El hogar: El lugar central de aprendizaje
Cuando el aprendizaje en la Iglesia respalda el aprendizaje que se lleva a cabo en el hogar, se edifica una base sólida para una vida basada en el Evangelio.
“Por favor, asegúrense de leer la asignación para la lección de la próxima semana”. ¿Le suenan conocidas esas palabras? A menudo son las palabras de súplica de un maestro al final de una clase de la Iglesia;
y aun cuando definitivamente es importante estar preparado para las lecciones dominicales, ¿siente usted a veces que su meta principal al estudiar y meditar es estar completamente preparado para el día domingo?
En realidad, debería ser al revés.
Todas las “enseñanzas, programas y actividades [de la Iglesia]… se centran en el hogar y cuentan con el apoyo de la Iglesia”1. Eso quiere decir que la finalidad de las reuniones de la Iglesia es respaldar el aprendizaje personal y en familia. En calidad de Obispo Presidente, Gary E. Stevenson enseñó: “El principal lugar de enseñanza y aprendizaje es el hogar”2. Cuando el aprendizaje y la enseñanza se centran en el hogar, conllevan el poder que puede llevar a la conversión.
Ése es el mensaje de la reunión de capacitación anual para las organizaciones auxiliares de 2014: Cómo aprender y enseñar en el hogar y en la Iglesia, que está disponible en línea en CapacitacionAnual.lds.org. “No le restamos importancia a la enseñanza en el centro de reuniones”, dice el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Todos hemos enseñado allí, pero nos gustaría que fuese algo constante en nuestro diario vivir”3. Al incorporar ese tipo de aprendizaje constante a los momentos cotidianos de la vida de su familia, podrá establecer un cimiento firme para una “casa de instrucción” (D. y C. 88:119) que le proporcione a usted y a su familia refugio y protección espirituales.
El aprendizaje en el hogar
Quizá no siempre se vean resultados inmediatos, pero cuando se aprovechan los momentos sencillos de la vida cotidiana para aprender y enseñar, se puede lograr un efecto impactante. A continuación figuran maneras mediante las cuales varias familias han observado esa influencia en su vida.
Momentos sencillos
“Quizá haya ocasiones en que nos sintamos incómodos al tener conversaciones formales sobre algunos temas relacionados con el Evangelio, pero los momentos informales de enseñanza realmente han sido una bendición para nosotros para enseñar lecciones importantes a nuestros hijos. Además, hay muchos más momentos informales que formales de enseñanza en el día, por lo que realmente aprovechamos esas oportunidades para enseñar a nuestros hijos principios importantes. Por ejemplo, enseño la honradez cuando voy de compras a la tienda. Mis hijos aprenden principios más fácilmente cuando ven cómo ponerlos en práctica”.
Mona Villanueva, Filipinas
Conversaciones al viajar de un lugar a otro
“Llevo a mis hijas a la escuela en autobús todas las mañanas, por lo que tenemos muchas oportunidades para conversar. Hace poco, observamos a un hombre y a su esposa discutir. Mis hijas rápidamente me miraron y esperaron que yo comentara algo al respecto. En vez de hacer un comentario, les pregunté qué habían sentido en cuanto a lo que había sucedido. Me dijeron que pensaban que un hombre nunca debía hablarle a su esposa de esa manera. Después de eso, tuvimos una conversación sobre el matrimonio y sobre las relaciones con los demás. Nuestro recorrido de 30 minutos en autobús terminó siendo muy edificante”.
Mario Lorenz, Guatemala
Estableciendo un vínculo al comer bocadillos
“Los momentos informales de enseñanza me han ayudado a tener una mejor relación con mis hijos. Cuando estamos sentados a la mesa de la cocina comiendo algún bocadillo después de que los niños regresan de la escuela, hablamos de lo que sucedió durante el día. A menudo uno de ellos me cuenta lo que dijo un amigo, o lo que sintió cuando alguien dijo o hizo algo; entonces tengo la oportunidad de compartir un testimonio específico y hablar sobre lo que mi hijo o hija sintió en cuanto a la situación. Me parece que hablar abiertamente cuando los hijos están relajados ayuda a que estén más dispuestos a hablar de cosas importantes cuando surge la necesidad, pues se ha logrado cierto grado de confianza, ya que saben que sus padres los van a escuchar”.
Alyson Frost, Grecia
Un círculo de interés mutuo
“Mi esposa y yo somos conscientes de que la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos es primeramente nuestra, y no de los líderes; sin embargo, estamos agradecidos por lo que hacen y ayudamos en lo que nos es posible. Nuestro barrio cuenta con grandes líderes que realmente se concentran en la juventud y en los niños, y que hacen todo lo posible por ayudarles a lograr su potencial, considerando lo que los padres han hecho. Me he reunido con el obispo en diversas ocasiones y tengo buena comunicación con los líderes de los jóvenes; a menudo les pregunto en cuanto a mis hijos y su progreso. El hecho de que nos comunicamos con frecuencia sobre el progreso de nuestros hijos nos ayuda a todos a saber cómo ayudar a cada uno de ellos”.
Jesse N. Arumugam, Sudáfrica
Fortaleza por medio de las Escrituras
“El estudio de las Escrituras me ayuda a aprender de Cristo y Sus atributos para que pueda llegar a ser como Él. También me da mayor abundancia del Espíritu, el cual me guía y me enseña la forma de poner en práctica las cosas que he aprendido a fin de estar preparado para enfrentar los retos de la vida y las tentaciones que Satanás me lanza. Si no tuviera esa bendición en mi vida, sé que no alcanzaría mi potencial como hijo de Dios”.
Nathan Woodward, Inglaterra
El aprendizaje en la Iglesia: Diez principios que todo maestro debe saber
Además de fortalecer el poder de la enseñanza y el aprendizaje en el hogar, también podemos fortalecer la experiencia en el salón de clases de la Iglesia. A medida que los maestros apliquen estos diez principios, fomentarán la conversión en la vida de aquellos a quienes enseñen.
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Hable con los padres, que son quienes tienen la función principal de maestros, a fin de determinar las necesidades de los miembros de la clase, y luego enseñe teniendo presente esas necesidades.
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Prepárese y enseñe por medio del Espíritu. Encuentre preguntas y actividades didácticas que lleven a análisis dirigidos por el Espíritu y que nutran espiritualmente a los integrantes de la clase.
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Enseñe a las personas, no lecciones.
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Céntrese en las doctrinas fundamentales del Evangelio.
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Enseñe a fondo uno o dos principios clave en vez de tratar de cubrir todo el material de la lección.
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A fin de invitar la presencia del Espíritu, permita que todos participen (véase D. y C. 88:122).
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Incluya una potente invitación a actuar, no sólo algo para ir a leer en casa, sino para poner en práctica.
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Dé su testimonio en cuanto a la doctrina: al final de la clase y en cualquier momento que el Espíritu le inspire a hacerlo.
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Viva el Evangelio y ponga “en orden” su propia casa (véase D. y C. 93:43–44, 50).
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Busque maneras de que la enseñanza continúe durante los momentos informales de su vida cotidiana.