Responder a preguntas acerca del Plan de Salvación
¿Qué creen los mormones acerca del matrimonio?, me preguntó mi maestro de español de la escuela secundaria.
Todos los alumnos se dieron vuelta para escuchar mi respuesta. Tragué saliva mientras me preguntaba cómo había derivado la conversación de Don Quijote y Dulcinea a hablar de salir con jóvenes del sexo opuesto y el matrimonio.
No había ningún otro miembro de la Iglesia en la clase. ¿Qué debía decir? ¿En cuánto detalle debía entrar? ¿Se burlarían de mí si hablaba acerca del matrimonio eterno?
“Nosotros, eh … ”, dije con voz entrecortada, sin saber aún qué decir.
Justo en ese momento mi amiga Denise salió al rescate. “Los mormones tienen un concepto hermoso del matrimonio”, dijo ella. “Ellos creen que los matrimonios realizados en los templos pueden durar para siempre”.
“Eso es hermoso”, contestó el maestro. Incluso mis compañeros de clase parecían estar satisfechos.
Con esa respuesta la clase continuó y yo me quedé pensando por qué me puse tan nervioso sobre una pregunta que mi compañera, que no es miembro de la Iglesia, respondió tan fácilmente.
A medida que más personas escuchan acerca de la Iglesia, los Santos de los Últimos Días tendrán más oportunidades de contestar preguntas acerca del Evangelio. En la escuela secundaria aprendí que no tenemos que dar respuestas largas y que tampoco tenemos que tener miedo. Las doctrinas simples y hermosas del Evangelio hablan por sí mismas.
La próxima vez que tus amigos te pregunten acerca de lo que comocemos como “el Plan de Salvación”, piensa en usar las siguientes respuestas breves; ellas dan los detalles que las personas quieren saber, y así no sentirás que tienes que explicar todo el Plan de Salvación en un gráfico.
¿De dónde venimos?
Somos seres eternos. Antes de nacer, vivíamos con Dios, el Padre de nuestros espíritus. Todas las personas en la tierra son literalmente hermanos y hermanas del mismo Padre Celestial. En nuestra vida preterrenal, cada uno de nosotros era un ser individual con una naturaleza y un destino divinos. Dios nos dio a todos el don del albedrío, o el derecho a elegir por nosotros mismos, tanto en la vida preterrenal como aquí en la tierra. Debido a que Él es el Padre de nuestros espíritus, lo llamamos nuestro Padre Celestial.
¿Por qué estamos aquí?
La vida terrenal es parte del plan de Dios para nuestra felicidad eterna. Ese plan consiste en obtener un cuerpo físico y aprender a elegir entre lo bueno y lo malo. Nuestro profeta viviente, el presidente Thomas S. Monson, dijo: “Cuán agradecidos debemos estar que un sabio Creador formó una tierra y nos colocó aquí con un velo de olvido sobre nuestra existencia anterior, para que experimentemos una época de prueba, una oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que podemos ser merecedores de todo lo que Dios ha preparado para darnos” (“La carrera de la vida,” Liahona, mayo 2012, pág. 90).
¿Adónde vamos después de esta vida?
Nuestras vidas continúan después de que morimos; pero nuestras vidas futuras dependen de cómo vivamos ahora. Si vivimos el Evangelio, la gracia del Señor Jesucristo nos permite arrepentirnos, ser perdonados y llegar a ser limpios ante Dios.
En el Libro de Mormón aprendemos “que los espíritus de todos los hombres, en cuanto se separan de este cuerpo mortal… sean buenos o malos, son llevados de regreso a ese Dios que les dio la vida.
“Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena” (Alma 40:11–12).
Si aplicamos la Expiación o sacrificio de Jesucristo a nuestra vida, nos arrepentimos de nuestros pecados y nos esforzamos por vivir como Él vivió, Su expiación nos limpiará y permitirá que vivamos para siempre con nuestro Padre Celestial.
Aquellos que no escojan seguir a Cristo ni acepten Su Evangelio no recibirán esas bendiciones (ver Alma 40:13–14).
¿Cuál es la función de Jesucristo?
Nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo Jesucristo para ser nuestro Salvador y para mostrarnos la manera de vivir según el plan de Dios. La expiación del Salvador puede lavar nuestros pecados y permitirnos ser merecedores de volver a la presencia de Dios. Después de la crucifixión del Salvador, Su cuerpo fue puesto en la tumba durante tres días hasta que volvió Su espíritu. Como resultado de la victoria de Jesús sobre la tumba (ver Mormón 7:5), nosotros resucitaremos después de morir y viviremos para siempre con cuerpos perfectos.