2011
¿Dónde podría encontrar respuestas?
Octubre de 2011


¿Dónde podría encontrar respuestas?

Olga Ovcharenko, Sverdlovsk Oblast, Rusia

Cuando tenía 21 años, los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaban enseñando clases de inglés en la zona de Rusia donde yo vivía. Al principio asistí por las clases de inglés, pero pronto empecé a quedarme más tiempo por los pensamientos espirituales que los élderes compartían después de las clases y para hacerles preguntas.

Me había criado en la religión predominante de mi país, pero tenía muchas preguntas religiosas sin contestar. Los misioneros y los miembros de su Iglesia tenían respuestas a preguntas que nadie anteriormente había sido capaz de contestar a mi entera satisfacción.

Sintiéndome particularmente osada después de una clase de inglés, les pedí a los misioneros un ejemplar de su libro, el Libro de Mormón; pero al llegar a casa, lo dejé en un estante y no lo leí.

Sin embargo, no quedó allí por mucho tiempo. Había oído decir a los miembros de la Iglesia que asistían a la clase de inglés que las Escrituras tenían soluciones a los problemas. Así que, cuando me enfrenté a desafíos o problemas personales, saqué el Libro de Mormón del estante y empecé a leer. Invariablemente, encontré respuestas; el tipo de respuestas que me dijeron exactamente lo que necesitaba saber.

En ese momento, comencé a sentir que no podía vivir sin la Iglesia. Era allí donde quería estar; era allí donde yo sentía que pertenecía.

Aún así, quería preguntarle a Dios para estar segura. El problema era que vivía en un pequeño apartamento de una habitación que compartía con la dueña del apartamento, una señora mayor, y no había ningún lugar privado donde pudiera orar. Pero, una noche logré quedarme sola en la cocina, que estaba un poco separada del resto del apartamento, y le pregunté a nuestro Padre Celestial si la Iglesia era verdadera. Recibí un sentimiento tan fuerte como respuesta que supe lo que tenía que hacer.

Me bauticé poco después y mi tiempo como miembro de la Iglesia ha sido el más feliz de mi vida. Donde antes tenía preguntas, ahora tengo respuestas. Donde antes me sentía vacía, ahora me siento plena.

Estoy agradecida de que nuestro Padre Celestial no nos ha dejado sin respuestas. Sé que Él nos habla, tanto por medio de la oración como por medio de las Escrituras.