Mi fondo para la misión
Sé que esto puede sonar extraño, pero he estado ahorrando dinero para pagar mi misión desde antes de nacer. Cuando mi madre supo que iba a tener un bebé, tomó una lata vacía de leche, hizo un agujero y la llamó “Fondo para la misión”. Desde ese día, mi familia y yo hemos estado ahorrando para mi misión.
Ahorrar para mi misión ha sido un esfuerzo familiar. Después de que nací, mis tíos y mis tías que venían de visita dejaban pesos filipinos en la lata del fondo para la misión; y cuando llegaban los días festivos como Navidad o Año Nuevo, mis familiares me daban dinero para agregar a mi fondo para la misión.
A veces mis abuelos me dan dinero por hacer las cosas bien en la escuela o en competencias. Esos regalos también van a mi fondo para la misión. Una vez, cuando recibí varias medallas, mi tía contó todas las medallas que había ganado y me dio dinero por cada una de ellas. Después de pagar el diezmo, ese dinero también fue a mi fondo para la misión.
Cuando me bauticé, mi deseo de servir en una misión creció aún más. Mi familia fijó la meta de ahorrar suficiente dinero para pagar mi misión por completo. Debido a que ahora tengo hermanos, el dinero que ahorramos también se añade al fondo para la misión de ellos.
Ahora tengo nueve años y casi la mitad de la edad que tendré cuando preste servicio en la misión. Mi deseo de servir en una misión ha crecido porque sé que hay muchas personas que han contribuido a mi fondo para la misión.
Continuaré ahorrando para mi misión. Sé que el Padre Celestial me bendecirá para que pueda servirle como misionero un día.