Oposición a mi misión
El autor vive en Manaus, Brasil.
Después de entrevistarme para prestar servicio en una misión, mi presidente de estaca dijo: “Sucederán cosas extrañas en tu vida para tratar de hacerte cambiar de idea”.
Me uní a la Iglesia a los 15 años y cuatro años después presenté los papeles para servir en una misión. Durante la entrevista con mi presidente de estaca, me felicitó por mi decisión de servir al Señor como misionero de tiempo completo. Luego, ese líder inspirado dijo algo que me impactó profundamente: “Hermano, de ahora en adelante, sucederán cosas extrañas en tu vida para tratar de hacerte cambiar de idea en cuanto a tu decisión de servir al Señor”.
Mientras esperaba recibir mi llamamiento misional, trabajaba en la compañía Xerox como aprendiz. Ese trabajo me permitió comprar algunas cosas que necesitaría para la misión, así como ayudar a mi madre con los gastos de la casa. Todo iba bien;
pero, lamentablemente, comenzaron a suceder “cosas extrañas”. Primero, asaltaron a mi madre y casi muere a causa de las heridas que recibió; pero un bondadoso Padre Celestial milagrosamente le salvó la vida.
En esa época, mi madre, dos hermanas menores y yo vivíamos en una casa alquilada. Vivíamos de mi salario y de una pequeña pensión que mi madre recibía por la muerte de mi padre años antes.
Algunas personas, incluso miembros de la Iglesia, me preguntaban: “¿Tendrás el valor de dejar a tu madre en estas condiciones para servir en una misión?”. Escuchar esa pregunta una y otra vez empezó a sembrar dudas en mi corazón.
Un día, el presidente de estaca me llamó, me dijo que había llegado mi llamamiento misional y me pidió que fuera a su oficina esa tarde para que me diera el tan esperado sobre de las Oficinas Generales de la Iglesia. Estaba contento y a la vez nervioso por la noticia.
Ese mismo día, el gerente en mi trabajo quiso hablar conmigo antes del almuerzo. Cuando entré en su oficina, me saludó muy amigablemente y hablamos un poco de mi capacitación y de lo que había aprendido en la empresa. Después, ese hombre de influencia en la organización me dijo algo que era el sueño de la mayoría de las personas de la ciudad: “Has hecho un buen trabajo como aprendiz; deseamos tomarte como empleado y que seas parte del equipo. ¿Qué piensas?”.
Ésa fue una de las decisiones más difíciles de mi vida. Los segundos parecieron una eternidad. Parecía que podía oír a las personas preguntarme si abandonaría a mi madre, dejándola sin apoyo económico, y me iría a la misión.
No obstante, recordé las cosas que había aprendido de las Escrituras y de mis líderes de la Iglesia y, de forma muy sagrada, supe con una certeza absoluta que Dios quería que sirviese en una misión de tiempo completo para Su Iglesia. Sabía que cuidaría de mi familia, que podía confiar en Él y que todo estaría bien.
Le expliqué la situación al gerente, y todavía resuena en mi mente su respuesta: “Pensé que eras un joven tan centrado y, sin embargo, ahora estás tirando por la borda la oportunidad de tu vida”.
Le agradecí desde lo más profundo de mi corazón su ofrecimiento y, veintiocho días después, me presenté en el centro de capacitación misional de São Paulo, Brasil.
Durante mi misión, el Señor proveyó de lo necesario para mi familia por medio de amigos de la Iglesia y de formas milagrosas. Mi madre recuperó su salud y se presentaron nuevas oportunidades de trabajo para ella y para mis hermanas.
Realmente suceden “cosas extrañas” cuando tomamos la decisión de servir al Señor. Sin embargo, agregaría mi testimonio al de miles de otras personas que se han embarcado en el servicio a Dios de que el servicio misional ha influido en mi vida profundamente.