Nunca iré a otro baile
Wendy Van Noy, Illinois, EE.UU.
En las afueras de Chicago, Illinois, EE.UU., menos de 20 jóvenes Santos de los Últimos Días asisten a una escuela secundaria de aproximadamente 4.400 alumnos en dos recintos diferentes. Hemos estado complacidos con la educación que nuestro hijo ha recibido, y hay muchas buenas familias con normas elevadas que viven en nuestra comunidad.
En la primavera del año en que nuestro hijo cursaba el segundo año de secundaria, lo invitaron a un baile de la escuela. La chica con la que salió llevaba puesto un vestido hermoso y modesto, y estábamos ansiosos por saber cómo les había ido esa noche. Cuando regresó a casa, él dijo: “¡Nunca iré a otro baile de la escuela!”. Dijo que los alumnos habían comenzado a bailar en forma provocativa y que la administración no había hecho nada para detenerlos. Quedé horrorizada.
Soy empleada de media jornada en este distrito escolar, y un par de días después del baile busqué al vicedirector. Él es un hombre de integridad y pensé que escucharía mis preocupaciones. Me recomendó que escribiera a los directores de la escuela secundaria.
Con oración, consideré lo que debía escribir y decidí decirles que estaba decepcionada por la manera inapropiada de bailar y porque no habían hecho nada para ponerle fin. La escuela había establecido altas normas en el aspecto académico, ¿por qué no hacer lo mismo para todas las actividades?
Pasaron varios meses y pensé que mi carta había caído en oídos sordos. Sin embargo, un día, durante la inscripción para el inicio de cursos, un vicedirector me preguntó: “¿Es usted la madre que escribió la carta acerca de los bailes de la escuela?”.
“Sí, soy yo”, contesté.
“Quiero que sepa que la carta ha causado un gran revuelo”, dijo.
Me enteré que uno de los directores no estaba convencido de que fuera necesario hacer cambios, hasta que pidió la opinión de algunos alumnos. Todos dieron la misma respuesta: “¡Nunca iremos a otro baile de la escuela! ¡Son muy desagradables!”.
Más tarde, la administración implantó normas de etiqueta de baile que se pondrían en vigor durante el próximo baile de bienvenida. El director informó a los alumnos que se les pediría retirarse si no cumplían con las normas.
Esperé ansiosa que nuestro hijo regresara del baile. Cuando llegó, dijo que a los estudiantes que trataron de comportarse como la última vez se les pidió que se retiraran. Dijo que fue el mejor baile al que había asistido.
Escribí a la administración para agradecerles el haber hecho que ése fuese uno de los mejores bailes de la escuela en mucho tiempo. El vicedirector al que conocía respondió: “Gracias por comenzar esa conversación la primavera pasada. Sin su contribución tal vez no hubiésemos actuado en cuanto a este asunto”.
Desde entonces me he enterado de que la mayoría de las escuelas en nuestra comunidad están adoptando las normas nuevas para los bailes, así que ahora miles de alumnos podrán disfrutar de los bailes de la escuela.
Ruego que el Señor nos bendiga a todos para que tengamos el valor de expresarnos y defender lo que creemos. Aprendí que una persona puede marcar una diferencia.