Se solicitan manos y corazones para apresurar la obra
Podemos ofrecer manos para ayudar y un corazón para apresurar la maravillosa obra del Padre Celestial.
Queridas hermanas, ¡cuánto las amamos! Al ver ese hermoso video, ¿vieron su propia mano extendida para ayudar a alguien por ese sendero del convenio? Estaba pensando en una niña de la Primaria que se llama Brynn que sólo tiene una mano; y sin embargo, la utiliza para bendecir a su familia y a sus amigos, tanto Santos de los Últimos Días como de otras religiones. ¿No es hermosa? ¡Y ustedes también! Hermanas, podemos ofrecer manos para ayudar y un corazón para apresurar la maravillosa obra del Padre Celestial.
Tal como nuestras fieles hermanas de las Escrituras —Eva, Sara, María y muchas otras— conocían su identidad y su propósito, Brynn sabe que es hija de Dios1. Nosotras también podemos saber en cuanto a nuestro legado divino como hijas amadas de Dios y la obra esencial que Él tiene para que llevemos a cabo.
El Salvador enseñó: “El que quiera hacer la voluntad de él conocerá… la doctrina”2. ¿Qué necesitamos saber y hacer “para que algún día… [podamos] con Él vivir”?3. Podemos aprender del relato del joven rico que le preguntó a Jesús lo que necesitaba hacer a fin de recibir la vida eterna.
Jesús le contestó: “…si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.
El joven le preguntó cuáles debía guardar, y Jesús le recordó varios de los Diez Mandamientos con los cuales todos estamos familiarizados.
El joven respondió: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?”.
Jesús dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”4.
Jesús lo llamó a ser parte de Su obra: la obra de un discípulo. Nuestra obra es la misma. Debemos “[desechar] las cosas de este mundo… [adherirnos] a [nuestros] convenios”5 y venir a Cristo y seguirle. ¡Eso es lo que hacen los discípulos!
Pero hermanas, no comencemos a sentirnos culpables porque el Salvador le habló al joven rico sobre ser perfecto. La palabra perfecto de este relato se tradujo de una palabra griega que significa “completo”. A medida que hacemos nuestro mejor esfuerzo por seguir adelante en el sendero del convenio, llegamos a ser más completos y perfectos en esta vida.
Tal como el joven rico de la época de Jesús, a veces nos sentimos tentadas a darnos por vencidas o dar marcha atrás porque quizás pensemos que no podemos hacerlo solas. ¡Y tenemos razón! No podemos hacer las cosas difíciles que se nos ha pedido hacer sin ayuda. La ayuda viene mediante la expiación de Jesucristo, la guía del Espíritu Santo y las manos de otras personas que ayudan.
Una fiel hermana soltera hace poco testificó que, por medio de la Expiación, encontró la fuerza a fin de utilizar sus manos serviciales y corazón dispuesto para criar a los cuatro hijos que su hermana dejó cuando murió de cáncer. Eso me recordó algo que el élder Neal A. Maxwell dijo: “Todas las cosas fáciles que la Iglesia ha tenido que hacer ya se han hecho; de ahora en adelante, será una aventura extrema, y nuestra condición de seguidores va a ser probada de maneras interesantes”6. ¡Ustedes han sido enviadas a la tierra en esta dispensación de los tiempos a causa de quiénes son y lo que se las ha preparado para hacer! Pese a lo que Satanás intente persuadirnos a pensar sobre quiénes somos, ¡nuestra verdadera identidad es la de discípulas de Jesucristo!
Mormón fue un verdadero discípulo que vivió en una época en que “todo corazón se había endurecido… Y jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi”7. ¿Les hubiera gustado vivir en esa época? A pesar de ello, Mormón declaró osadamente: “He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios”8.
¿No les encanta Mormón? Él sabía quién era y cuál era su misión, y no se dejó distraer por la maldad que lo rodeaba. De hecho, consideraba que su llamamiento era un don9.
Piensen en la bendición que es ser llamadas a dar nuestro don del discipulado diario al Señor, declarando con palabras y hechos: “He aquí, ¡soy discípula de Jesucristo!”.
Me encanta el relato que el presidente Boyd K. Packer contó de una querida hermana a quien se ridiculizó por seguir el consejo del profeta de almacenar alimentos. La persona que la criticó dijo que si la situación se tornaba desesperante, sus líderes le pedirían que compartiera su almacenamiento de alimentos con otras personas. Su firme y sencilla respuesta como verdadera discípula fue: “Por lo menos tendré algo que compartir”10.
Amo a las hermanas de la Iglesia, jóvenes y ancianas. He visto su fuerza; he visto su fe. Tienen algo que ofrecer y están dispuestas a ofrecerlo. Lo hacen sin fanfarria ni publicidad, dirigiendo la atención al Dios que adoramos y no a sí mismas, y sin pensar en lo que van a recibir11. ¡Eso es lo que hacen los discípulos!
Hace poco conocí a una joven en Filipinas cuya familia llegó a ser menos activa en la Iglesia cuando ella sólo tenía 7 años, dejándola sola para caminar a la Iglesia por una calle peligrosa cada semana. Describió cómo a la edad de 14 años había decidido que se mantendría fiel a sus convenios para ser digna de criar a su familia futura en un hogar bendecido con las bendiciones del poder del sacerdocio12. La mejor manera de fortalecer un hogar, actual o futuro, es guardar los convenios, las promesas que nos hemos hecho unos a otros, y a Dios.
¡Eso es lo que hacen los discípulos!
Una fiel hermana japonesa y su esposo visitaron nuestra misión en Corea. Ella no hablaba coreano y hablaba muy poco inglés, pero tenía un corazón dispuesto para utilizar sus dones particulares y sus manos serviciales a fin de llevar a cabo la obra del Señor. ¡Eso es lo que hacen los discípulos! Enseñó a los misioneros a hacer una pieza sencilla de origami: una boca que se abría y se cerraba. Entonces utilizó las pocas palabras de inglés que sabía para enseñar a los misioneros a “abrir su boca” para compartir el Evangelio. Fue una lección que nunca olvidarán; ni yo tampoco.
Visualicen por un momento a ustedes y a mí paradas junto con las otras millones de hermanas y hermanos de Su Iglesia, yendo adelante con valentía, haciendo lo que hacen los discípulos: servir y amar como el Salvador. ¿Qué significa para ustedes ser discípulas de Jesucristo?
Los chalecos y las camisetas de Manos Mormonas que Ayudan han sido usados por cientos de miles de abnegados discípulos de Jesucristo que han aceptado la oportunidad de prestar servicio temporal. Pero hay otras maneras de servir como discípulos devotos. Imaginen conmigo algunos de los posibles carteles de “se solicita ayuda” con relación a la obra de salvación:
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Se solicitan padres que críen a sus hijos en la luz y la verdad
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Se solicitan hijas e hijos, hermanas y hermanos, tías y tíos, primas y primos, abuelas y abuelos, y verdaderos amigos que sean mentores y que ofrezcan manos de ayuda por el sendero del convenio
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Se solicitan personas que escuchen los susurros del Espíritu Santo y actúen según las impresiones que reciban
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Se solicitan personas que vivan el Evangelio a diario en formas pequeñas y sencillas
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Se solicitan obreros de historia familiar y del templo que unan a las familias por la eternidad
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Se solicitan misioneros y miembros que difundan las “buenas nuevas”: el evangelio de Jesucristo
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Se solicitan rescatadores que encuentren a los que se han descarriado
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Se solicitan personas que guarden sus convenios para que permanezcan firmes en defensa de la verdad y la justicia
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Se solicitan verdaderos discípulos del Señor Jesucristo
Hace años, el élder M. Russell Ballard emitió un llamado fuerte y sonoro a las hermanas de la Iglesia cuando dijo:
“Entre hoy y el día cuando el Señor regrese, Él necesita mujeres en toda familia, en todo barrio, en toda comunidad y en toda nación que se ofrezcan con rectitud y digan, a través de sus palabras y hechos: ‘Heme aquí; envíame’.
“Mi pregunta es: ‘¿Serán ustedes una de esas mujeres?’”13.
Espero que todas podamos responder con un resonante “¡Sí!”. Y ahora concluyo con las palabras de una canción de la Primaria:
[Hijas] del convenio somos, con un don que ofrecer tenemos.
El Evangelio enseñaremos por la forma en que viviremos.
Con toda palabra y acto testificaremos:
Creemos en Cristo y a Él serviremos14.
Como verdaderas discípulas, espero que ofrezcamos nuestro corazón dispuesto y nuestras manos serviciales para apresurar Su obra. No importa si, como Brynn, sólo tenemos una mano; no importa si todavía no somos perfectas ni completas. Somos discípulas devotas que tendemos una mano y nos ayudamos unas a otras por el camino. Nuestra hermandad se extiende por todas las generaciones hasta esas fieles hermanas que nos antecedieron. Juntas, como hermanas y en unidad con los profetas, videntes y reveladores vivientes que tienen las llaves restauradas del sacerdocio, podemos caminar unidas, como discípulas, como siervas con manos y corazones dispuestos para apresurar la obra de salvación. Al hacerlo, llegaremos a ser como el Salvador. De ello testifico; en el nombre de Jesucristo. Amén.