Lee tu Libro de Mormón
Jewelene Carter, Virginia, EE. UU.
Se suponía que debíamos estar llenos de alegría, pero nuestros corazones estaban apesadumbrados y nuestros brazos vacíos. Debra Caelia Carter llegó en la debida fecha del alumbramiento, el 26 de abril de 2010, pero nació muerta.
Al entrar en nuestra casa, llevaba conmigo la pequeña manta de color rosa que había usado para sostener y acurrucar a Debra en el hospital. Cuando me senté en el sofá, embargada por la tristeza, nuestro hijo de dos años se acercó a la manta vacía y le susurró: “Hola, hermanita. Te amo”.
Las lágrimas corrían por mi rostro y me di la vuelta. Al hacerlo, vi las palabras de un póster de la revista Friend colgado en la pared: “Nuestro Padre Celestial está sólo a una oración de distancia, y el Espíritu Santo a un susurro de distancia”1.
Empecé a derramar mi corazón a Dios en oración silenciosa y ferviente. Mientras lo hacía, sentí que el Espíritu Santo me susurraba: “Lee tu Libro de Mormón otra vez”. Acababa de terminar de leerlo, pero la sensación era precisa y la impresión clara.
Al levantarme temprano la mañana siguiente, empecé a leer el Libro de Mormón. Usé lápices y marcadores para resaltar cada pasaje que tenía que ver con la fe, la oración, la esperanza, los atributos de Jesucristo, la predicación del Evangelio y el obedecer la voz del Señor. Sabía que tenía que hacer lo que Nefi, Enós, Moroni y otros profetas del Libro de Mormón habían hecho cuando sufrieron pruebas; y debía hacerlo con el mismo amor por el Salvador que llenó sus vidas en tiempos difíciles.
Durante esas horas de estudio personal diario de las Escrituras, sentí que los brazos del Señor me rodeaban con Su amor, y sentí el poder de Su sacrificio expiatorio por todos. El Espíritu me habló, una paz me cubrió y recibí respuestas a mis oraciones fervientes. El reflexionar sobre las palabras que leí me dio fuerza en medio de mi dolor.
Un día, el Espíritu me llenó de alegría al leer estas palabras:
“…amo a los niños pequeñitos con un amor perfecto; y son todos iguales y participan de la salvación…
“Los niños pequeños… todos viven en [Dios] por motivo de su misericordia…
“Porque he aquí, todos los niños pequeñitos viven en Cristo” (Moroni 8:17, 19, 22 cursiva agregada).
Sentí como si pudiera ver a mi hija viva en Cristo, sonriente, feliz y rodeada por Sus brazos. Desde ese momento, sentí la fuerza para perseverar y sentí que en mi alma se encendía una nueva esperanza para mi familia. Sabía que si nos aferrábamos a la Expiación, a las Escrituras, a las palabras de los profetas vivientes y el uno al otro por medio de nuestros convenios en el templo, nos reuniríamos como familia eternamente.
Me encanta el Libro de Mormón, el cual testifica claramente de Jesucristo, de lo que hizo y hace por nosotros, y de lo que debemos hacer para ser como Él. El Libro de Mormón da luz a mi vida y me llena el corazón de esperanza en Cristo.