Amy Adams, de Washington, EE. UU., estaba tratando de decidir qué actividades serían mejor para sus tres hijos pequeños a raíz de una conversación que tuvo con su madre que cambió su manera de pensar. “¿Y si les dieras a tus hijos algo mejor que la práctica de deportes o baile?”, preguntó la madre de Amy. “¿Y si al quedarse en casa ellos pudieran aprender a sentir más el Espíritu?”. Entonces la madre le recordó lo que el presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, ha enseñado en cuanto al poder de centrarse en las relaciones básicas de la vida (véase, por ejemplo, “De las cosas que más importan”, Liahona, noviembre de 2010, págs. 19–22).
Amy y su esposo, Brett, oraron y meditaron en cuanto a ese consejo y sintieron que sería una buena idea que pasaran más tiempo juntos en casa como familia. Durante un año, decidieron dejar de lado el baile y los deportes; en vez de ello, juntos prepararon comidas, aprendieron canciones de la Primaria, visitaron museos y jugaron al aire libre. “Nuestros hijos pudieron sentir el Espíritu… porque tomamos el tiempo para detenernos y escuchar”, afirma Amy. Sus hijos tal vez no sean las mejores estrellas de baile y de deportes, dice, “pero tienen un testimonio del Salvador”.
Amy y Brett oraron para saber la forma en que personalmente debían seguir el consejo de los profetas modernos, y el hacerlo les permitió recibir inspiración para su familia. Amy dice que esa inspiración la llevó a “los momentos de más satisfacción como madre”.
En “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, los profetas modernos han señalado nueve principios básicos para tener familias firmes centradas en el Evangelio: “Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes” (Liahona, noviembre de 2010, pág. 129). Las siguientes enseñanzas de líderes de la Iglesia, los ejemplos de la vida de Jesucristo, e imágenes visuales, nos permiten ver más en detalle esos nueve principios y las formas en que podemos llevarlos a la práctica.
“…la fe es la confianza de una persona en Jesucristo que la lleva a obedecerle”.
Guía para el Estudio de las Escrituras, “Fe”, pág. 79.
“Como padres, se nos ha dado el mandamiento de enseñar a nuestros hijos a ‘comprender la doctrina… de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente’ (D. y C. 68:25 )…
“No hay otra cosa en la cual podamos tener una certeza absoluta. No existe otro fundamento en la vida que aporte el mismo gozo, la misma paz y esperanza. En épocas inestables y difíciles, la fe es, en verdad, un don espiritual digno de nuestros mayores esfuerzos. Podemos dar a nuestros hijos una formación académica, clases, deportes, arte y bienes materiales, pero si no les damos fe en Cristo, les hemos dado poco”.
Élder Kevin W. Pearson, de los Setenta, “Fe en el Señor Jesucristo”, Liahona , mayo de 2009, pág. 38.
“La oración es el acto mediante el cual la voluntad del Padre y la voluntad del Hijo entran en correspondencia la una con la otra. La finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”.
Diccionario bíblico en inglés, “Prayer (Oración)”.
Cuando el Salvador terminó el primer día de Su ministerio entre los nefitas, miró el rostro de las personas y vio que “estaban llorando, y lo miraban fijamente, como si le quisieran pedir que permaneciese un poco más con ellos”. Él se llenó de compasión y dijo: “¿Tenéis enfermos entre vosotros?… Traedlos aquí y yo los sanaré”.
Entonces la multitud se acercó con sus enfermos y Jesús los sanó uno por uno. Y todos ellos, 2.500 hombres, mujeres y niños, se arrodillaron a Sus pies y lo adoraron.
El Salvador entonces mandó que trajesen los niños pequeños a Él y mandó a la multitud que se arrodillara; Él se arrodilló en medio de los niños y empezó a orar. La gente se llenó de gozo después de oír Su oración, y éste es el testimonio que dieron: “Jamás el ojo ha visto ni el oído escuchado, antes de ahora, tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que Jesús habló al Padre”. (Véase 3 Nefi 17:1–17 .)
“El arrepentimiento implica que la persona se aleje del pecado y entregue su corazón y su voluntad a Dios”.
Guía para el Estudio de las Escrituras, “Arrepentimiento, Arrepentirse”, pág. 19.
“Hoy es siempre un mejor día para arrepentirnos que cualquier mañana… Aun
cuando seamos perdonados más adelante, el Señor no puede restaurar los buenos efectos que el arrepentimiento de hoy podría haber tenido en las personas a quienes amamos y a quienes debemos servir. Eso es particularmente trágico en el caso de los padres de hijos pequeños. En esos tiernos años hay oportunidades de moldear y de elevar el espíritu que tal vez jamás se vuelvan a presentar. Pero incluso el abuelo que quizás haya perdido las oportunidades con sus propios hijos, al decidir arrepentirse hoy, pueda hacer por sus nietos lo que una vez podría haber hecho por los padres de ellos”.
Véase del presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, “No demores”, Liahona, enero de 2000, pág. 40.
“Por lo general, en las Escrituras, el término perdonar tiene dos significados: (1) Cuando Dios perdona a los hombres, suprime o deja a un lado el castigo que se requiere por el pecado… (2) Cuando las personas se perdonan entre sí, se tratan con amor cristiano”.
Guía para el Estudio de las Escrituras, “Perdonar”, págs. 163--164.
Un fariseo que se llamaba Simón le pidió al Salvador que comiese con él. Mientras comían, una mujer que en la ciudad se conocía como pecadora se acercó a Jesús y se quedó de pie cerca de él, llorando; se arrodilló a los pies del Salvador y los lavó con sus lágrimas, los enjugó con su cabello y los ungió con perfume. Simón observó a la mujer y pensó: “Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca”.
El Salvador se volvió entonces a Simón y le enseñó una parábola:
“Un acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
“y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos”.
Entonces Jesús le preguntó a Simón: “¿cuál de [los deudores]… amará más [al acreedor]?”. Simón contestó que probablemente era el deudor a quien se le perdonó la deuda mayor. Jesús se volvió entonces a la mujer y dijo a Simón: “¿Ves esta mujer?… sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero al que se le perdona poco, poco ama”. Después le prometió a la mujer: “Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado, ve en paz”. (Véase Lucas 7:36–50 .)
“Recuerden que el cielo está lleno de aquellos que tienen esto en común: Han sido perdonados y perdonan”.
Presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, “Los misericordiosos obtienen misericordia”, Liahona, mayo de 2012, pág. 77.
“Considerar digno de alta estima”.
Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, edición Nº11, 2003, “respect [respeto]”.
“Después de conocer el mundo, vagar por él y ver cuán efímero y a veces superficial es, aumenta nuestra gratitud por el privilegio de formar parte de algo con lo que podemos contar: el hogar, la familia y la lealtad de nuestros seres queridos. Llegamos a comprender lo que significa estar unidos por medio del deber, el respeto y el sentimiento de pertenencia; y aprendemos que nada puede reemplazar la bendita relación de la vida familiar…
“Hermanos, tratemos a nuestra esposa con dignidad y respeto; ella es nuestra compañera eterna. Hermanas, honren a su marido; él necesita oír buenas palabras; necesita una sonrisa amigable; necesita una cálida expresión de amor verdadero”.
Presidente Thomas S. Monson, “Amor en el hogar: Consejo de nuestro Profeta”, Liahona , agosto de 2011, pág. 4.
“Profunda devoción y afecto… el máximo ejemplo del amor de Dios hacia sus hijos se encuentra en la expiación infinita de Jesucristo”.
Guía para el Estudio de las Escrituras, “Amor”, pág. 13.
Durante la víspera de Su crucifixión y horas antes de la agonía en Getsemaní, Jesucristo celebró una cena final de la Pascua con Sus apóstoles. Al concluir la cena, Jesús supo “que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Entonces el Salvador se levantó y se ciñó con una toalla; llenó un recipiente de agua y lavó los pies de Sus discípulos. Cuando hubo terminado, les dio un nuevo mandamiento:
“Que os améis unos a otros; como yo os he amado…
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos”. (Véase Juan 13:1–5, 34–35 .)
“Padres, ¿cuándo fue la última vez que de manera genuina expresaron amor a sus hijos? Hijos, ¿cuándo fue la última vez que dijeron a sus padres que los aman?
“Todos nosotros sabemos que debemos decir a nuestros seres queridos que los amamos, pero lo que sabemos no siempre se refleja en lo que hacemos. Tal vez nos sintamos inseguros, incómodos o quizás un poco avergonzados.
“Como discípulos del Salvador, no sólo tratamos de saber más, sino que debemos hacer de manera constante más de lo que sabemos que es correcto y llegar a ser mejores.
“Debemos recordar que el decir ‘Te amo’ es solamente el comienzo; debemos decirlo, decirlo de corazón y, lo más importante, demostrarlo constantemente”.
Élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Más diligentes y atentos en el hogar”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 17–18.
“…significa, literalmente, ‘sufrir con otro’. También significa mostrar comprensión, piedad y misericordia por otra persona”.
Guía para el Estudio de las Escrituras, “Compasión”, pág. 34.
En las Escrituras se encuentran numerosos relatos de ocasiones en las que el Salvador demostró compasión por otras personas. Estando lleno de compasión, Él dio la vista a dos ciegos (véase Mateo 20:30–34 ), sanó a un leproso (véase Marcos 1:40–41 ), y sanó a los enfermos que estaban en la multitud nefita (véase 3 Nefi 17:6–9 ).
En un relato particularmente conmovedor, Jesús se acercaba a la ciudad de Naín, donde vio que se efectuaba el funeral de un joven, “unigénito de su madre, que era viuda”. Cuando el Salvador vio las muchas personas de la ciudad que acompañaban a la mujer y lo profundamente afligida que estaba, “se compadeció de ella”; tocó el féretro donde yacía el joven y dijo: “Joven, a ti te digo, ¡levántate!”. El joven se incorporó de inmediato y empezó a hablar, y el Salvador lo entregó a su afligida madre. (Véase Lucas 7:11–15 .)
“Esforzarse física o mentalmente, en especial en un esfuerzo continuo por un propósito”.
Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, edición Nº 11, 2003, “work [trabajar]”.
“El enseñar a los hijos el gozo del trabajo honrado es uno de los dones más grandes que podemos otorgarles. Estoy convencido de que una de las razones de la ruptura de tantos matrimonios hoy día es que los padres no enseñan ni capacitan a sus hijos varones en cuanto a la responsabilidad de proveer y velar por sus familias, y a disfrutar el desafío que esta responsabilidad acarrea. Muchos de nosotros hemos fallado también en nuestro esfuerzo por inculcar en nuestras hijas el deseo de llevar belleza y orden a sus hogares por medio de las labores domésticas…
“Mi padre me inculcó un gozo y agradecimiento por el trabajo honrado y me preparó para esa etapa de la vida en la que sería responsable de proveer de lo necesario para mi propia familia. Los principios que mi sabio padre me enseñó sobre el trabajo honrado, el no desperdiciar, la disciplina y el terminar siempre un trabajo, serían básicos para obtener el éxito”.
Véase élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, “El gozo del trabajo honrado”, Liahona, enero de 1987, pág. 60.
Actividades saludables y virtuosas que renuevan la fortaleza y el espíritu de todos los participantes.
“Así como el trabajo hace dulce el descanso, la recreación sana es el amigo y compañero estabilizante del trabajo. La música, el arte, el baile, el drama, los deportes, todos proporcionan entretenimiento para enriquecer la vida y consagrarla aún más. Al mismo tiempo, casi es innecesario decir que mucho de lo que hoy se llama entretenimiento es ordinario, degradante, violento, aturde los sentidos y es una pérdida de tiempo. Irónicamente, a veces requiere gran esfuerzo encontrar entretenimiento sano. Cuando el pasatiempo pasa de virtud a vicio, es un destructor de la vida consagrada”.
Élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Reflexiones sobre una vida consagrada”, Liahona , noviembre de 2010, pág. 17.