Lograr un equilibrio respecto a la historia de la Iglesia
La abrumadora evidencia de la historia de la Iglesia es positiva y promueve la fe. En todo su contexto, la historia es completamente inspiradora.
Me gusta leer relatos históricos de los primeros miembros de la Iglesia que dejaron sus hogares y que, con mucho sacrificio, se unieron a los santos. Sus historias me resultan impactantes y me da gran fortaleza leer acerca de lo que pasaron a fin de vivir y demostrar su fe al seguir a los profetas y hacer cosas difíciles. Al leer lo que ellos hicieron, en cierto modo lo que a uno le toca vivir no parece tan difícil.
Me encanta la historia de la Iglesia. Últimamente estoy leyendo más que nunca al respecto y me resulta fascinante y fortalece mi fe. Por ejemplo, es absolutamente sorprendente lo que lograron los primeros misioneros, que no tenían más recursos que una fe vehemente y un testimonio que los llevaba a hacer cosas asombrosas. Esos ejemplos me ayudan a entender que puedo hacer cosas difíciles si continúo nutriendo mi fe y mi testimonio. Una y otra vez mi testimonio se fortalece cuando veo lo que ha ocurrido con esta gran obra a medida que ha ido progresando.
Ver el pasado desde el presente
La historia es una excelente forma de encontrar la inspiración para prepararnos espiritualmente. En nuestra historia vemos a las personas que se prepararon espiritualmente y triunfaron, y a aquéllos que se apartaron porque no estaban preparados espiritualmente para lo que habría de venir. Aprendemos que la dedicación al Evangelio, la oración y el testimonio pueden ayudarnos a hacer cosas grandiosas y que debemos dedicar tiempo a cultivar nuestro lado espiritual, ya que, si no lo hacemos, sufriremos las consecuencias.
La gente de nuestra historia era gente común, como nosotros, y muchos de ellos hicieron cosas extraordinarias. Si bien todos buscaban la perfección, ellos no eran perfectos. Aquellos primeros miembros de la Iglesia tuvieron dificultades y lucharon con pruebas, tal como nosotros en la actualidad; pero me fortalece saber que esos desafíos, esas luchas para lograr la perfección, no son nada nuevo.
Sin duda el mundo ha cambiado durante la última generación o las últimas dos generaciones. Internet ha puesto todo tipo de información a nuestro alcance —buena, mala, verídica, falsa— incluso información sobre la historia de la Iglesia. Es muchísimo lo que se puede leer acerca de nuestra historia, pero es importante leer al respecto y entenderlo en su contexto. El problema con parte de la información que hay en línea es que está fuera de contexto y no se aprecia todo el panorama.
La información que intenta avergonzar a la Iglesia suele ser muy subjetiva e injusta; debemos procurar hallar fuentes que describan nuestras creencias y nuestra historia más objetivamente. Algunos sitios web son malintencionados y pueden ser sensacionalistas por el modo en que presentan la información. Busquen fuentes que provengan de historiadores reconocidos y respetados, sean o no miembros de la Iglesia.
Algunos jóvenes se sorprenden y se espantan con material en contra del mormonismo que encuentran en internet. Esto se debe a que no se han fortalecido en contra de él; quizá no hayan pasado tiempo suficiente preparándose y fortaleciéndose espiritualmente para lo que pueda venir. Cuando las experiencias de la vida los hacen tambalear, es importante que hagan las cosas sencillas de las que siempre hablamos: seguir estudiando las Escrituras y orar de manera significativa a nuestro Padre Celestial. Esas cosas básicas preparan a las personas para todo tipo de adversidad, incluso los artículos en contra del mormonismo con los que se encontrarán en internet.
La necesidad de que haya equilibrio
Como con cualquier otra cosa, hay que abordar la historia de la Iglesia con equilibrio. La Iglesia verdadera siempre ha sido una minoría y parece que siempre hemos sido un blanco para la persecución. Siempre afrontaremos adversidades y debemos acostumbrarnos a ello. La mejor manera de lidiar con eso es asegurarnos de ser dignos y de que nuestro testimonio sea firme. Si pasan tiempo en sitios web que critican a la Iglesia y su historia pero no pasan tiempo con las Escrituras, habrá un desequilibrio y las cosas negativas quizá tengan un efecto extremadamente fuerte en ustedes; si tuvieran el equilibrio adecuado, no los afectarían.
Durante mi adolescencia, no entendía cabalmente la importancia de crecer espiritualmente. Es probable que estuviera más interesado en ser un buen jugador de fútbol americano que en ser un buen estudioso del Libro de Mormón. No fue hasta que llegué al campo misional que, al igual que muchos jovencitos, se produjo esa transformación en mí y entendí qué es la felicidad realmente: es el gozo, la paz que viene de servir al Señor, de estudiar y de orar, de amar y ayudar a los demás. Me doy cuenta de que cuando paso por alto esos aspectos de mi vida, las cosas no salen tan bien como deberían; en cambio, si hago esas cosas, todo parece estar más equilibrado.
Al mantener el equilibrio en mi vida, puedo ver la historia objetivamente y entender que, si bien la mayoría de nuestros antepasados son admirables, eran humanos y cometían errores. Hay episodios tristes y confusos de nuestra historia que procuramos entender mejor, pero algunas de las preguntas que tenemos quizá permanezcan sin respuesta de este lado del velo. Y está bien así.
Si un amigo se me acercara con una pregunta sincera acerca de un punto controvertido de la historia de la Iglesia, haría mi mayor esfuerzo por responderla. Pero si me diera cuenta de que ese amigo se detiene demasiado en el tema, las primeras preguntas que le haría serían: “¿Estás leyendo el Libro de Mormón? ¿Estás orando? ¿Estás manteniendo el equilibrio en tu vida a fin de protegerte contra las tormentas de la vida?”.
La abrumadora evidencia de la historia de la Iglesia es positiva y promueve la fe. Si deciden pasar demasiado tiempo estudiando únicamente los capítulos controvertidos de nuestra historia, verán algunos hilos, pero no apreciarán el bordado completo. Deben entender nuestra historia en su plenitud. Si se tiene en cuenta todo el contexto, la historia es completamente inspiradora.
Por ejemplo, José Smith fue una persona extraordinaria. Pero, ¿era perfecto? No. Somos todos humanos. El leer el Libro de Mormón y las revelaciones que se encuentran en el libro de Doctrina y Convenios, y el ver lo que él hizo para restaurar la Iglesia en un corto período nos proporcionan un testimonio excepcional. Todos los profetas tienen desafíos y dificultades, y no debería sorprendernos que José Smith se haya encontrado con adversidad o que haya ofendido a algunas personas. Sin embargo, no cabe duda de que era un profeta de Dios.
No hay mejor época que el presente
No creo que haya mejor época para ser miembro de la Iglesia. Cuando mi esposa y yo nos casamos, había trece templos en toda la Iglesia y teníamos la meta de visitar cada uno de ellos. Ahora hay aproximadamente 140 templos y no llegaremos a visitarlos todos. Todos estos frutos de la Restauración —los profetas y apóstoles, los templos, el sacerdocio, el Libro de Mormón, las revelaciones— son una gran bendición en nuestra vida. Y todo se hizo posible gracias al Salvador, a Su evangelio y al plan de nuestro Padre.
Quizá yo sea un hombre sencillo en muchos aspectos, pero soy suficientemente inteligente para saber que mi Padre Celestial me ama. Él nos ama a todos. En verdad somos Sus hijos e hijas y realmente desea que regresemos a Él. Él no controla cada pequeño detalle de nuestra vida, sino que eso es parte del proceso de nuestro crecimiento. Él desea que aprendamos, que ejerzamos el albedrío y lidiemos con la adversidad. En verdad veo Su mano en mi vida y en la vida de mi familia. Agradezco que tengamos esta experiencia terrenal, porque me encanta vivir. Muchas cosas salen mal, pero hay muchas otras que son grandiosas; agradezco que, como seres espirituales, tengamos la oportunidad de venir a la tierra, obtener un cuerpo y aprender cosas que nos ayudarán a lo largo de la eternidad.
La historia nos bendice porque nos da la oportunidad de mirar hacia atrás. A veces es difícil contemplar nuestra propia vida, pero, mediante la historia, podemos contemplar la vida de otras personas y saber qué cosas los han bendecido. Si hacemos las cosas que han bendecido a nuestros antepasados, podremos evitar errores.