La bendición de nuestro almacenamiento de alimentos
Bruce Richards, Illinois, EE. UU.
Mi esposa Brittney y yo comenzamos a almacenar alimentos poco después de casarnos. Los primeros meses después de nuestra boda comprábamos algunos productos para almacenar cada vez que íbamos a hacer las compras. Al agregar un poco cada vez, acumulamos un buen almacenamiento de comida. No sabíamos cuándo lo necesitaríamos, pero sabíamos que era importante.
Después de un año de casados, nos mudamos al otro extremo del país para completar mi curso de posgrado y nos llevamos la comida almacenada. Económicamente, las cosas eran difíciles; habíamos usado todos nuestros ahorros para conseguir dónde vivir y Brittney no recibía sueldo mientras hacía su pasantía como maestra. Para pagar las cuentas, dependíamos de lo que yo ganaba como ayudante de un profesor, pero no alcanzaba para mucho.
El aspecto económico empeoró la segunda noche que pasamos en nuestro nuevo hogar. Brittney se despertó con un fuerte dolor de estómago y cuando no se le pasó después de varias horas, fuimos al hospital. Más tarde ese día le extirparon el apéndice.
Tras recuperarse, nos sentamos a hacer nuestro presupuesto. Al calcular las cuentas para los siguientes cuatro meses, lo cual incluía la cirugía de emergencia, descubrimos que todavía podíamos sobrevivir sin endeudarnos. Sin embargo, para lograrlo, no podíamos gastar más de 25 dólares por mes en comida, lo cual era la cuarta parte de lo que normalmente gastábamos.
La comida que habíamos almacenado durante el año anterior fue inestimable. Fue suficiente para cubrir nuestras necesidades básicas durante cuatro meses, y usamos los 25 dólares para comprar leche y otros productos perecederos. No comimos comidas extravagantes, pero no pasamos hambre.
Al vivir de manera frugal y servir a los demás con buena disposición, recibimos más bendiciones. Uno de mis compañeros de estudio finalizó su carrera y nos pidió ayuda para mudarse. Cuando lo estábamos ayudando, preguntó si queríamos llevarnos los alimentos que estaban en el congelador. Gracias a su bondad, ahora teníamos carne para complementar nuestro almacenamiento de alimentos.
El Señor nos bendijo a medida que preparamos el almacenamiento de alimentos, pagamos nuestros diezmos y estuvimos dispuestos a servir. Sobrevivimos esos meses sin pedir dinero prestado. Después de ese semestre, mi esposa consiguió un trabajo de tiempo completo y pudimos gastar más dinero para comprar alimentos. Restablecimos nuestro almacenamiento y seguimos siendo bendecidos al obedecer los mandamientos del Señor.