El camino al templo
Aunque han tomado senderos diferentes, los Santos de los Últimos Días de Ucrania encuentran que todos los caminos de rectitud conducen al templo.
El viaje en horas de la madrugada a lo largo de la calle Kiltseva, en Kiev, Ucrania, brinda a los viajeros un sendero relativamente pacífico hasta el Templo de Kiev, Ucrania. Sólo unas cuantas luces brillan entre la niebla matutina a medida que los automóviles se abren camino por la ruta llena de pequeños baches.
El resplandor del templo a la distancia sirve como faro, proporcionando la luz guiadora que indica a los que viajan al templo el lugar exacto a donde tienen que ir.
Aunque algunas personas han tenido la bendición de seguir ese apacible sendero al templo desde que se dedicó en agosto de 2010, otras pueden dar fe de que sus senderos al templo no fueron tan tranquilos.
Al romper el alba y asomarse el sol por el horizonte, la calle Kiltseva se llena de coches y autobuses. Inundada entonces de vehículos, la ruta una vez serena se convierte en un ruidoso estacionamiento.
Ya que saben que el tráfico es algo que forma parte del viaje; muchas de las personas que van al templo permanecen en la carretera, avanzando pacientemente unos cuantos metros a la vez antes de tener que volver a detenerse. El templo sigue siendo el destino, pero el viaje es lento.
Otras personas escogen diferentes rutas. Detrás del templo hay varios caminos de tierra y atajos; el camino no está claramente marcado y los conductores se desorientan con facilidad. Sin embargo, si levantan la vista, pueden ver la aguja del templo, la cual vuelve a servir de guía e invita a todos a venir al templo.
Las sendas espirituales que los miembros de Ucrania han tomado para llegar a la casa del Señor son como los caminos que rodean el templo.
Si bien algunos jóvenes miembros han sido bendecidos al crecer en la Iglesia y ahora pueden asistir al Templo de Kiev, Ucrania, para llevar a cabo sus ordenanzas personales, muchos otros se han abierto camino a través del denso tráfico espiritual para llegar allí.
El templo, que el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) anunció en 1998, se terminó en 2010. Durante esos doce años, muchos miembros de la Estaca Kiev, Ucrania, permanecieron en el angosto —y al parecer lento— sendero, esperando pacientemente a que se terminara la construcción del templo. Otros tomaron diferentes sendas, perdiendo de vista por un tiempo su meta del templo.
A pesar de que las sendas espirituales que los miembros toman para llegar al templo son diferentes, los fieles miembros de Ucrania encuentran que todos los caminos de rectitud los conducen de vuelta al templo.
El sendero estrecho
Muchos miembros jóvenes adultos de Europa Oriental conocieron el Evangelio a temprana edad. Ese conocimiento del Evangelio en sus primeros años les ha permitido no sólo obtener un testimonio desde su tierna edad, sino también forjar una firme determinación de casarse en el templo.
Tanto Nikolai Chemezov como su esposa Asiya, del Barrio Kharkivs’kyi, conocieron el Evangelio en su juventud: Nikolai a los ocho años, y Asiya en la adolescencia.
“Desde que me bauticé, supe que el plan de nuestro Padre Celestial era el sendero a la exaltación”, afirma el hermano Chemezov. “Las enseñanzas de la Iglesia en cuanto a la misión divina de la familia siempre han sido importantes para mí”.
La hermana Chemezova también se dio cuenta de la importancia de las familias eternas a temprana edad. “Cuando era joven y asistía a la Iglesia, me enseñaron cuán importante es efectuar los convenios sagrados del templo”, dice. “Siempre soñé con un matrimonio en el templo, y siempre traté de ser digna de poder casarme allí”.
Comenzaron a salir juntos en 2009, y a medida que el amor floreció y sus conversaciones se empezaron a enfocar en el matrimonio, ambos ya sabían cuál sería el siguiente paso. “Cuando se anunció que el Templo de Kiev se dedicaría en agosto de 2010, decidimos que nos sellaríamos allí”, dice la hermana Chemezova.
“Lo bueno es que no tuvimos que esperar demasiado”, agrega el hermano.
La pareja se selló en matrimonio el primero de septiembre de 2010.
“Fue el día más maravilloso de mi vida”, dice el hermano Chemezov. “Me sentí bendecido al tomar la mano de mi amada Asiya y llevarla a la casa del Señor. Creo que sería acertado decir que ese día mi sueño se volvió realidad: el sueño de crear una familia eterna”.
El largo camino
Aunque el sendero al matrimonio eterno ha sido igual de angosto para Petr y Adalina Mikhailenko, miembros del Barrio Vynohradars’kyi, el camino ha sido mucho más largo. El matrimonio Mikhailenko se encontraba entre las primeras familias que se unieron a la Iglesia en Ucrania; se habían bautizado en 1993, tan sólo dos años después de que se estableciera la primera rama en Kiev.
A pesar de ello, el estar distantes de un templo y otros factores, impidieron que el matrimonio se sellara por muchos años. Sin desanimarse, siguieron fieles el uno al otro y a su sueño de tener un matrimonio eterno.
“He esperado el templo con paciencia”, dice el hermano Mikhailenko. “Nunca se nos cruzó la idea de dejar la Iglesia. El sendero siempre ha sido claro”.
Después de que el presidente Thomas S. Monson dedicó el templo en agosto de 2010, el matrimonio no podía contener su deseo de ser sellados. “El día en que nos íbamos a sellar llegamos tan temprano al templo que aún no estaba abierto”, comenta la hermana.
Ellos no eran los únicos; muchos miembros del barrio también fueron al templo ese día, emocionados por compartir la dicha del matrimonio Mikhailenko.
“El sellamiento fue hermoso”, dice la hermana Mikhailenko. “Había un sentimiento como si uno nunca hubiera amado realmente a su cónyuge de la manera que lo ama en ese momento”.
Desde ese día ha continuado ese sentimiento de amor. “Hay una diferencia absoluta en nuestra relación”, dice el hermano. “Hemos estado casados por mucho tiempo, pero ahora existe un sentimiento diferente; deseamos hacer más el uno por el otro, y lo hacemos con más amor”.
De nuevo en el sendero
Los vecinos de Andrei y Valentina Dudka, del Barrio Vynohradars’kyi, les dieron a conocer el Evangelio en 2003. Después de que los misioneros los visitaron por varias semanas, el matrimonio decidió unirse a la Iglesia.
A pesar de que el matrimonio Dudka estaba entusiasmado por aprender las verdades del Evangelio, tales como la necesidad de templos en los últimos días y el potencial de tener una familia eterna, gradualmente cayeron en la inactividad. “Simplemente encontramos excusas para no ir a la Iglesia”, dice la hermana Dudka. “Permitimos que algunas cosas interfirieran, como el hecho de que estábamos demasiado cansados o de que había un programa de televisión que queríamos ver”.
La falta de actividad del matrimonio Dudka tuvo un efecto negativo en su felicidad. “Después de que dejamos la Iglesia, empezamos a ver una verdadera diferencia entre la vida en la Iglesia y la vida mundana”, dice el esposo. “No éramos felices”.
Después de aproximadamente cuatro meses de no asistir a la Iglesia, la hermana Dudka llegó a su límite. “Llegó cierto domingo y dije: ‘Si no voy hoy, tal vez no sobreviva’”, dice. “Me sentía como una persona que había pasado días sin tomar agua; necesitaba esa agua”.
Cuando volvió a la actividad en la Iglesia, la hermana Dudka oró pacientemente por su esposo y lo alentó a regresar a la Iglesia con ella. Su esposo volvió a la Iglesia seis meses después de ella.
“Las oraciones de mi esposa tuvieron efecto en mí”, dice el hermano Dudka. “Me di cuenta de que, como poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, tenía la responsabilidad de ser miembro activo. Me di cuenta de que sin Dios, no podía hacer nada”.
Después de que el matrimonio Dudka volvió a la Iglesia, sus pensamientos se enfocaron en las ordenanzas salvadoras del templo. El matrimonio se unió al gozo de otros Santos de los Últimos Días ucranianos durante la ceremonia de la palada inicial del templo en 2007.
“Después de que empezaron la construcción del templo, solíamos venir y simplemente mirar el trabajo que hacían”, dice el hermano Dudka.
“Di un salto de alegría cuando vi que colocaron la primera piedra”, añade la hermana.
Cuando se colocó la estatua de Moroni en lo alto del templo, hubo abrazos y lágrimas entre los santos, particularmente entre la familia Dudka.
“Cuando finalmente terminaron la construcción del templo, sentimos gran alivio por saber que éramos dignos de entrar en él”, dice el hermano Dudka.
El matrimonio Dudka dice que el estar sellados en el templo les ha dado una perspectiva eterna más firme de la vida. “Se llega a entender que la familia ya no es simplemente uno y su marido; ahora el Señor es también parte de ella”, menciona la hermana Dudka. “Ahora nos vemos el uno al otro con ojos eternos”.