La regla de la clasificación
Jennifer Maddy vive en Utah, EE. UU.
“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (Colosenses 3:20).
Ethan miró las carátulas coloridas de los videojuegos que estaban en las estanterías. Sus padres habían dicho que podía escoger un juego como regalo para su cumpleaños, ¡y había muchos entre los que escoger! Los ojos de Ethan fueron de un juego de vehículos de carreras a uno de aventura, y después a uno de baile. Al final escogió el de carreras y se lo llevó a su padre.
“¿Has encontrado uno que te gusta?”, preguntó el papá.
“Creo que quiero este juego de carreras”, dijo Ethan.
“Parece divertido”, dijo el papá. “¿Qué clasificación tiene?”.
Ethan le dio vuelta a la carátula. Sabía que sólo podía jugar con juegos que tuvieran ciertas clasificaciones. Cuando le compraron la computadora, sus padres le hablaron en cuanto a la importancia de seguir la regla familiar sobre la clasificación de videojuegos. Ethan sabía que muchos juegos tenían cosas malas, y quería ser obediente.
Ethan encontró la clasificación en la carátula y se la mostró a su papá. “Está clasificado para todos”, dijo él.
“Qué bien”, contestó el papá. “Vamos a comprarlo. ¡Feliz cumpleaños, Ethan!”.
“¡Gracias papá!”, sonrió Ethan, entusiasmado por llegar a casa y probar su nuevo juego.
Unos días después, Ethan fue a la casa de su amigo Chase a jugar. Él y Chase estaban en la misma clase de la Primaria y jugaban mucho juntos. Ethan llevó su nuevo videojuego.
“Hola Ethan”, dijo Chase cuando abrió la puerta. “Pasa, tengo un nuevo videojuego con el que podemos jugar”.
“¡Yo también!”, dijo Ethan, con su juego en la mano.
Los chicos se pusieron frente a la computadora y Chase puso su juego. El título apareció en la pantalla, y también la clasificación. Ethan se quedó congelado; era una clasificación que él no tenía permitido jugar.
Chase navegó con impaciencia por los menús con su control de mando y comenzó a jugar. Ethan todavía no había visto nada malo; hizo clic en su propio control de mando para mover su personaje en el juego. Era divertido pero, cuanto más jugaba, más incómodo se sentía. Todavía no había visto nada malo, pero quería seguir la regla de su familia.
“Oye, Chase, no tengo permitido jugar juegos con esta clasificación”, dijo Ethan.
“No hay problema”, dijo Chase, “no aparece nada malo”.
“¿Estás seguro?”, preguntó Ethan.
“Sí”, dijo Chase, “lo jugamos como familia. Creo que le dieron la clasificación equivocada”.
Justo en ese momento, la mamá de Chase asomó la cabeza en el cuarto. “Hola chicos”, dijo ella, “¿va todo bien?”.
Ethan tragó fuerte. “Hola, hermana Murphy”, dijo él. “Sólo es que no tengo permitido jugar a videojuegos con esta clasificación”.
“Le dije que no tenía nada malo”, dijo Chase.
La mamá de Chase sacudió la mano. “No te preocupes, Ethan”, dijo ella. “Sé que muchos juegos con esta clasificación no son buenos, pero estoy segura de que tu mamá te dejaría jugar éste”. Sonrió y salió de la habitación.
Chase continuó jugando, pero Ethan dejó su control. “Chase, ¿qué te parece si jugamos al juego de carreras que traje?”, preguntó Ethan.
Chase se encogió de hombres y siguió mirando la pantalla. “No, prefiero jugar a éste”.
Ethan se puso de pie en silencio y fue al cuarto de Chase, donde encontró algunos coches de carreras con los que jugar. No eran tan divertidos como su videojuego, pero Ethan se sintió bien al saber que estaba siguiendo la regla familiar.