¿Ustedes hablan ruso?
Anna Nikiticheva, Escocia
Aunque estábamos muy ocupados, mi esposo Daniil y yo decidimos que debíamos visitar el Templo de Preston, Inglaterra, una vez más antes de finalizar el año 2009. Se necesitan dos autobuses y casi seis horas para llegar al templo desde el pequeño pueblo escocés donde vivimos.
La mañana en la que planeamos salir amaneció nublada y lluviosa, pero estábamos contentos de ir al templo. Mientras esperamos una hora adicional para tomar el segundo autobús en el punto de traslado, empezó a llover mucho y a hacer frío.
Sin embargo, la esperanza de que pronto estaríamos en el templo dio calor a nuestros corazones. Cuando llegamos a Preston, sentimos la fuerte impresión de ir inmediatamente al templo. Teníamos hambre y estábamos empapados, pero hicimos caso al Espíritu.
Cuando entramos en el templo, un amable obrero nos pidió nuestras recomendaciones. Se sacó las gafas y volvió a mirar los nombres en nuestras recomendaciones.
“¿Son de Rusia?”, preguntó atónito.
“Sí”, contestamos, un tanto sorprendidos por su reacción.
“De modo que, ¿ustedes hablan ruso?”, preguntó.
“Claro”, dijimos.
Entonces tomó el teléfono y llamó a alguien.
No tardó en llegar el presidente del templo. A través de sus gafas, pudimos ver que tenía los ojos llenos de lágrimas. “¡Ustedes son ángeles de Dios!”, nos dijo sonriendo, y pidió que lo siguiéramos. Así lo hicimos, y al poco tiempo vimos a un misionero joven y confundido con obreros del templo a su alrededor.
Resultó que ese misionero era de Armenia y hablaba ruso. Había sido llamado a servir en la Misión Inglaterra Londres, pero todavía no había aprendido inglés. No había ni una sola persona que hablara ruso en el Centro de Capacitación Misional adyacente al templo. Se suponía que ese día recibiría su investidura, pero los obreros del templo no habían podido comunicarse con él, hasta que llegó una pareja rusa totalmente empapada.
De inmediato, Daniil pidió acompañar al joven misionero. Éste se sintió muy contento y posteriormente dijo que había sentido un espíritu especial cuando nosotros llegamos.
Estoy agradecida de que a pesar de nuestras ocupados horarios y el mal tiempo, mi esposo y yo decidimos ir al templo ese día para ayudar a un hijo de Dios que hablaba ruso en Gran Bretaña. Estoy agradecida por las bendiciones del templo, las cuales iluminan nuestra vida con una luz especial y un propósito. Sé que si hacemos caso a los susurros del Espíritu Santo, Él nos dirigirá de regreso a nuestro hogar celestial, tal como nos dirigió a mi esposo y a mí a la casa del Señor aquel día.