El sueño de Lehi
Asidos constantemente a la barra
El tema dominante del Libro de Mormón —invitar a todos a venir a Cristo— es de primordial importancia en el sueño de Lehi.
Me encanta el Libro de Mormón. Entre mis primeros recuerdos del Evangelio está el de mi madre que me leía Book of Mormon Stories for Young Latter-day Saints [Relatos del Libro de Mormón para pequeños Santos de los Últimos Días], de Emma Marr Petersen. En esas experiencias de mi niñez y durante toda una vida de constante estudio y oración personal, el Espíritu Santo ha testificado repetidamente a mi alma que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
Testifico que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo; sé que el profeta José Smith tradujo el Libro de Mormón con el poder de Dios y mediante ese poder; y testifico que el Libro de Mormón es “…el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la [piedra] clave de nuestra religión; y que un hombre se [acercará] más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”1.
Símbolos clave del sueño de Lehi
La importancia de leer, estudiar, escudriñar y meditar las Escrituras en general, y el Libro de Mormón en particular, se recalca en varios elementos de la visión de Lehi del árbol de la vida (véase 1 Nefi 8).
La imagen central del sueño de Lehi es el árbol de la vida, una representación del “amor de Dios” (véase 1 Nefi 11:21–22). “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Por tanto, el nacimiento, la vida y el sacrifico expiatorio del Señor Jesucristo son las manifestaciones más grandes del amor de Dios por Sus hijos. Tal como testificó Nefi, ese amor es “más deseable que todas las cosas” y, como declaró el ángel en su visión, “el de mayor gozo para el alma” (1 Nefi 11:22–23; véase también 1 Nefi 8:12, 15). El capítulo 11 de 1 Nefi presenta una descripción detallada del árbol de la vida como símbolo de la vida, del ministerio y del sacrificio del Salvador: “la condescendencia de Dios” (1 Nefi 11:16).
El fruto del árbol simboliza las bendiciones de la Expiación. Participar del fruto representa recibir las ordenanzas y los convenios mediante los cuales la Expiación puede llegar a ser plenamente eficaz en nuestra vida. El fruto se describe como algo “deseable para hacer a uno feliz” (1 Nefi 8:10), produce gran gozo y el deseo de compartir ese gozo con otras personas.
Notablemente, el tema dominante del Libro de Mormón —invitar a todos a venir a Cristo— es preeminente en el sueño de Lehi. Es de interés particular la barra de hierro que conduce al árbol (véase 1 Nefi 8:19). La barra de hierro es la palabra de Dios.
Asirse de la barra en oposición a asirse constantemente a ella
El padre Lehi vio a cuatro grupos de personas en su visión. Tres de los grupos avanzaban por el sendero estrecho y angosto tratando de llegar al árbol y a su fruto. El cuarto grupo no iba en busca del árbol; en cambio, deseaba que su destino final fuera el edificio grande y espacioso (véase 1 Nefi 8:31–33).
En 1 Nefi 8:21–23, aprendemos acerca del primer grupo de personas que avanzaron y comenzaron a recorrer el sendero que conducía al árbol de la vida. No obstante, al encontrarse con los vapores de tinieblas, que representan “las tentaciones del diablo” (1 Nefi 12:17), perdieron el rumbo, se apartaron del camino y se extraviaron.
Nótese que en esos versículos no se hace ninguna mención a la barra de hierro. Los que no hacen caso de la palabra de Dios o la tratan como cosa ligera, no tienen acceso a esa brújula divina que señala el camino hacia el Salvador. Tengan en cuenta que ese grupo entró al sendero y avanzó, lo cual mostró una medida de fe en Cristo y una convicción espiritual, pero fueron desviados por las tentaciones del diablo y se perdieron.
En 1 Nefi 8:24–28, leemos acerca de un segundo grupo de personas que entró en el sendero estrecho y angosto que conducía al árbol de la vida. Los de este grupo “…avanzaron a través del vapor de tinieblas, asidos a la barra de hierro, hasta que llegaron y participaron del fruto del árbol” (versículo 24). Sin embargo, cuando las personas de ropa fina que ocupaban el edificio grande y espacioso se burlaron de este segundo grupo de personas, éstos “se avergonzaron” y “…cayeron en senderos prohibidos y se perdieron” (versículo 28). Noten que la descripción indica que los de ese grupo estaban “asidos a la barra de hierro” (1 Nefi 8:24; cursiva agregada).
Es significativo el hecho de que los del segundo grupo avanzaron con fe y dedicación. También tuvieron la bendición adicional de la barra de hierro, ¡y estaban asidos a ella! Sin embargo, cuando enfrentaron la persecución y la adversidad, cayeron en senderos prohibidos y se perdieron. Aun con fe, dedicación y la palabra de Dios, los de ese grupo al final se perdieron —tal vez porque leían o estudiaban o escudriñaban las Escrituras sólo periódicamente. El asirse a la barra de hierro a mí me sugiere sólo “ráfagas” ocasionales de estudio o un remojo irregular en lugar de una inmersión constante y continua en la palabra de Dios.
En el versículo treinta leemos de un tercer grupo de personas que avanzaron “…asidos constantemente a la barra de hierro, hasta que llegaron, y se postraron, y comieron del fruto del árbol”. La frase clave de este versículo es asidos constantemente a la barra de hierro.
El tercer grupo también avanzó con fe y convicción; sin embargo, no hay ninguna indicación de que las personas se hayan apartado del camino, hayan caído en senderos prohibidos o se hayan perdido. Tal vez este tercer grupo leyó y estudió y escudriñó las Escrituras constantemente. Tal vez lo que salvó al tercer grupo de perecer fue su diligencia y devoción a las “cosas pequeñas y sencillas” (Alma 37:6). Quizá fue el “conocimiento del Señor” y el “conocimiento de la verdad” (Alma 23:5, 6) que obtuvieron mediante el estudio fiel de las Escrituras, lo que les dio el don espiritual de la humildad, a tal punto que los de este grupo de personas “se postraron, y comieron del fruto del árbol” (1 Nefi 8:30; cursiva agregada). Es posible que haya sido el sustento y la fortaleza espirituales que recibieron al “[deleitarse] en la palabra de Cristo” (2 Nefi 31:20) constantemente lo que permitió que los de este grupo no hicieran caso al escarnio y a las burlas de la gente del edificio grande y espacioso (véase 1 Nefi 8:33). Éste es el grupo al que ustedes y yo debemos esforzarnos por pertenecer.
Los hermanos de Nefi preguntaron: “¿Qué significa la barra de hierro, que nuestro padre vio, que conducía al árbol?
“Y [Nefi] les [dijo] que era la palabra de Dios; y que quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:23–24; cursiva agregada).
Entonces, ¿cuál es la diferencia que existe entre asirse y asirse constantemente a la barra de hierro? Permítanme sugerir que asirse constantemente supone, en gran medida, el uso constante, sincero y con actitud de oración, de las Santas Escrituras como fuente segura de verdad revelada y como una guía confiable para el recorrido por el sendero estrecho y angosto que lleva al árbol de la vida, sí, al Señor Jesucristo.
“Y aconteció que vi que la barra de hierro que mi padre había visto representaba la palabra de Dios, la cual conducía a la fuente de aguas vivas o árbol de la vida” (1 Nefi 11:25).
El Libro de Mormón es para nosotros hoy en día
El Libro de Mormón establece verdades que son pertinentes y esenciales en nuestros días y para nuestras circunstancias. Moroni destaca la relevancia espiritual y práctica del Libro de Mormón en nuestra vida: “He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras” (Mormón 8:35). Al haber visto nuestros días y nuestras circunstancias mediante la presciencia de Dios, los autores principales del Libro de Mormón incluyeron, de manera específica, los temas y ejemplos de mayor importancia para los habitantes de la tierra en los últimos días.
Los invito a considerar detenidamente y con espíritu de oración esta pregunta: ¿Qué lecciones puedo y debo aprender de la visión de Lehi del árbol de la vida y del principio de asirme constantemente y de forma continua a la barra de hierro, que me permitirán mantenerme firme espiritualmente en el mundo en el que hoy vivimos?
Al esforzarse diligentemente y buscar inspiración para contestar esta importante pregunta, llegarán a comprender más plenamente, por el poder del Espíritu Santo, tanto en el corazón como en la mente, la importancia de asirse constantemente a la barra de hierro; y recibirán la bendición de poder aplicar esas lecciones con fe y diligencia en su vida individual y en su hogar.
Ruego que todos tengamos ojos para ver y oídos para oír lecciones adicionales de la visión de Lehi que nos ayuden a “…seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).