, la promesa es verdadera: “…aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”10.
No arriesguen perder la vida eterna. Guarden los mandamientos de Dios. Si han pecado, cuanto más pronto empiecen a tratar de volver, tanto más pronto encontrarán la dulce paz y el gozo que se reciben con el milagro del perdón. La felicidad se logra al vivir como el Señor desea que vivamos y al servir a Dios y a los demás.
Muchas veces la fortaleza espiritual se logra por medio del servicio abnegado. Hace años visité lo que en aquel entonces era la Misión California, donde entrevisté a un joven misionero del estado de Georgia. Recuerdo que le pregunté: “¿Les escribe a sus padres todas las semanas?”.
Contestó: “Sí, hermano Monson”.
Entonces pregunté: “¿Le agrada recibir cartas de su casa?”.
No contestó. Después de un rato, pregunté: “¿Cuándo fue la última vez que recibió una carta de casa?”.
Con voz trémula, respondió: “Nunca he recibido una carta de casa; papá sólo es diácono y mamá no es miembro de la Iglesia. Me rogaron que no viniera; dijeron que si salía a una misión, no me escribirían. ¿Qué debo hacer, hermano Monson?”.
En silencio ofrecí una oración a mi Padre Celestial: “¿Qué le digo a este joven siervo Tuyo, que ha sacrificado todo para servirte?”. La inspiración llegó; le dije: “Élder, escriba una carta a sus padres todas las semanas de su misión; cuénteles lo que está haciendo; dígales cuánto los quiere y después expréseles su testimonio”.
Él preguntó: “¿Entonces me escribirán?”.
Le respondí: “Entonces le escribirán”.
Nos despedimos y seguí mi camino. Meses más tarde, me encontraba en una conferencia de estaca en el sur de California cuando un joven misionero se me acercó y me dijo: “Hermano Monson, ¿se acuerda de mí? Soy el misionero que no había recibido carta de mi madre ni de mi padre durante los primeros nueve meses de la misión. Usted me dijo: ‘Escriba una carta a sus padres todas las semanas, élder, y sus padres le escribirán’”. Entonces preguntó: “¿Recuerda esa promesa, élder Monson?”.
Sí recordaba, y le pregunté: “¿Ha tenido noticias de sus padres?”.
Metió la mano en el bolsillo y sacó un montón de cartas atadas con una goma elástica; tomó la carta de arriba del montón y dijo: “¿Qué si me han escrito? Escuche esto de mi madre: ‘Hijo, disfrutamos tanto de tus cartas. Estamos orgullosos de ti, nuestro misionero. ¿Sabes una cosa? A tu papá lo ordenaron presbítero, y se está preparando para bautizarme. Estoy recibiendo las lecciones de los misioneros, y dentro de un año queremos ir a California cuando termines la misión porque, junto contigo, queremos ser una familia eterna yendo al templo del Señor’”. Ese joven misionero preguntó: “Hermano Monson, ¿contesta siempre nuestro Padre Celestial las oraciones y cumple las promesas de los apóstoles?”.
Le contesté: “Cuando alguien tiene la fe que usted ha demostrado, nuestro Padre Celestial oye y contesta las oraciones a Su propia manera”.
Unas manos limpias, un corazón puro y una mente dispuesta habían conmovido al cielo. Una bendición de los cielos había contestado la ferviente oración del humilde corazón de un misionero.
Hermanos, ruego que vivamos de tal modo que nosotros también podamos conmover al cielo y ser igualmente bendecidos, cada uno de nosotros, en el nombre del Dador de toda bendición, aun Jesucristo. Amén.