Lo que realmente importa
“Dios vive y sé que es mi Padre Celestial, y el Espíritu me dice que esto es verdad” (“Dios vive”, Canciones para los niños, pág. 8).
El quinto grado fue un año difícil para mí. Había tenido el mismo grupo de amigas por varios años, y pensaba que siempre seríamos amigas. Sin embargo, poco después de comenzar el quinto grado, mis amigas comenzaron a usar malas palabras y a actuar de una manera que yo sabía que no le gustaría al Padre Celestial. También empezaron a ser malas con otros niños de nuestra clase y a hablar de los demás a sus espaldas.
Con el tiempo, llegué a ser una de las niñas de las que mis amigas se burlaban, e incluso me dieron un sobrenombre cruel: Charlotte labios grandes, o como diminutivo, “CLG”. Me hirieron mucho los sentimientos. Comencé a intentar evitar a mis amigas en la escuela, pero era difícil porque estábamos en la misma clase.
“¡Hola chicas!”, dije un día durante el almuerzo, intentando ser amigable y alegre.
“¡Hola CLG! ¡Charlotte labios grandes!”, canturrearon juntas haciendo muecas con la cara.
Salí corriendo, intentando contener las lágrimas. Comí mi almuerzo sola y esperé ansiosa hasta poder ir a casa.
“¿Qué ocurre, cariño?”, preguntó mi mamá cuando notó mis mejillas manchadas por las lágrimas, después de la escuela.
“Las niñas que eran mis amigas antes han empezado a llamarme un nombre horrible. No entiendo por qué tienen que ser tan malas conmigo”, y comencé a llorar otra vez.
“Esas niñas no deben actuar así, pero en realidad no importa lo que otras personas piensen de ti; eres hermosa y no tienes ninguna razón para escuchar lo que esas niñas crueles digan”.
“Pero mamá”, dije. “Las veo todos los días, y a mí sí me importa lo que piensen de mí; y otras personas escuchan lo que dicen de mí. ¿Cómo puedo ignorar a todos?”.
“Charlotte, las únicas opiniones que realmente importan son la tuya y la del Señor. Si tú estás bien contigo misma y con lo que haces, y si el Padre Celestial está contento con tus decisiones, no importa lo que la gente te llame o lo que digan de ti, te lo aseguro”.
En la escuela durante las siguientes semanas, mis antiguas amigas aún se reían de mí y me llamaban con apodos. Pero pronto me di cuenta de que podía sentir paz en mi corazón. Sabía que el Padre Celestial estaba contento con mis labios grandes, y yo también podía estarlo.
Sobreviví el resto del quinto grado, y terminé por hacer nuevas amigas que no me decían sobrenombres y que me hacían sentir bien conmigo misma. Sin embargo, lo más importante fue que aprendí que si el Padre Celestial está complacido con quien soy, no me tengo que preocupar de lo que nadie más piense.
Charlotte Wood Wilson vive en Oregón, EE. UU.